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28 Marzo 2024, Puebla, México.

Memoria del río Alseseca: un recordatorio de que nosotros hace tiempo la perdimos

Naturaleza y sociedad | Crónica | 25.SEP.2022

Memoria del río Alseseca: un recordatorio de que nosotros hace tiempo la perdimos

En el Día Internacional de los Ríos

 

Mundo Nuestro. Domingo 25 de septiembre, el mundo celebra el Dìa Internacional de los Ríos. En algo nos entretemos, entonces. Pensar en los nuestros, los que perfilan la Cuenca Alta del Atoyac, seguir uno por uno con el cursor desde los volcanes. Mirarlos como uno solo. el Atoyac.

 

 

Contemplarlos también desde el satélite pero ahora con lo que significa para ellos la implantación humana que llamamos Metrópoli de la ciudad de Puebla:

 

Ahí estamos: las descargas municipales y las industriales. No tenemos memoria de lo que hemos hecho. Los ríos, poco atentos a nuestras consideraciones, nos lo recuerdar de cuando en cuando.

 

Sábado 24 de septiembre.  Esta noche uno de tantos ríos del mundo,nuestro Alseseca, vuelve para confirmarnos que tienen memoria. Y ahí está, desbordado en las calles del nororiente de la urbe. Lo hace de cuando en cuando, con tormentas como la que esta noche ha azotado la falda sur de la Malinche y que le permiten recuperar por unas horas su territorio.

 

 

21 de Junio de 2016. La tarde espléndida del domingo le permitió al sol jugar con los cúmulos amenazantes al norte de la ciudad. La lluvia no llegó ayer, y al final las nubes se convirtieron en el manto negro con el que cayó la noche. Pero la memoria me la dejaron esos cúmulos bárbaros, encendidos, asomados sobre nuestra modorra vespertina. Una tarde así, hace veinte años, de nubarrones magníficos alumbrados por el sol entrometido, dio paso a una noche trágica para la historia de la ciudad de Puebla, marcada por la furia de un río en el que poco pensamos, el Alseseca, apretado por la urbe contra la ladera del Teposúchitl, hermano menor del Atoyac y tan maltratado como aquél. Un río que desnudó en una sola tormenta la trama de necedades y corruptelas que acompañan de siempre el oficio de mal gobierno con el que los políticos le han dado lustre a las desgracias de la ciudad.

 

1.- Viernes 21 de junio de 1996 por la noche: la naturaleza desnuda la fragilidad de una ciudad que ya no sobrevive a sus engaños. Para la mala metrópoli un espejo implacable, el torrente espeso de lodo, árboles, piedras y basura desborda el desastroso paisaje de su desarrollo urbano. Los espejismos del progreso nos arrojan cadáveres destrozados en el fango. Nunca nuestro periodismo gráfico encontró territorio más propicio, y sus imágenes certeras alumbran el precipicio de nuestras equivocaciones.

2.- Media tarde. Seres anónimos circulamos extasiados por el espectáculo de las nubes, cúmulos y macisos grises en tonalidades tan variadas como los verdes del campo. Presagio de tormenta que no conmueve a los automóviles con sus soledades y desatinos empañados por los primeros asomos de la descarga tropical. 46 milímetros, dirán después los meteorólogos, como pocas veces se ha visto en los últimos cincuenta años. La mayor parte correrá por las faldas erosionadas de la Malinche. La dimensión de la catástrofe nos hará entender otras medidas: la extensión y profundidad de las barrancas del norte de la ciudad, con sus nombres antiguos --Xaltonac, El Conde-- que se hunden en los ríos Atoyac, San Francisco y Alseseca; la magnitud del desastre ambiental que significa pensar en la deforestación de los bosques, la erosión de la tierra, el taponamiento de los cauces, su reconversión en caños y basureros.

3.- Rumbo a la medianoche del viernes no imagino ese torrente de lodo y equivocaciones que arrastrará la vida de diez personas. Sufro la tormenta que estropea planes y ensoñaciones de reventón adulto. Quiero reconstruir una imaginación que no se produjo el viernes: un taxi en ese arroyo natural reconvertido en la vialidad heroica Cadete Vicente Suérez, un chofer fuera de la unidad que grita, implora, increpa a su pasaje. No hay más tiempo: el auto es una piedra más, otro tronco brutal decapitado con tres seres anónimos con sus ánimos, sus proyectos, sus broncas, su futuro atrapado en el lodo, ramas quebradas que no murmuran más lamentaciones.

4.- La noche entera. La respuesta y la angustia. Por radio la voz de un bombero: “No se puede más, comandante. No terminamos en un lado cuando ya piden auxilio en otro. Qué hacemos jefe... Si metemos el camión nos va a llevar la corriente también a nosotros”. No pararían, minuto a minuto recibían nuevas órdenes de la Central.

5- Juan Pantaleón Sebastián, presidente de la colonia La Providencia hará un recuento el domingo: han limpiado las calles; no hay teléfonos; no hay luz. Platica con el gobenador Bartlett. “El problema está en la mala planeación, señor. No nos tomaron en cuenta cuando desviaron el cauce del río Amalucan”. Así fue: el arroyo fue desviado hacia el Alseseca en un ángulo de noventa grados para dar paso a la vialiad Vicente Suárez. No resistió el embate del torrente, que buscó su sendero original. Ahí empezó a arrastrar a los automóviles. “No nos hicieron caso --insiste--, debieron haber construído un puente”.

“Esta obra es del sexenio anterior”, responde el gobernador. “Lo que nosotros hicimos fue darle continuidad a estas vialidades”.

Luis Ontañón, director del Soapap, y Eduardo Macip, flamante secretario de la SEDUEP, se miran. “¿Quién construyó esto?”, se preguntan. “¿Tú ya estabas?”, se dicen.

El torrente tampoco tuvo conocimiento.

 

6.- De las imágenes recientes del poder.

Primera: como en un juego de niños mal portados, los grupos de los gobernantes Manuel bartlett y Gabriel Hinojosa se mueven cada uno por su lado. Ocurre así el sábado. Tampoco el domingo se juntan. Los dammificados se acercan, explican, demandan. Pero los dos políticos nunca los enfrentan juntos. No dejan de lado sus diferencias. Los ciudadanos no los vemos codo a codo ante la tragedia.

Segunda imagen: también el domingo, pero en Zacatecas, una comida informal con los reporteros. El presidente Zedillo afloja el cuerpo y hace una declaración increible si se valora lo sucedido en los últimos años y se recuerdan sus mensajes reprobatorios: “Lo que nos ha faltado en México durante varios años es debatir políticamente cuál es el camino económico para que nuestro país se desarrolle. Ha habido muchas críticas, muchas posiciones rígidas por parte del Estado, y creo que lo que debemos hacer entre la crítica y la posición rígida es dialogar, debatir y todos poner nuestro mejor esfuerzo para llegar a un entendimiento mínimo que no borre las diferencias, las ideologías que cada quien sostiene, pero que con toda sinceridad reconozca cuáles son las posibilidades reales del país, dónde estamos históricamente en este momento de encrucijada, pero sobre todo dónde podemos estar si nos ponemos de acuerdo en lo fundamental”.

Son imágenes del poder. Reflejos de nuestra fragilidad, de nuestros espejismos, de nuestro destino. Ojalá Ernesto Zedillo tome en serio sus palabras. De hacerlo, los mexicanos lo recordaremos como nunca lo hemos hecho con presidente alguno desde los tiempos de Lázaro Cárdenas.

Ojalá los mandatarios Bartlett e Hinojosa reflexionaran en lo dicho por el presidente. Igualmente los recordarían con cariño nuestros hijos y nietos.

 

Los caños, los sueños, las equivocaciones. En la memoria aquel anuncio en el viejo cine Puebla, tal vez en alguna matiné de vaqueros y pirata. Un corte transversal de la obra proyectada para el río de San Francisco; descomunales bóvedas amarrarían por doble vía la corriente. Pocos objetaron la obra. Pocos protestaron entonces por su realización que redujo a la mitad la dimensión del acueducto.

Nos persiguen las ensoñaciones. Treinta años después la naturaleza sigue derrotando a los ingenieros. Los políticos persisten en sus sueños.