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9 Mayo 2024, Puebla, México.

Amazon y Tesla en el punto de mira sindical. Dossier de la revista Sin Permiso

Economía /Mundo | Ensayo | 3.DIC.2023

Amazon y Tesla en el punto de mira sindical. Dossier de la revista Sin Permiso

Revista Sin PermisoOliver Roethig está al frente de UNI Europa, la federación sindical europea de trabajadores de servicios, que cuenta con siete millones de afiliados. Harold Meyerson es un veterano periodista de la revista The American Prospect, de la que fue director, ofició durante varios años de columnista del diario The Washington Post. Considerado por la revista The Atlantic Monthly como uno de los cincuenta comentaristas más influyentes de Norteamérica, Meyerson pertenece a los Democratic Socialists of America, de cuyo Comité Político Nacional fue vicepresidente. Martin Gelin es periodista del diario sueco Dagens Nyheter.

 

¡Que pague Amazon!: Huelgas y protestas por todo el mundo 

Oliver Roethig

Tal día como hoy, Black Friday, hace tres años, los trabajadores de los almacenes de Amazon y sus aliados progresistas coordinaron una protesta mundial por primera vez en la historia de la empresa, bajo el lema “Make Amazon Pay” ["Que pague Amazon"]. Durante la pandemia, Amazon -su fundador, Jeff Bezos, es la persona más rica del mundo- había obligado a los trabajadores a estar en los almacenes sin equipos de protección. Pero el Black Friday se opusieron con huelgas y acciones en quince países para exigir seguridad y dignidad.

Hoy, los trabajadores de Amazon en Alemania, Reino Unido, España, Italia y Estados Unidos están haciendo aún más fuerte su demanda de “Que pague Amazon”, con una nueva oleada de huelgas. Es una muestra del poder colectivo que han erigido, junto con simpatizantes en sus lugares de trabajo, en las calles y en los parlamentos.

 

El mayor desafío

Esta creciente jornada de acción confirma lo que quedó claro durante los amplios debates de la “Cumbre para que Amazon pague”, celebrada a finales de octubre en Manchester (Reino Unido). Por primera vez se reunieron trabajadores, sindicatos, sociedad civil y parlamentarios del movimiento global de Amazon. La empresa se enfrenta al mayor desafío a sus abusos de toda su historia.

Este año, en Alemania, el Prime Day fue testigo de huelgas en diez almacenes de todo el país, organizadas por el sindicato Ver.di. En los Estados Unidos, los repartidores de Amazon formaron el primer sindicato de conductores junto a los Teamsters [sindicato de camioneros]. Organizaron piquetes para reclamar mejores salarios, empleos seguros y reconocimiento del sindicato. Al mismo tiempo, los miembros del Sindicato de Guionistas de Estados Unidos lograron una importante victoria contra Amazon y otros estudios de producción de cine y televisión, estableciendo barreras para que la tecnología no pueda reducir sus condiciones de trabajo.

En el Reino Unido, el sindicato GMB organizó a un millar de trabajadores de los almacenes de Amazon en menos de un año y los llevó a la huelga durante un total de 28 días. Cuando solicitaron el reconocimiento oficial del sindicato (que, según la legislación laboral británica, exige que el 50% de los trabajadores de un centro de trabajo estén sindicados), Amazon contrató a miles de trabajadores más para frustrar el intento. Pero los trabajadores siguieron luchando.

No están solos

Este Black Friday vuelven a la huelga, pero no están solos: huelguistas de Alemania, Italia y los Estados Unidos se unen a ellos en un histórico piquete internacional en el almacén de Coventry, en las Midlands inglesas. Juntos, declaran: las prácticas antisindicales de Amazon se tienen que acabar.

Los trabajadores de Amazon reciben el apoyo de la sociedad civil y de movimientos progresistas de todo el mundo. En más de treinta países, activistas y ciudadanos organizan hoy protestas en solidaridad y para que la empresa rinda cuentas de sus perjuicios a las comunidades y a nuestro planeta.

En Luxemburgo, sede europea de Amazon, una coalición de sindicatos, organizaciones de defensa de la justicia fiscal y del clima se oponen a sus recientes despidos y a su evasión fiscal en el centro de Europa. Aunque en 2022 ingresó 50.000 millones de euros, por quinto año consecutivo Amazon no pagó impuestos en Luxemburgo.

En siete países -Japón, Países Bajos, Alemania, Irlanda, Italia, Reino Unido y Canadá-, activistas por el clima protestarán ante las instalaciones de Amazon Web Services (AWS). Condenan el "ecoblanqueo" de Amazon, el creciente impacto climático y el consumo eléctrico de sus centros de datos y los contratos de AWS con empresas de combustibles fósiles.

 

Amenaza a la democracia

Pero la exigencia de que Amazon pague no sólo resuena en los almacenes y en las calles. Los líderes políticos reconocen cada vez más la amenaza que la empresa supone para los trabajadores, las comunidades y la democracia en general.

Varios estados de los Estados Unidos -entre ellos Nueva York y Minnesota- han aprobado leyes para proteger a los trabajadores de los almacenes. En España, el Gobierno progresista saliente aprobó una ley que permite a los trabajadores y a sus sindicatos ejercer cierto control sobre los algoritmos diseñados para controlarlos. El gobierno municipal de Barcelona introdujo la llamada "tasa Amazon", que grava el uso gratuito del espacio público por parte de las entregas de última milla. En Irlanda, el Oireachtas (Parlamento) ha aprobado un proyecto de ley para impedir que Amazon se deshaga de productos nuevos y sin usar.

En un ámbito más amplio, el caso antimonopolio de la Comisión Federal de Comercio de los EE.UU. y la Ley de Mercados Digitales de la Unión Europea demuestran que los responsables políticos de ambos lados del Atlántico comprenden la necesidad urgente de hacer frente al poder monopolísta de Amazon.

Dinero público

Se trata de avances positivos. Sin embargo, lo que rara vez se reconoce es el papel que desempeña el dinero público a la hora de apuntalar el modelo de negocio de Amazon, de desestabilizar industrias, eludir impuestos y acabar con los sindicatos. El crecimiento del comercio electrónico de Amazon se ha visto impulsado por los beneficios generados por su rama de servicios en la nube, AWS, y los contratos públicos han resultado claves para el crecimiento de AWS.

En 2021, UNI Europa, la federación sindical europea de trabajadores de servicios, publicó una investigación que mostraba que el valor total estimado de los contratos de AWS con instituciones públicas en Europa ascendía nada menos que a 500 millones de euros al año entre 2019 y 2021. Eso supone 1.300 millones de euros en dinero público en solo tres años. La investigación se basó en datos disponibles públicamente, por lo que es muy probable que la cifra real sea mayor. Peor todavía, en una investigación de seguimiento UNI Europa mostró que hasta el 99 por ciento de los contratos públicos destinados a Amazon se adjudicaron sin concurso abierto. 

Es un error que las autoridades públicas estén recompensando a Amazon -y, por extensión, a su modelo de negocio- con lucrativos contratos de computación en la nube. La empresa es un buen ejemplo de la razón por la cual el UNI Europa ha hecho campaña para que los contratos públicos se adjudiquen únicamente a quienes dispongan de un convenio colectivo en vigor.

 

Necesidad de reforma

Es necesario reformar la Directiva sobre contratación pública de la UE, para que las normas impidan que malos empleadores como Amazon -en contraposición a los buenos empleadores que respetan a sus trabajadores y la negociación colectiva- reciban dinero público. Una reciente audiencia en la comisión de Empleo y Asuntos Sociales del Parlamento Europeo confirmó un amplio consenso en torno a la necesidad de reforma entre los interlocutores sociales, los expertos y los parlamentarios.

El próximo Parlamento y la próxima Comisión, tras las elecciones de junio de 2024, deberían convertirlo en realidad. Lo mínimo que merecen los miles de trabajadores de Amazon que hoy están en huelga es que nuestras instituciones públicas no financien su explotación, sino que apoyen sus derechos y su dignidad en el trabajo.  

Fuente: Social Europe, 24 de noviembre de 2023

 

Con Tesla, los trabajadores suecos pueden hacer lo que no pueden los norteamericanos

Harold Meyerson 

En apoyo de los mecánicos en huelga, los estibadores suecos ya no descargan los Tesla. Esta solidaridad no es legal en los EE. UU.

Mientras la UAW (United Auto Worker) planea campañas de sindicalización en las fábricas no sindicadas de Toyota, Honda y Tesla, una campaña de sindicalización entre los mecánicos de Tesla en Suecia ilustra una vía de éxito organizativo que los trabajadores norteamericanos solían seguir hasta que los conservadores la cerraron.

Tesla no tiene fábricas en Suecia, pero emplea a unos 120 mecánicos para poner a punto y arreglar sus coches. El sindicato de estos trabajadores, IF Metall, lleva años intentando llevar a Tesla a la mesa de negociación, como es habitual en Suecia, donde aproximadamente el 90% de la mano de obra está representada por sindicatos. La sola idea es anatema, por supuesto, para Elon Musk, que cree que estos asuntos es mejor dejarlos, en la empresa, y tal vez en el mundo en general, en manos de Elon Musk. Después de que Musk respondiera con una negativa rotunda a reconocer al sindicato, los mecánicos abandonaron el trabajo el 27 de octubre y siguen en huelga.

Lo que pasó a continuación ilustra muy bien lo que significa que una nación tenga valores solidarios reforzados por leyes solidarias. A los pocos días de la huelga, el sindicato de estibadores suecos anunció que dejaría de descargar Teslas en los puertos del país (los Teslas que se venden en Suecia proceden de fábricas alemanas y norteamericanas de Tesla). Seguidamente, se sumó el sindicato de pintores y prometió que sus miembros ya no pintarían ningún Tesla que necesitara un retoque. Ahora, el sindicato de empleados de comunicaciones promete no hacer entregas en las oficinas de Tesla si ésta no reconoce a su sindicato de mecánicos antes del 20 de noviembre.

No son acciones éstas que podrían emprender los sindicatos norteamericanos en apoyo de una huelga de la UAW en Tesla. Sin embargo, durante el gran periodo de crecimiento sindical en los EE. UU., entre 1936 y 1947, estas "huelgas de solidaridad" eran legales y frecuentes. Con la aprobación de la Ley Nacional de Relaciones Laborales en 1935, se consideraron, y se codificaron, como una forma necesaria de realzar el poder de los trabajadores en una nación capitalista en la que el poder indebido de los directivos y los accionistas era la condición por defecto de las relaciones económicas, una condición que había contribuido a una catastrófica depresión mundial a principios de la década de 1930.

Sin embargo, con la promulgación (por encima del veto del presidente Truman) de la Ley Taft-Hartley por parte de un Congreso dominado por republicanos y demócratas sureños de derechas en 1947, se ilegalizaron las huelgas secundarias y los boicots de los trabajadores en apoyo de los trabajadores en huelga de una empresa diferente o de un sector distinto. En aquella época, los sindicatos representaban aproximadamente un tercio de la mano de obra estadounidense, pero con la ley Taft-Hartley se frenó bruscamente su ascenso y en una década comenzó un declive de más de 60 años hasta su nivel actual del 10% (sólo el 6% en el sector privado). Esto sitúa el porcentaje de trabajadores sindicados más o menos en el mismo nivel que había antes de que la NLRA legalizara el derecho de los trabajadores a la negociación colectiva a mediados de los años treinta.

Desde mediados de la década de 1960, cada vez que los demócratas han controlado la Casa Blanca y ambas cámaras del Congreso, han intentado aprobar proyectos de reforma de la legislación laboral que habrían devuelto a los trabajadores algunos de los derechos y buena parte del poder que perdieron con la promulgación de la ley Taft-Hartley. Sin embargo, los demócratas nunca han podido superar el obstáculo de la mayoría absoluta del Senado. Con el apoyo público y la administración Biden como respaldo, y con un nuevo equipo de líderes militantes en algunos sindicatos clave, los trabajadores están librando ahora su ofensiva más seria en muchas décadas.

Sin embargo, para que el movimiento crezca como lo hizo antes de la Taft-Hartley, seguiría siendo necesario introducir cambios importantes en el panorama jurídico. La mayoría de los cargos electos demócratas parecen entenderlo por fin; ha sido un trabajo de decenas de años, y ha hecho falta la deserción de una parte cada vez mayor de la clase trabajadora de las filas del partido para conseguirlo. Ahora que están ahí, los trabajadores necesitan que haya más cargos públicos salidos de entre ellos para sacarles de encima esa desgracia de la Taft-Hartley, sacando así también de su desgracia a buena parte de la clase trabajadora. 

Fuente: The American Prospect, 14 de noviembre de 2023

 

Tesla puede haber optado por una pelea imposible de ganar con los poderosos sindicatos suecos

Martin Gelin

Por primera vez en el mundo, los trabajadores del fabricante estadounidense de automóviles Tesla se declaran en huelga. No es casualidad que esta huelga se produzca en Suecia, que cuenta con uno de los movimientos sindicales más fuertes de Europa. Más del 90% de los trabajadores están protegidos por convenios colectivos, y el sistema cuenta con un fuerte respaldo tanto entre los empleados como entre los empresarios. Y con razón: el modelo sueco de relaciones laborales ha mantenido durante décadas una relativa paz laboral entre asalariados y empresas.

Al negarse a dar cancha, el gigante automovilístico de Elon Musk puede haber optado por una pelea imposible de ganar. Lo que empezó como un pequeño desacuerdo local ha crecido hasta el punto de que podría tener implicaciones globales, con posibles efectos dominó para los movimientos sindicales y los trabajadores del automóvil en Europa y Estados Unidos.

Tesla no fabrica coches en Suecia, pero dispone de talleres de mantenimiento. El conflicto comenzó cuando un grupo de 130 mecánicos descontentos vio rechazada su solicitud de convenio colectivo. Como es habitual en Suecia, se solidarizaron los sindicatos de otros sectores. Los estibadores, los trabajadores del correo y el reparto, los limpiadores y los pintores de coches han acordado hasta ahora negarse a trabajar con productos de Tesla. La mayor empresa de taxis de Estocolmo también ha dejado de comprar nuevos coches Tesla para su flota. Su lucha contra el modelo empresarial antisindical de Tesla podría extenderse ahora a Alemania, donde Tesla tiene fábricas y una mano de obra significativamente mayor. El poderoso sindicato alemán IG Metall se ha declarado dispuesto a iniciar negociaciones colectivas si los trabajadores lo exigen.

Tesla y otras empresas estadounidenses han juzgado mal la situación si esperan un trato especial en Suecia. Mucho ha cambiado en la sociedad sueca en las últimas décadas, pero el fuerte apoyo a los convenios colectivos sigue considerándose la columna vertebral del modelo económico del país.

En general, los salarios mínimos y las prestaciones no se regulan por ley, sino en negociaciones entre sindicatos y empresarios de cada sector. La mayoría de las veces ha funcionado bien: Suecia tiene menos huelgas que sus vecinos nórdicos. Esto se debe a que los sindicatos son tan fuertes que sólo necesitan convocar huelgas como último recurso. A pesar del gobierno de derechas actualmente en el poder en Suecia, los llamamientos a cambiar el modelo de empleo son escasos.

Los gigantes tecnológicos nacionales y extranjeros han intentado desafiar el sistema, pero ahora es más probable que estos intentos resulten contraproducentes. Recientemente, la empresa de tecnología financiera Klarna tuvo que ceder tras varios años de intentar resistirse a los convenios colectivos, y llegó a un acuerdo con los empleados en una victoria para los sindicatos de cuello blanco. Cada vez se presiona más a Spotify para que haga lo mismo.

En lugar de importar a Suecia las laxas normas laborales de los EE.UU., Tesla puede acabar poniendo en peligro su propio modelo de negocio. En los Estados Unidos, Tesla se ha visto envuelta en varios escándalos en la última década, con acusaciones relacionadas con la seguridad en el lugar de trabajo, discriminación racial, acoso sexual, infracciones laborales y prácticas ilegales para frenar los esfuerzos de sindicalización.

Las empresas solían salirse con la suya en este tipo de comportamientos, pero las huelgas cada vez más exitosas y la organización de los trabajadores este año sugieren que el equilibrio de poder está cambiando. 2023 ha sido un año de grandes huelgas y victorias sindicales en los Estados Unidos. A pesar de décadas de sentencias del Tribunal Supremo que dificultan la creación de sindicatos, y de la promulgación por parte de gobiernos conservadores de las denominadas leyes de derecho al trabajo (un eufemismo orwelliano para suprimir la organización sindical), ahora parece haber un impulso real, con un apoyo a los sindicatos en máximos históricos. Menos del 10% de los trabajadores del sector privado estadounidense están sindicados, pero un 67% apoya hoy a los sindicatos, frente a un 48% solamente en 2009.

La huelga de actores de Hollywood organizada por el sindicato SAG-AFTRA duró 118 días, lo que la convierte en la más larga de la historia del gremio. Terminó con importantes victorias, entre ellas grandes aumentos de salarios, prestaciones y pensiones, así como un marco de garantías sobre Inteligencia Artificial para los actores. Más de 75.000 trabajadores del gigante sanitario Kaiser Permanente participaron también en una huelga en todos los Estados Unidos, que se saldó con aumentos salariales de más del 21% para los trabajadores.

Cuando United Auto Workers organizó este verano en Michigan huelgas en las "tres grandes" empresas automovilísticas -General Motors, Ford y Stellantis-, tres cuartas partes de los norteamericanos afirmaron que les apoyaban. Apareció Joe Biden, que se ha autodenominado como "el presidente más favorable a los sindicatos de la historia de los Estados Unidos". Quizás se trate de una hipérbole típica, pero la administración de Biden ha conseguido bastantes logros para los sindicatos en los últimos tres años, especialmente en comparación con el pésimo historial de otros presidentes recientes (Donald Trump se presentó también en Michigan, pero pronunció un discurso en un fabricante de piezas de automóviles no sindicado, lo que fue igualmente típico de su típico disfraz de clase obrera sin substancia política).

La huelga de United Auto Workers dio lugar a grandes concesiones por parte de los fabricantes de automóviles, que acordaron aumentos salariales del 20-30% para los trabajadores. Para Musk, hay motivos para temer que se ponga en entredicho su modelo de negocio, ya que la lucha en Suecia tiene resonancias en el fortalecimiento del poder de los organizadores laborales en los sindicatos norteamericanos. El trabajador medio de los tres grandes fabricantes de automóviles de EE.UU. gana ahora mucho más dinero y tiene mejores prestaciones que un trabajador de Tesla, lo que podría facilitar que UAW organizara también a los trabajadores de las fábricas de Tesla en los EE.UU.

Susanna Gideonsson, que dirige la federación sindical sueca que lucha contra Tesla, se mostró notablemente confiada en una entrevista. "Esto acabará cuando los empleados consigan un convenio colectivo, de una forma u otra", afirmó. ¿Y si no lo consiguen? "Entonces, Tesla podrá abandonar el país". Si está en lo cierto, podría suponer una tremenda victoria simbólica, que reforzaría los vientos de cola que le llegan a los movimientos sindicales a ambos lados del Atlántico.

Al enfrentarse a sus mecánicos suecos, Tesla parece haber subestimado la fuerza del movimiento sindical que les respalda. Al estilo clásico de David contra Goliat, los mecánicos se han enfrentado al hombre más rico del mundo, pero ahora el impulso está con ellos.

Fuente: The Guardian, 21 de noviembre de 2023