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24 Abril 2024, Puebla, México.

Ocho días en Puebla, 1849: Se acabaron las chinas  / Guillermo Prieto

Ciudad /Cultura | Crónica | 17.ENE.2023

Ocho días en Puebla, 1849: Se acabaron las chinas / Guillermo Prieto

Del Libro Ocho días en Puebla. Impresiones profundas de viaje arquitectónico, sentimental, científico y estrambótico de Fidel Guillermo Prieto

Martes por la tarde

Enseñé a un amigo mis apuntaciones sobre la Compañía, que acaban de ver mis lectores: era uno de esos aristarcos útiles para nos los escritorzuelos de bote zumbido; de esos críticos cuya celebridad consiste en gruñir a todos, a fuer de francos, descorteses, y que empiezan por caerse en gracia ellos mismos de las pesadeces con que agobian al prójimo.

--Ven acá, ven acá, charlatanuelo --me dijo-- viviente parodia de Dumas: ¿por qué no has escrito con más seso sobre la Compañía?

Pero hombre, si no tengo datos.

--Pues sepa usted, émulo del francés en Cartagena, que el fundador de la Compañía fue D. Melchor de Covbarrubias; sepa Ud. que el contribuyó más eficazmente a su reedificación y ponerla en el estado que usted la ha visto, fue el cura Don Cayetano Gallo, que sirvió algunos años la secretaría del señor Obispo Pérez.

Sepa Ud. que ha callado un acontecimiento muy notable, que es la explosión de la pólvora, ocurrida el 22 de agosto de 1833, que derribó una considerable parte del edificio.

No ha hecho Ud. mención del magnífico colateral de la iglesia, que es de mampostería, cubierto de estuco.

--Gracias, gracias. Mi amigo; atúfate y corrígeme; pero dime: ¿de dónde sabes eso?

--Lo he oído decir, y eso basta.

--Basta para decirlo por decir algo, sin afirmar nada, y ahí va esa sobre tu responsabilidad.

--Bien, sobre mi responsabilidad. No se hace aquí efectiva la de los ministros, y crees que por charlar… ¡ja., ja, ja!

Tomé mis apuntaciones, y desatinado me lancé a recorrer los conventos con incansable afán.

En todos ellos advertí el aseo y compostura de que ya he hablado; la propiedad y el lujo en el culto; la nimia curiosidad en los conventos de monjas.

Quería escribir de todo y de todo dar cuenta; pero espantado de que resultara al fin una breve reseña en folio, por el estilo de la de contribuciones directas, me contuve, evitando repetir la noticia que de varios conventos dio el Sr. Payno en las pags. 447 y 469 del tomo 3º. del Mueso Mexicano.

Hay en Puebla de los Ángeles, conventos de religiosos: Santo Domingo, San Luis, San Pablo, Las Llagas, fundado donde hoy es la Santa Veracruz, Santa Bérbara, Nuestra Señora de Gracia, el Carmen (antigua ermita de los Remedios), la Merced, Espíritu Santo, San Ildefonso, San Bernardo, San Roque, San Francisco de Paúl.

Algunas de las órdenes religiosas que servían estos conventos, hoy no existen. Los conventos de monjas son diez, y tres de niñas. Todos esos son templos magníficos, elevados a tal rango desde el de hermitas o beaterios por que los más de ellos comenzaron.

En cada uno de los templos, hay una particularidad que llama la atención del curioso, y sirve para las disertaciones de vuestro conductor.

En Santa Clara, hablarán a usted de la reciente renovación de os altares de blanco y oro, de la riqueza de las monjas y de la abolición del comercio de los famosos camotes.

En la Merced, se os mostrará la renovación del colateral y las capillas, emprendida por su comendador Fr. Santos Coy; el templo, sin embargo, es triste, y de lo menos hermoso de Puebla.

En la parroquia de San José, os enseñarán el templo y algunas pinturas de bastante mérito, pero si queréis penetrar en la capilla de Jesús, se os dirá entonces que volváis despacio, porque aquello requiere de una atención particular; os indicarán, para avivar más vuestra, que aquella capilla, lo mismo que el templo de San Agustín, son obras del hijo del autor austero y sublime de El Escorial.

En la Soledad, se os refiere la historia de su fundación, debida a Diego Gutiérrez de Soto Mayor.

En la iglesia de Loreto, os entretenéis con la tradición siguiente:

“Un pobre hombre vecino del pueblo de la Resurrección, iba con dirección a la ciudad y pasando por la falda del cerro de Belén, le cogió una de esas tempestades que sólo se ven en Puebla; las nubes se desgajaban, la tormenta era cada vez más horrible: despréndese  una centella de las nubes, invoca el cristiano a la Virgen, y sale libre de aquel trance fatal. A pocos días, el transeúnte construía con vigas un templo a la Virgen de Loreto, y se hacía ermitaño; y después, el padre D. Baltasar Rodríguez Zambrano, edificaba el hermoso templo que hoy existe”.

En la iglesia de San Francisco, os llevarán a ver el nicho que encierra el cadáver incorruptible del glorioso Fr. Sebastián de Aparicio, natural de Galicia y lego profeso de aquel convento, beatificado por Pío VI.

En el convento de Sto. Domingo, oiréis la tradición de Nuestra Señora de la Manga, que transcribe en su viaje el Sr. Payno. (12)

En el convento de Santa Mónica de religiosas recoletas agustinas, admiraréis un crucifijo de marfil, de poco más d vara, cuya perfección es de mérito extraordinario.

Sería necesario escribir un tomo o poseer una fantasía tan rica como la de Dumas, para describir en unos cuantos renglones, toda aquella belleza, toda aquella pompa con que se ven brillar los templos de Puebla, en un día festivo: el recogimiento del pueblo, la cera ardiendo con profusión de los altares, los riquísimos vasos sagrados, los paramentos brillando con el oro.

Como este escrito no tiene pretensiones ni de relación de viaje, ni de obra, ni de otra cosa que charla periodística, que yo mismo ridiculizo en los irónicos títulos que lleva, por esta razón, no soy más extenso, y concluyo esta reseña con el siguiente  estado, que dará una idea de los conventos de puebla y su riqueza.