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23 Abril 2024, Puebla, México.

Nuevo viaje a la Sierra de Puebla. Cañada de Zitlalcuautla: esplendor y soledad / Alicia Mastretta Yanes y Sergio Mastretta

Naturaleza y sociedad | Crónica | 10.MAY.2022

Nuevo viaje a la Sierra de Puebla. Cañada de Zitlalcuautla: esplendor y soledad / Alicia Mastretta Yanes y Sergio Mastretta

Cuarta parte

 

Mirar la sierra al paso y a dos voces: la de la bióloga y la del periodista que quieren comprender la riqueza socio-ambiental y sus contradicciones, tan profundas como las barrancas por las que se desgaja la tierra hacia el mar. Repiten un viaje realizado también en abril y su semana santa, pero del año 2003. Y uno más en noviembre de 1999, tras la catástrofe provocada por las lluvias de octubre de ese año. Y otros desde 1971 por una Sierra de Puebla que impacta como ningún otro territorio la conciencia crítica. El relato va de la vivencia inmediata a la memoria de experiencias serranas de otros viajes vividos por los cronistas de esta historia.

 

 

Desde el fondo de la cañada el río avanza en requiebres y circunloquios como si el monte le negara el paso. Baja desde los tres mil metros, de la sierra que hace frontera entre Ixtacamaxtitlán y Tetela. Zitlalcuautla está refundida en el rincón tras el cerro en pico. Siguen siendo las montañas del oro. A la derecha, el cerro que del otro lado, en La Cañada de Tetela, nombran Espejeras. Al sur, más allá de la línea del horizonte, Tuligtic y la ambición de la empresa minera canadiense Almaden Minerals y sus cuentas millonarias en onzas de oro y plata para los celulares y los automóviles. En esa contradicción nos encontramos todos.

 

Zitlalcuautla, en el extremo sur del municipio de Tetela de Ocampo.

 

Pero en la soledad de las aldeas, el rumor del río marca el paso del tiempo. El cambio lo encontramos una vez más en la transformación arquitectónica de los pueblos serranos. Zitlalcuatla. La foto en Google Earth es de 2013.

 

Las comunidades

 

Algunas las vemos al paso de la carretera. Otras las ubicamos en el mapa, ocultas como están en los rincones de la serranía. Desde el sur de la cuenca del río Zitlalcuautla, con esa comunidad como la primera, si no se cuentan dos pequeñísimas, Los Jacales y Las Chapas, asomadas al territoriode Ixtacamaxtitlán, hasta Huahuaxtla, plantada ya en el municipio de Xochitlán, en 200 kilómetros cuadrados contamos 32 pueblos y aldeas, y no son más de nueve mil personas las que pasan la vida en esta montaña. En una área equivalente, alrededor de tres cuartas partes de la ciudad de Puebla, vivimos más de millón y medio de personas.

 

Ometépetl, en la cañada del río Zitlalcuautla, conocido ahí como el río Tateno. Foto de Mundo Nuestro.

 

Aquí sus nombres y el número de sus pobladores en el año 2010. Los apelativos castizos –El Puerto (165), San José (390), Las Canoas, Alvarezco (282), Los Patios (124), Guadalupe Buenavista (122)-- asoman tímidos ante la fuerza de la lengua mexicana: Zitlalcuautla (453), Talican (404), Capuluaue (369), Muyuapan (231), Tototzinapan (353), Ometépetl (344), Tateno (170), Zontecomapan (453), Taxco (454), Mexcaltitlán 15), Ronquiyogco (66), Jalacingo (320), Xocoyolapan (99), Xalpuente (214), Tepexácatl (220), Xiugquila (3), Atzalan 19), Chalahuico (134), Talaozuman (115), Cuaximaloyan (326), Huahuaxtla (2,471).

 

 

Los olvidados del silencio

 

Ya hemos dejado atrás la masa del  cerro Zotol. La carretera enfila por la ribera poniente del río Zitlalcuautla, que en estos lares prefieren llamar río Tateno, hacia Huahuaxtla, unos 40 kilómetros adelante. En las laderas, de un lado y otro y encaramados como pájaros en la rama de un tepozán, las aldeas, los pueblos, las comunidades. Como Totozinapan, asomado al barranco...

 

Totozinapan. Foto de Mundo Nuestro.

 

Los dos picos en Ometépetl. Foto de Mundo Nuestro.

 

En Ometépetl arranca una terracería que culebrea interminable a la cima del cerro de dos picos, con el caserío solitario de Zontecomapan asentado en su ladera. Viene una memoria de cuarenta años, cuando para gozar de una pachanga conocimos uno de los rincones más bellos de la Sierra de Puebla. El texto formó parte de la serie Con el sudor de tu crisis publicada en la revista Nexos entre 1983 y 1987, editada después como libro por la BUAP en 1989.

 

Foto del muro de Facebook Zontecomapan Tetela De Ocampo Puebla México.

 

Mayo de 1983. En el centro de la sierra de Puebla, Tetela de Ocampo. A una hora del pueblo hasta Ometepec; después hora y media de monte y vereda a pie, aparece el barrio de Zontecomapan con sus casas a lo largo de la cañada; los encinos y ocotes cubren la cima de la montaña. En la ladera, entre los grandes huecos erosionados, la milpa que aguantó el calor y la seca empieza a crecer con la lluvia de finales de mayo. En un ranchito adornado con flores y banderitas de papel, Alejandro Flores, jornalero de 72 años, con un buen día de aguardiente a cuestas, escucha las norteñitas del grupo Los Olvidados del Silencio. Es la boda del maestro rural del pueblo; llega a la ranchería jalando un burro arreglado de prendas blancas, y sobre el burro viene sentada la novia. Los invitados vienen atrás, en procesión. Truenan los cohetes. La novia se baja del burro; el novio le da un beso. Luego le dan el abrazo a todos los invitados que llegan a la fiesta. Truenan los cuetes. Como abraza la niebla, no se mira su carrera al cielo, sólo se escuchan las explosiones. El viejo Alejandro desenreda su historia tan rápido como los tragos de mezcal que desaparecen en su garganta.

 

Esa peña que ahí se ve... Foto tomada de Google Earth.

 

“Yo soy nacido de Tecuanta, que es acá atrás de esa peña que ahí se ve. Una hora que haga es mucho, si está cerquitas. Ora vine por la boda; por la barbacoa. Soy jornalero, desde siempre he sido, ora tengo que agarrar fuerzas a trabajar; el que se queda aquí no vive. Todo está duro, ora no más acabo de regresar de fueras: me fui a Cuetzalan, acá por Zacapoaxtla, a chapear café, pero no hubo trabajo; no hubo, entonces agarro pa Martínez de la Torre- allá tengo un cuñado, me ayuda a veces-, a chapear y no hubo tampoco. Me dice el patrón un día: “sí yo te doy trabajo, vente”, y yo lo sigo y me lleva lejos, y me quedé toda la noche. Me dijo cuando se jue: “mañana te traigo le almuerzo” , y que no llega en todo el otro día, no llega.  Caminé toda la noche pa regresarme a Martínez, sin comer.

Yo digo, me engaño aquel hombre y yo le trabajé.  Allá pagan a 200* pesos el jornal, aquí nadie arriba de cien, no tiene pa más, el días no hay de comer. Ya le digo, soy nacido en Tecuanta, que es atrás de esa peña que ahí se ve. Dicen se llama así porque allí vivió el tigre, el Tencuni, mi tata grande dijo que le desbarrancaron piedras pa matarlo, que no tenían armas; eso fue cuando los mexicanos de aquí de México. Zontecompan se llama así porque quiere decir cabacilla: Juan Francisco Lucas les pegó a los franceses…ellos traiban armas fuertes, aquí nosotros puras armas de las que fueran, pero los agarraron en la cañada y los acabaron. Decían los franceses: “bajemos a Ometepec, vamos a chingar mujeres”, pero no pasaron de la barranca, allí los esperaron…a un lado había cerro, a otro lado había cerro y éstos bien escondidos, no fallaron blanco. Dicen ahí se puede ver el lugar de la sangre, donde echaron todo el podridero de extranjeros. Yo no lo olvide, así lo platican los grandes”.

(* Pesos de los años 80. En 1993 se le quitaron tres ceros a la moneda tras una década de depreciación mortal del peso mexicano.)

La orquesta toca “El chubasco”. Corren los vasos de pulque. En la mesa, las señoras a un lado, los hombres del otro. Se devora arroz con mole. Algunos visten de manta, los más ropa mestiza. La casa del maestro, un cuarto sin ventanas, es la única construida con cemento y ladrillo. El novio y la novia decidieron casarse después de diez años de vivir juntos y ya con cinco chamacos. Brindamos, Los Olvidados del Silencio siguen tocando. Empieza el baile. Las parejas se confunden en la niebla. El viejo Alejandro, cuando descubre la niebla, pierde la vista en la peña de Tecuanta.

 

La realidad mágica de Zontecomapan reaparece tan sólo con buscar  su nombre en la red.

 

 

Bosque de galería

 

El  doctor Jesús Mao Estanislao Aguilar-Luna es un investigador egresado de la Buap especializado en Sistemas Agroforestales. Uno de sus alumnos, Bryan Francisco Martínez Luna ha realizado bajo su supervisión, una Investigación sobre la calidad arbórea el bosque de galería en el río Zitlalcuautla. Así describe lo que los ojos no entrenados son incapaces de distinguir:

“En el bosque de galería del río Zitlalcuautla, se inventariaron 0.6 ha-1 que resultaron en una densidad promedio de 1413 ind ha-1 pertenecientes a las siguientes especies: Alnus acuminata (ahile), Barkleyanthus salicifolius (jarilla), Buddleja cordata (tepozán), Crupressus lindleyi (cedro blanco), Pinus teocote (ocote), Populus alba (álamo blanco), Prunus capuli (capulín), Prunus persica (durazno), Quercus rugosa (encino), Salix babylonica (sauce llorón), Sambucus nigra (sauco) y Solanum nigra (hierba mora).” (Composición y estructura arbórea en el bosque de galería del río Zitlalcuautla, Tetela de Ocampo, Puebla)

No es fácil seguirle el paso a los ingenieros, pero Bryan se ha titulado como tal en sistemas agroforestales, y su trabajo forma parte del grupo de investigación: ''Sistemas agroforestales y agrícolas sostenibles'' BUAP-CA 234 y de la Línea de Investigación: Sistemas agroforestales para la restauración activa de los bosques de galería. Financiado con Recursos PRODEP No. 511-6/17-8017, el suyo permite seguir la pista del río desde la apuesta por la fruticultura que nos encontramos desde que la carretera desde Tetela se interna en la cañada del río Zitlalcuautla.

Bryan ubicó seis parcelas rectangulares de 1000 m2 en distitntos sitios a la orilla del río: en cada una realizó identificaciones botánicas y mediciones de vegetación para caracterizar cuatro variables: índice de valor de importancia (ÍVI), índice de valor forestal (ÍVF), índice de heterogeneidad de Shannon-Weaver (H') e índice de similitud de Sorensen (ÍSS); además, recolectó muestras de agua del río, y determinó sus características físicoquímicas. Al final de su investigación, además de informarnos de la riqueza arbórea con más de 1,400 árboles por hectárea y su diversidad (sobre todo ahiles, encinos, tepozanes, jarillas, ocotes, capulines, sauces y moras), el agua del río corre limpia y pura.

La esperan, cuenca abajo, tras su encuentro con las aguas del Apulco, las descargas contaminadas de pueblos y ciudades de la cuenca del Tecolutla.

 

Sembrando vida

 

Frutales en Ometépetl. Foto de Mundo Nuestro.

 

Uno tras otro, tantos que ya no los contamos. Serán veinte los que aparecen en donde quiera que haya un plano que lo permita. Viveros para producir frutales: las variedades que el mercado les pida de manzanos, duraznos, hijos, nueces. En todo el tramo carretero desde Tetela aparece así la única actividad económica que permita pensar que esta cañada existe para el mundo.

 

Las barrancas más pronunciadas requieren la construcción de terrazas para poder sembrar. Si se utilizan para hortalizas es posible que de todas formas la erosión deslave eventualmente la ladera, pero si se utilizan para poner árboles, sus raíces pueden contener mejor el suelo. Foto de Mundo Nuestro.

 

Plántulas de pino en un vivero de Sembrando Vida. Foto de Mundo Nuestro.

 

Sembrando Vida es sin duda un proyecto ambicioso que cambiará para bien la vida campesina de muchas familias, pues en varios sitios de México la vocación del suelo es claramente forestal. Foto de mundo Nuestro.

 

El lado oscuro de Sembrando Vida, que las autoridades parecen no querer admitir, es que por las prisas y formas en que se planteó, apoya a quienes habían históricamente talado su monte, pero deja sin premio a quienes conservaban bosque en su parcela. Como resultado, muchas familias optaron por talar su bosque para poder entrar a Sembrando Vida. Eso nos cuentan cuando preguntamos por este claro recientemente abierto, donde a punta de binoculares se observa una plantación de duraznos e higos. Foto de Mundo Nuestro.

 

La biodiversidad de la Sierra Norte de Puebla se caracteriza por cambiar abruptamente de la punta de un cerro a la siguiente curva de la carretera. En sus partes más húmedas está cubierta por bosques de niebla, el más amenazado de los ecosistemas de México. En las partes más bajas, la temperatura aumenta favoreciendo el crecimiento de selvas, y en las partes más altas, los bosques de coníferas dominan las temperaturas frías. Foto de Alicia Mastretta Yanes.

 

Huahuaxtla, ya en el municipio de Xochitlán. Foto de Mundo Nuestro.

 

Seguimos por la carretera solitaria. En hora y media de recorrido hemos vista pasar en sentido contrario tres automóviles. Nos ha rebasado un camión torton con un cargamento de frutales y dos o tres taxis que desde Tetela corren a Huahuaxtla.

 

 La piedra tallada por el río en la cascada del Apulco. Foto de Mundo Nuestro.

 

En un recodo se juntan el río Zitlaucuatla y el río Apulco. En la otra ribera, el siempre heroico Xochiapulco y su general Juan Francisco Lucas, con su eterna lucha por el reconocimiento contra Zacapoaxtla, la tierra de los conservadores que se quedó con la gloria del 5 de Mayo. Esa es otra historia.

Nosotros hacemos la última parada del viaje en Apulco. Antorcha Campesina compró hace unos años la vega turística propiedad de la familia Macip, con su más que centenaria araucaria, sembrada por el propietario porfiriano de la hacienda productora de licor en 1901. Sobevive en un bien cuidado jardín en el restaurante de los antorchos hoteleros. Esa tambien es otra historia.

 

La centenaria araucaria en Apulco. Foto de Mundo Nuestro.

 

Sierra viva

 

Soledad y esplendor de la Sierra. Por sus ríos, por sus pueblos, la sierra viva.

 

 Atardecer en el río Apulco.

 

Fin