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19 Abril 2024, Puebla, México.

El Surco, historias cortas para vidas largas (Fragmento) / Iván Uriel Atanacio Medellín

Cultura /Sociedad | Ficción | 4.ABR.2022

El Surco, historias cortas para vidas largas (Fragmento) / Iván Uriel Atanacio Medellín

 

Mundo Nuestro. Presentamos un fragmento de la novela e Iván Uriel Atanacio Medellín, “El Surco”, la primera entrega de la trilogía “Apología del encuentro” que aborda las relaciones humanas desde la migración universal y se completa por las novelas “El Ítamo” y “El Muro”. en las próximas semanas presentaremos de este autor extractos de sus novelas. 

Aquí puedes leer textos de la poesía de Iván Uriel Atanasio Medellín

 

El Surco, historias cortas para vidas largas 

*(Fragmento)

Iván Uriel Atanacio Medellín

 

Un día como hoy partiste, no recuerdo el año, últimamente me da por no acordarme.

Sembraste manzanas para cosecharlas en agosto, las manzanas no se dieron, ni el trigo, ni las habas. Yo recostaba cuando escuché la puerta, un gallo cantó fuerte, más fuerte que el toquido, eran tus manos que tocaban. Mi madre madrugó al sereno, preparaba el desayuno a sabiendas de que liarías el hato. Ustedes regresaron hechos uno, escuché el tronido de sus besos, los susurros de sus labios salpicados, esa noche no dormí. La abuela nos acostó temprano, se calentó un café negro, cargado. No entendía porque ella rezaba un rosario en la víspera, al irse seguía rezando. Iba cansada, con el rebozo tapándole de la cabeza hasta la espalda.

     Yo sueño despierta uno de esos sueños donde el volcán siempre está blanco, caballos a faldas galopan levantando escarchas. El hielo vuela y cae sobre mí como si nevara, debajo del volcán abro mis manos y la nieve refrescando me baña. En la escuela narraban historias como la nuestra, que se iría algún conocido, los lunes éramos menos y en misa más vacías las bancas los domingos.

    Quise platicar contigo pero no sabía qué decirte. Escuchaba las milpas estaban pelonas, y no alcanzaba el dinero. La maestra decía que El Norte estaba lejos, como si El Norte fuera un lugar al que tarde o temprano nosotras llegaríamos. Allá había trabajo, y como trabajo no había aquí, una entendía por qué.

    Me hubiera gustado despedirme, supuse era demasiado malestar para ti verme despierta, guardaste silencio en la penumbra y a cada una nos diste un beso. Eso hacías todas las mañanas antes de irte, pero aquella madrugada tus besos llevaban un dolor que parecía quemarme, como si presionaras clavos con un martillo sobre mi corazón latiendo.

   Tu beso tenía sabor a despedida, así lo sentí, y cuando diste vuelta, cogí un pañuelo y sequé la humedad de aquella lágrima caída sobre mi frente, seguro ante la congoja no te percataste, aún guardo tu pañuelo con tu lágrima y tu beso. Yo sufría por no verte más, el Norte es un lugar allá...Lejos.