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10 Abril 2025, Puebla, México.

¡Qué te cuento!  / Malusa Gómez

Cultura | Reseña | 4.ABR.2025

¡Qué te cuento! / Malusa Gómez

Ferdinand de Saussure, un lingüista suizo, es uno de los pilares del estudio moderno de la lingüística. En su obra Curso de lingüística general, abordó la idea de que la lengua no es un sistema estático, sino que está en constante cambio y evolución.

(Este texto se publicó originalmente en entremas.mx)

Hace unos días chateando con mi hijo, al despedirme le dije “que tengas un buen finde”. A lo que me respondió -entre burlón y criticón- algo así como “¿finde, ma?” Querrás decir fin de semana. Yo, digna e informada en el tema, le contesté ¡Qué te pasa, la palabra “finde” está aceptada por la RAE!

Entonces él me respondió “si la RAE acepta güey con g y diéresis, no merece mi respeto”. Ante esa respuesta tajante y hasta divertida, me pareció un buen ejercicio buscar esas palabras que la Real Academia acepta cada año y que lejos de acercarla a la gente, más bien ha hecho que poco a poco vaya perdiendo el respeto de algunos.

Y es que la verdad, estos académicos de la lengua se pasan un poco. Por ejemplo, ahora resulta que decir bluyins es correcto cuando de pantalones de mezclilla estamos hablando, o almóndiga en lugar de albóndiga, dotor en lugar de doctor y amá y apá cuando nos referimos a nuestros progenitores.

Pero a ver, antes de que nos de un ataque a todos los puristas, pongámonos un poco históricos para entender qué es lo que rige a estos señores y señoras a tomar semejantes decisiones.

Ferdinand de Saussure, un lingüista suizo, es uno de los pilares del estudio moderno de la lingüística. En su obra Curso de lingüística general, abordó la idea de que la lengua no es un sistema estático, sino que está en constante cambio y evolución.

El señor Saussure distinguió entre “lengua” (el sistema de signos lingüísticos compartido por una comunidad) y “habla” (el uso individual de ese sistema). Según él, la lengua es un fenómeno social y, por lo tanto, está sujeta a las transformaciones que surgen del uso colectivo, es decir, de los hábitos y costumbres de los hablantes. Así que, sí. En ese sentido, la lengua está “viva” porque evoluciona a través del tiempo a medida que los hablantes cambian sus usos, adoptan nuevos significados, o incluso crean nuevas palabras.

Si esto resulta cierto, el día menos pensado por “usos y costumbres”, la RAE aceptará fuistes y venistes, póngasenos los pelos de punta o no a algunos y pierdan nuestro respeto, o por lo menos el de mi hijo. Por ejemplo, la palabra jalar algunos dicen que viene del latín y otros del árabe halar, que se refiere al acto de tirar algo hacia uno mismo, su evolución se debió a su uso hablado más que escrito y por el sonido al final se cambió la h por la j.

La comunicación se adapta a nuevas necesidades, como lo hemos visto con la incorporación de anglicismos o la simplificación de ciertas construcciones gramaticales. Los cambios en la lengua también pueden estar impulsados por factores sociales, culturales y tecnológicos.

Este es el caso de palabras como, trolear, espóiler, wasabi, brunch y mensajear que se han ido adaptando y transformando por su uso coloquial. En resumen, Saussure sostiene que los cambios lingüísticos son naturales y necesarios, porque la lengua está constantemente influenciada por los hablantes que la usan.

También existen ese par de palabras que se fusionaron, que de tanto usarlas juntas se volvieron una sola: autopartes, ayudamemoriaamigovio y valemadrismo o a las que una situación específica hizo que las aceptaran, como coronaviruscovid y confinamiento.

Y están las de toda la vida, de las cuales nunca hemos dudado como mamitis y mi consentida que descubrí el año pasado y creí que era un invento de una amiga y me sorprendió encontrarla en la lista de nuevas palabras, estoy hablando de casoplón, se usa cuando nos referimos a una casa enorme, es decir una mansión.

El tema es que, nos guste o no, los miembros de la Real Academia de la Lengua Española dedican tiempo y esfuerzo a poner y quitar palabras, a poner y quitar acentos -como el de sólo o solo que tanto nos enojó- y si con ello ofenden o pierden nuestro respeto, la verdad es que seguramente les da bastante igual. (Malusa Gómez)