diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Sobre La ciudad y los perros / Jorge Calles Santillana

La novela la compré en noviembre de 1985; pagué por ella, según se aprecia en la parte superior de la primera página, 1,390 pesos de esa época, los que según el ChatGPT básico equivaldrían a 21 pesos actuales (el cálculo fue realizado, según el mismo Chat, echando mano de los instrumentos de Banxico). Sin embargo, no la había leído, a pesar de que Mario Vargas LLosa es uno de mis escritores favoritos. En una entrevista concedida a Aguilar Camín en 1990 (publicada en Nexos, por supuesto), Vargas LLosa se describió como un escritor con escaso talento, pero extraordinariamente disciplinado. Su productividad, su éxito, declaró en esa ocasión, era producto de su disciplina. Julio Cortázar, en cambio, afirmó Mario, era un tipo que desbordaba talento y creatividad. Mientras que él–Vargas LLosa– trabajaba siguiendo horarios y rutinas estrictas, Cortázar, por su parte, afirmaba el peruano, se sentaba en la máquina de escribir y empezaba a teclear para producir documentos de extraordinaria calidad, estructura y profundidad. Destacó Rayuela como un texto de primera línea, producto de esa extraordinaria habilidad del escritor argentino. Sólo Vargas Llosa supo a qué se refería con su concepto de “talento”. Como lector suyo, me sorprenden tales declaraciones y no me queda más que hacer el esfuerzo por tratar de entender cómo Vargas Llosa sintió y experimentó su propia labor. Pero, producto del talento–como tendemos entenderlo la mayoría–, de la disciplina o de una combinación de ambos, La Ciudad y los Perros es una obra extraordinaria. Fue su primera novela. La Escribió entre 1958 y 1961. Seix Barral se la premió y publicó en 1963. A pesar de ser opera prima, tiene una estructura compleja y una alta calidad literaria. Formado en la escuela militar Leoncio Prado, Mario conoció de cerca y experimentó en carne propia la vida militar y entendió la huella que la militarización ha dejado en Perú. A través de la narración de lo que sucedía entre las paredes del recinto, Vargas Llosa describe una sociedad compleja y contradictoria, en la que las dimensiones institucionales marcan, pero no terminan por definir por completo las identidades y las vidas individuales. Militares como Gamboa y estudiantes tan disímbolos como el Jaguar y Alberto Fernández (la encarnación de Vargas Llosa) se mueven por valores sólidos que rigen sus vidas, a pesar de haber vivido episodios en los que los transgredieron. Se perciben ya en La Ciudad procesos que habrán de aparecer en La Conversación en La Catedral y en Pantaléon y las Visitadoras.
 
 
 
 
 
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Luis Javier Mier Vega

Wow estupenda reseña
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