diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Memoria de mi abuela / Manuel Espinosa Sainos

Mi abuela, la madre de mi madre, murió al poco tiempo de que mi mamá nació, así que ni ella ni yo la conocimos.
Mi abuelo, don Cristóbal Sainos, se volvió a casar y tan pronto pudo, su nueva esposa y él, se deshicieron de mi madre cuando ella aún era muy pequeña, por lo que mamá creció con el apoyo de sus tías, hermanas de mi difunta abuela. Los tíos machistas también la despreciaron. Por eso a ella no la mandaron a la escuela y a su único hermano sí.
Mi madre siempre me habló bien del abuelo, aunque nunca supo ocultar el dolor del abandono. En cambio, durante mi infancia y toda mi vida, siempre que él me veía en la calle o en la plaza del pueblo me ignoraba y me miraba como un extraño, a veces con burla y otras con desprecio. Aún recuerdo su mirada.
Y es que eso era yo, un extraño para él, pues jamás hizo el menor esfuerzo para acercarse a nosotros, su actitud siempre fue como si no existieramos, así que nunca se construyó ese lazo emocional que pudiera unirnos, tan es así que cuando murió, honestamente a mí me dio igual. No se puede amar a quien no te ama.
Por parte de mi padre tampoco conocí a mi abuelo, pues cuentan en la familia que siempre fue muy violento con mi abuela, al grado que en una ocasión que la golpeó le tumbó todos los dientes y por culpa de su vicio con el alcohol empeñó el terreno de la abuela y la dejó sin nada.
Muchas veces mi abuela estuvo a punto de morir en manos del abuelo. Por fortuna un día desapareció y jamás volvió, así que tampoco lo conocí..
La vida de la abuela tampoco había sido fácil, en una ocasión en que fuimos a una comunidad cercana donde ella ayudaba a desgranar mazorcas un hombre que tenía fama de violador de mujeres se nos atravesó en el camino.
_ Córrele hijo, córrele, tenemos que pasar rápido porque ese señor nos puede hacer daño _ me dijo. Así que nos apresuramos a pasar. Bien que vi en el rostro de la abuela el miedo que provocan los demonios.
En esa comunidad estuvimos durante una semana. Al regresar, ya en el camino, en una parte por donde hay peñas grandes y está medio oscuro por la sombra de los árboles tupidos, de un momento a otro apareció por la orilla aquel hombre, jaló a la abuela y se la llevó. Yo me quedé sólo y como pude corriendo me regresé al pueblito para pedir ayuda.
_Agarraron a mi abuela, agarraron a mi abuela _. Algunos hombres y mujeres del pueblito se animaron a venir conmigo a buscarla, pero al poco rato apareció por dónde la habían llevado. Ese día fue violada por aquel hombre.
A pensar de todo lo vivido, mi abuela paterna llenó todos esos espacios vacíos dejados por los abuelos y abuela que no pude conocer. Ella fue todo lo que un niño puede esperar de una abuela. Nunca entendí porqué para mi papá, ella, siempre fue una puta.
Un día le pregunté y me contó que no había podido perdonar que ella hubiera tenido otro marido y procreado con él. Tampoco tuvo una buena relación con sus media hermanas.
Pero para mí, en vez de que eso fuera algo grotesco, me pareció maravilloso que en sus tiempos y a pesar de las circunstancias mi abuela haya podido liberarse de alguien que la maltrataba, o sea el abuelo, y buscado otras opciones en el amor. Nadie tiene porque estar en donde la tratan mal.
Para ella escribí un poema que se llama “la amante” que forma parte del libro Kxa kiwi tamputsni / En el árbol de los ombligos. Falleció mientras yo estudiaba el bachillerato y hasta hoy aun me duele su ausencia.
Pero antes de escribir todo esto, yo solo quería decirles que hoy, así se ve la tarde en el pueblo dónde yo nací.
Manuel Espinosa Sainos. Poeta, traductor y comunicador totonaco.