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1 Diciembre 2024, Puebla, México.

Cuando un niño nace en el mundo tutunakú / Manuel Espinosa Sainos

Cultura | Crónica | 2.OCT.2023

Cuando un niño nace en el mundo tutunakú / Manuel Espinosa Sainos

En el mundo tutunakú, cuando nace un niño lo llevan inmediatamente al potrero para acostarlo por un instante justo en el lugar donde se sabe que nació un becerro, para que cuando sea grande sea fuerte y valiente, eso, conmigo no sucedió.
Algunos otros recién nacidos les dan de comer huevo fresco del tantsulut o pájaro mensajero, para que de grande tengan la capacidad de entender el mensaje del ave y de esta manera conocer su destino y el destino de los demás, eso conmigo tampoco ocurrió, pues hasta hoy no se que pasará al rato o mañana o después de mañana. Si hubiera sido así, jamás hubiera ido esa tarde a casa de la tía de mi papá y me hubiera evitado esa caída de los escalones que me dejó una cicatriz en la ceja izquierda.
Dicen que si un niño o niña nace a altas horas de la noche cuando crezca no tendrá miedo a la obscuridad, eso conmigo tampoco pasó, pues cada que se va la luz imagino seres extraños parados en la puerta de la casa acechandome y palos de escoba convirtiéndose en serpiente.
Pero a pesar de ello me emociona saber que al nacer me desprendí de un gran árbol plantado allá en el cielo, justo ahí donde convertidos en dulces frutas, están colgados todos los niños tutunakú, que al madurar, se desprenden y nacen, así llegué yo a los brazos de la tierra. También me alegra saber que posiblemente, como en ocasiones me decía mi madre, fue la partera quien me trajo escondido en su tenate y fue así como nací y llegué a los brazos de mamá. Aun recuerdo los restos de mi infancia buscando niños envueltos en una servilleta metidos cuidadosamente en el tenate de la partera.
Y qué decir de los ratones que hicieron una gran fiesta cuando nací pensando que sería un gran sembrador de maíz, pero les fallé, soy sembrador de palabras, porque las palabras también alimentan el alma.
Uno de los momentos más importantes después del nacimiento consiste en colgar el cordón umbilical del recién nacido en la rama de un árbol en crecimiento, para que así como vaya creciendo se vaya elevando también, eso conmigo tampoco sucedió, pues a dos o tres metros de altura me da miedo asomarme hacia abajo y las piernas me tiemblan cada que me paro en la orilla de la azotea, ni hablar de subirse a un árbol, el miedo me invade. Ya hubiera yo querido tener alas pero tristemente nunca sería un buen volador.
Agradezco las veces que, mientras dormía, mi madre me acostó con una mazorca roja para evitar que los difuntos me hicieran daño, y las muchas veces que colocó el pico de un pájaro, no recuerdo cual, en mis labios para que me provocaran no solo una gran sonrisa, sino que también me transmitieran su canto y su capacidad de decir. Eso sí funcionó, hasta hablo en la radio, y aquí estoy hablando solo, con mucha nostalgia, escribiendo para contarles que ya casi, el 4 de octubre, felizmente cumplo un año más de vida.
 
Manuel Espinosa Sainos. Poeta, traductor y comunicador tutunakú.
Manuel.Espinosa.Sainos_95
youtube.com/channel/UCuw45XJxORuc7aRmHkNApkg