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29 Marzo 2024, Puebla, México.

Crónicas de guerra 5, La Batalla del Cimatario y el fin del sitio de Querétaro

Cultura | Crónica | 20.MAY.2021

Crónicas de guerra 5, La Batalla del Cimatario y el fin del sitio de Querétaro

Maximiliano y sus jefes planearon romper el cerco de manera definitiva para que pudieran salir hacia la ciudad de México

(Imagen de portadilla: La ejecución de Maximiliano, de Edouard Manet, 1867)

Antecedentes

La ciudad de Querétaro estaba sitiada por el Ejército Del Norte al mando del general Mariano Escobedo que buscaba la rendición de Maximiliano y lo que quedaba de su ejército imperialista. La noche del 22 de marzo, Leonardo Márquez y el coronel Quiroga con 1200 soldados de caballería salieron de la ciudad, su misión era la de regresar con refuerzos; para abril, los encerrados hacían evidente su desesperación. Cuando Benito Juárez recibió esas noticias estimó que los sitiados en Querétaro no tardarían en rendirse, este sentimiento lo registró por escrito el 24 de abril:

“El sitio de Querétaro se estrecha cada día y ya es cosa indudable que a fines de este mes o a principios del entrante los sitiados se rendirán o serán derrotados completamente si se resolvieren a romper el sitio” (Gutiérrez, S/F).

 

Batalla del Cimatario

Ante los estragos que los republicanos causaban a las tropas imperialistas, Maximiliano y sus jefes planearon romper el cerco de manera definitiva para que pudieran salir hacia la ciudad de México. Miramón encabezó la operación, su táctica consistió en un triple movimiento con el propósito de tomar el cerro del Cimatario y colocar ahí una batería de artillería que se encargaría de cubrir el camino de las tropas hacia México.

            Miramón reúne 2800 hombres de los más experimentados en combate, lo apoyan los generales Ramón Méndez, Pantaleón Morett e Ignacio Gutiérrez y el coronel Ormaechea. La primera acción es ejecutada el 26 de abril, se trata de una falsa salida que es fácilmente rechazada por los republicanos apostados en el Cimatario, ese mismo día por la tarde los imperialistas hacen movimientos que simulan una rotación de tropas haciéndose visibles en un lugar lejos del Cimatario. Los republicanos caen en la trampa, se relajan, Miramón destina 700 hombres para concluir el engaño y al otro día muy temprano los soldados imperialistas atacan el Cimatario de manera coordinada y barren con los vigías, se combina la operación de la artillería, con la infantería y caballería; los republicanos huyen y los que no, son tomados prisioneros, los imperialistas se aprestan a tomar los cerros aledaños, el general republicano Sóstenes Rocha junta a los que puede y se refugian en la Hacienda del Jacal, desde ahí pensaban tapar el hueco que los imperialistas habían abierto. El príncipe Félix de Salm Salm reporta: “Una vez que nuestras tropas se encontraron en la línea del enemigo era fácil la tarea de arrollarlo, pues estaba flanqueado y se le hacía fuego por la espalda. Los liberales huyeron como una manada de carneros” (Taibo, 2017. p. 282). Taibo (2017) cuenta que Basch en sus escritos narra cómo el enemigo comenzó a huir en masa sin siquiera oponer resistencia abandonando en el campo cañones y bagajes, todo eso había sucedido en media hora.

Rocha se encuentra con Juan Doria, comandante de los Cazadores de Galeana y le ordena atacar a Miramón, Doria se siente en desventaja y se niega, argumenta que ya les han arrebatado los cañones que tenían en ese cerro, sin embargo el segundo comandante Hipólito Charles se pone al frente de los cazadores y encara a los enemigos logrando detener o por lo menos frenar a los imperialistas; mientras, Sóstenes Rocha se posiciona del Jacal, Charles sufre numerosas bajas y termina por emprender la retirada. La caballería imperialista va tras él, Charles y sus sobrevivientes llegan a las líneas republicanas, su infantería detiene a los perseguidores. Rocha se enfrenta a Miramón, pero es derrotado y también acaba por emprender la retirada. Los imperialistas han capturado 20 cañones y han hecho 500 prisioneros. En 90 minutos Miramón ha logrado romper el cerco y abrir una brecha que es la esperanza de los sitiados.

            Maximiliano visita personalmente el cerro conquistado, en compañía del general Ramírez de Arellano va a galope rumbo al Cimatario, lo sigue su estado mayor y un escuadrón de húsares austro-mexicanos. Hay euforia en todos los mandos imperialistas y Maximiliano escribe al ministro Iribarren avisando que pronto marchará a la ciudad de México. Las campanas de las iglesias repican sin cesar, recogen todo lo que pueda ser útil, organizan partidas para buscar alimentos, pero las tropas no han organizado su salida, están tan entusiasmados que pierden un tiempo que no tardarán en lamentar.

            El General republicano Ramón Corona moviliza una división y se dirige a cerrar la brecha que acaba de abrir Miramón, organiza 40 cañones y toda la caballería que se encuentra en esa zona y se inicia el contraataque, sus huestes capturan los víveres que ya iban para Querétaro, atacan a los imperialistas del cerro de Cimatario, el emperador al frente de su Estado Mayor recorre el campo con su sable en la mano en medio de la metralla; los Cazadores de Galeana reforzados emprenden una feroz carga y los imperialistas tienen que refugiarse en Querétaro quedando encerrados otra vez. Esta audaz operación fue la causa de que a Hipólito Charles le apodaran “El León del Cimatario”. Los republicanos recuperan armas y liberan a una parte de sus soldados prisioneros.

            Los liberales sufrieron 416 bajas entre muertos y heridos, los imperialistas 400, pero el saldo más importante de esta batalla es el que los imperialistas no hayan aprovechado la oportunidad de salir de Querétaro.

            Un oficial del emperador llamado Alberto Hans escribió: “Los hombres caían como moscas, al día siguiente [...] se oían los gritos y los quejidos de los heridos que yacían abandonados en la hierba” (Gutiérrez, S/F).

Este combate fue una clara muestra de la debilidad del cerco, esas ocho horas de lucha pusieron a los republicanos al borde de perderlo todo.

Consecuencias

Ese 15 de mayo Querétaro cae en manos de Mariano Escobedo y sus tropas, hubo una gran fiesta juarista, se tocaron dianas y la bandera republicana ondeaba por doquier; entre los habitantes circulaban infinidad de comentarios y opiniones, pero la que iba cobrando mayor interés y difusión era la que hablaba de una traición. El rumor había llegado a los oídos de la Princesa de Salm Salm quien se encontraba en San Luis Potosí y que más tarde suplicaría de rodillas el indulto para Maximiliano, se decía que el coronel Miguel López, responsable de la defensa de la línea del convento de La Cruz había vendido Querétaro por tres mil onzas, el rumor creció hasta hacerse noticia nacional e incluso internacional. Las acusaciones fueron negadas por el propio coronel López en una entrevista al diario El Monitor Republicano.

La traición

Existen diversas versiones de lo sucedido aquella tarde del 14 de mayo de 1867, una de las más aceptadas es la que cuenta que como a las seis de la tarde salió de la ciudad el coronel Miguel López empuñando su espada con un pañuelo blanco en la punta luego de varios días de preparar la huida imperialista. Esto es lo que sucedió durante esos últimos días del sitio:

El sábado 11 de mayo se reunieron los principales jefes imperialistas y decidieron que tenían que salir de Querétaro procurando seguir luchando y continuar la huida hasta llegar al Golfo de México; en Tuxpan los esperaría la corbeta Elisabetta que comandaba el capitán Groller, quienes llegaran ahí abandonarían el país poniéndose así a salvo.

El general Manuel Ramírez de Arellano había conseguido azufre, carbón y plomo para producir salitre y pólvora, las campanas de las iglesias, balcones, rejas y escaleras viejas se fundieron para fabricar balas y granadas, se utilizó papel para la fabricación de cartuchos que, a pesar de su fragilidad, resultaron eficaces.

El alimento era escaso en grado extremo, la tropa se alimentaba tan solo de café y azúcar, todos los días Maximiliano recibía las quejas de los soldados belgas y austriacos, por el contrario, los soldados indígenas jamás lo hacían, esto hizo que la estima del emperador por ellos aumentara al grado de que su lugarteniente Alfred Von der Smissen lo acusara de “estar profundamente enfermo de indiomanía” (Taibo, 2017. p. 309).

El 5 de mayo los republicanos celebraron el triunfo de la Batalla de Puebla, tocaron clarines, tronaron salvas, hubo canciones y se escuchaban los gritos de “¡mueran los traidores!”, Maximiliano observaba desde la azotea de su refugio la fiesta mexicana con profunda resignación.

El 12 de mayo los sitiadores envían a las trincheras imperiales un buey muy flaco al que le han colocado entre los cuernos un letrero que dice: “Para que tengan que comer y vivos caigan en nuestras manos”. Los imperialistas responden la burla, escogen al caballo más raquítico de todos y lo mandan a sus enemigos con un letrero que decía “Para que nos alcancen cuando rompamos el sitio” (García del Toral, 2017). Durante la mañana de ese día, el Macabeo (así apodaban a Miramón) informa el plan que era muy simple, se reducía a atacar al enemigo hasta derrotarlo; en caso de que el triunfo fuera republicano, evacuarían la plaza, pero había que inutilizar todas las piezas de artillería y todos los trenes antes de romper el sitio.

La estrategia de Miramón contempla que primero salga de la ciudad el archiduque con la caballería y que él se quede a resistir en la ciudad. El general Mejía que no se encontraba del todo sano, pide a Maximiliano que le otorgue dos días más para reclutar un buen número de hombres del pueblo para que se lancen contra los republicanos asegurando la victoria conservadora y así podrán todos abandonar la plaza.

El 13 de mayo los imperialistas ya están listos para la partida. Llega el 14 de mayo, hay rumores de que será el día 15 a las tres de la mañana concretamente. Durante el día 14 hay muchas deserciones, Miramón anuncia que la salida se hará por San Gregorio, es una noticia falsa que espera que los informantes de Escobedo se la hagan llegar, la fuga se realizará a las once de la noche y si fallan entonces “sálvese quien pueda”.

Los guardias republicanos que recibieron al coronel Miguel López con su bandera blanca, lo llevan a donde se encuentran los coroneles Carlos Fuero y Juan López, y el mayor Evaristo Dávalos. Miguel López manifiesta que desea hablar urgentemente con el general en jefe Mariano Escobedo, cosa que sucede una hora después de manera reservada a solicitud del coronel Miguel López. Fue tan reservada esa entrevista que nadie supo nunca con certeza lo que se habló en ella, aunque hay sospechas de que cuando menos López le informó de los planes de salida que ya había sido prorrogada muchas veces.

La plática duró unos 20 minutos. Al terminar, Escobedo ordena protección para el regreso del Coronel López a las líneas enemigas. De inmediato, el general en jefe comienza a dar órdenes precisas para un ataque que deberá iniciar a las tres de la madrugada del 15 de mayo, se atacará por el convento de La Cruz al mando del general Francisco Vélez. Hay fuertes movimientos en las líneas norte y oriente de los sitiadores y se instala un dispositivo de prevención en las líneas sur y poniente.

Hay mucha tensión del lado de los sitiados, la incertidumbre es enorme, se esperan grandes acontecimientos. Esta zozobra alcanza a la población civil que se prepara para protegerse de una posible entrada violenta por parte de los republicanos. Entre las sombras de la noche, se percibe la salida de las monjas carmelitas que abandonan el convento de las Teresitas, serán alojadas por vecinos en sus hogares. 

El general Ramón Méndez solicita aplazar la salida otras 24 horas, el pretexto es que necesita arengar a sus tropas y dar instrucciones cosa que no lo había hecho por encontrarse enfermo. Maximiliano pensaba rechazar tal petición, pero el general Severo del Castillo lo convence de otorgar la prórroga. Al enterarse Miramón de tal decisión por boca del mismo Del Castillo, se dirige sumamente enojado al convento de La Cruz pretendiendo que Maximiliano cambie de opinión. Maximiliano justifica el retardo diciendo que hace falta dinero para el pago de la tropa y alimento para los caballos, que ese problema sería solucionado por el coronel Miguel López que había descubierto un depósito de Maíz. Maximiliano dice que confía en que la salida se dará con éxito el día 15 ya que es el onomástico de su madre y eso es de buena suerte.

Hacia las ocho de la noche el coronel López recibe al príncipe Félix de Salm Salm, ayudante de campo de Maximiliano al que le confirma que “todas las órdenes del emperador están cumplidas”, la expresión insinúa que hay algo entre los compadres Miguel López y Maximiliano relativo a la planeada salida. Por otra parte, Blasio es el encargado del dinero del imperio, estuvo con López como a las diez y media de la noche. López indignado reclama el pago porque le entregó monedas de plata y no de oro además de que cien pesos le parecieron poco, el escribano imperial le repuso que eso era lo que tenía para él. A las once de la noche López tuvo una entrevista con Maximiliano en el convento de La Cruz; el emperador había estado preguntando toda la tarde con una insistencia inusitada si López ya estaba de regreso. Maximiliano condecoró a López con la Cruz de Guadalupe, máxima presea imperial.

Mientras tanto en Patehé, Mariano Escobedo revisa que sus órdenes de la tarde se estén cumpliendo y le recalca a Vélez que a las cuatro de la mañana se presentará López para conducirlo con las tropas. Le ordena que deberá estar situado frente al convento de La Cruz y allí esperar a López.

El final del sitio

El general Mariano Escobedo y sus tropas tomaron la plaza de Querétaro, el emperador en señal de rendición, entregó su espada al comandante en jefe del Ejército del Norte.

Maximiliano sentía un gran aprecio por Márquez, lo había mandado por refuerzos, pero nunca regresó, estaba muy decepcionado pues cifró en él la salvación de su imperio. Márquez, años más tarde, se excusaría diciendo que una vez que salió de Querétaro nunca recibió mensajes del emperador arguyendo que el sitio era tan férreo que nada podía salir pretendiendo ignorar que los mensajes traspasaban las líneas enemigas escondidos en las suelas de los huaraches o en las enaguas de las mujeres.

Poco antes de su ejecución, el frustrado emperador le confesó al barón de Lago: “Lo que más me puede de la situación en la que nos encontramos es la conducta del general Márquez en quien tenía yo toda mi confianza. La traición de López puede perdonarse, pero nunca perdonaré lo que ha hecho el general” (González, 2016, p 317).

 

REFERENCIAS

Batalla del Cimatario. (2008). Chihuahuamexico.com/Batalla del Cimatario/Guerra de la segunda intervención francesa (27 de abril de 1867) Recuperado de https://www.chihuahuamexico.com/index.php?option=com_content&task=view&id=1701&Itemid=39

Garrido del Toral, Andrés (2017). A 150 años del Sitio de Querétaro y el triunfo de la República. México, Ciudad de México: Secretaría de Cultura, inehrm.

González, Verónica (216). Leonardo Márquez. el “Tigre de Tacubaya”. Editorial Las Ánimas. Xalapa, México.

Gutiérrez, Blanca (S/F). Ciudad estrangulada Querétaro 1867. Recuperado de

https://www.uaq.mx/investigacion/revista_ciencia@uaq/ArchivosPDF/v1-n1/CiudadEstrangulada.pdf

Taibo, Francisco Ignacio (2017). La gloria y el ensueño que forjó una patria. Tomo 2. La intervención francesa. Editorial Planeta. México.