SUSCRIBETE

15 Abril 2025, Puebla, México.

Bernarda Alba: clown, tragedia y grotesco en Puebla / Moisés Ramos Rodríguez

Cultura | Reseña | 9.ABR.2025

Bernarda Alba: clown, tragedia y grotesco en Puebla / Moisés Ramos Rodríguez

Clown se metió en La casa de Bernarda Alba y…

La tragedia llevada a lo grotesco  

 

 

Ocho años de duelo. Ocho años de encierro. Nada podrá entrar en la casa clausurada mientras la madre, las hijas y la criada vivan el duelo por la muerte del marido, del padre, del amo.

Tal anuncia Federico García Lorca (1898-1936) en su obra La casa de Bernarda Alba, escrita hace casi cien años y estrenada hasta 1940.

Ese duelo parecía ser la profecía del poeta granadino sobre el futuro de España, sólo que el duelo para el país que lo vio nacer duró no ocho, sino treinta y nueve años: la dictadura de un Franco que buscó preservar la Hispania del siglo XIX (y casi la medieval) mientras vivió.

Desafortunadamente el militar lo consiguió.

Ahora, en el año 2025, una troupe, una tropa, un grupo de payasas —y un payaso— toma por asalto el escenario y nos muestra La casa de Bernarda Alba recargada, reload, actualizada, pero en tono de clown.

 

Entonces, rectificó: no es un grupo de payasas y payaso, sino una tropa de clowns —que no es ni será lo mismo— el que asalta el escenario de El Breve foro bar (en la Calle 7 Norte número 8 de la Ciudad de los Ángeles, hoy Puebla), para mostrarnos un drama del que somos parte, pero del cual también nos podemos reír, con amargura, sí, pero incluso lo podemos hacer a carcajadas.

Ser clown es ser exagerado, trabajar con lo grotesco, es decir, llevar al límite lo ridículo. A este personaje lo conocimos trabajando en el circo, pero lo vemos laborando en el teatro matizando algunas de las expresiones que tuvo bajo la carpa itinerante: lo gestual pasa a ser moderado, y la palabra requiere de un espacio (e importancia) al mismo nivel que el movimiento del cuerpo, la broma o el gag.

Entonces, cuando se anuncia la obra de García Lorca en “adaptación libérrima” (La casa de Bernarda Alba clown) y se pide: “¡Perdónalas, Federico!”, y que se trata de una “idea loca de Vannesa Nieto”, con una dramaturgia de Silvia Macip (la poblana “exiliada” en España), y como si fuera el título (¿o lo es…?) “La tropa no tiene la culpa” aparece en grandes letras, el espectador más o menos ya sabe, o puede intuir, lo que va a ver.

La obra La casa de Bernarda Alba ha sido montada —y lo es, frecuentemente— en el mundo de habla española. En Puebla, hace casi cuarenta años, fue memorable la versión del director y actor poblano Marko Castillo, pero no había habido otro montaje como el que presenta la Tropa Plú, grupo de “mujeres payasas” (y dos payasos, al menos por ahora) que dirige Vannesa Nieto.

 

Lo grotesco entre lo grotesco

 

Que España había perdido, a principios del siglo XX el poderío mundial que tuvo en los siglos XVI y XVII, lo sabemos todos, y que la pérdida de sus últimas colonias al finalizar el siglo XIX le hizo enconcharse y cubrirse con el manto de la sotana medieval y el olor de la sacristía clausurada, donde se tomaban decisiones que pusieron en más de un quebranto al país peninsular, también es bien conocido.

Pero que Federico García Lorca (de quien este año se cumplen ochenta y nueve de su asesinato) retratara tan perfectamente un ambiente que, poco más o menos mantendría Francisco Franco por casi cuatro décadas, lo supimos hasta 1940.

En 1940, en Argentina fue estrenada La casa…, gracias al rescate que una actriz hizo del texto del dramaturgo, poeta, dibujante y músico granadino. Pero se sabe que Federico habría escrito el texto en los años veinte, antes de su famosísimo viaje a Nueva York.

En todo caso, aun cuando la obra referida haya sido escrita en los años treinta del pasado siglo, García Lorca resentía, como tantos en España, ese claustro, ese encierro por un duelo del que querían librarse.

Entonces, llegó la Guerra Civil. Y el resultado lo recordamos todos.

Los republicanos perdieron ante los fascistas y, si había muertos en ambos bandos, en casi todas las familias de la república, los vencedores se vengaron de cuantos pudieron, entre ellos de Federico, a quien fusilaron y cuyo cuerpo arrojaron quién sabe dónde.

Entonces, con esos antecedentes, La casa… se convirtió (y lo es aún) en un referente insustituible de la España que llevó al poder a Franco y que vivía en una Edad Media obscura y asfixiante, reflejada en cada casa donde la censura metía mano hasta 1975.

Así que ver anunciada una función clown para presentar La (cuasi sagrada para los dramaturgos) casa…, era cosa de ir y verla.

 

 

Así, el pasado día 4, y el próximo viernes 11, la Tropa Plú, regresó y vuelve con este montaje grotesco —en el mejor sentido de la palabra— de la memorable obra de Lorca.

No voy a relatar aquí el inicio y los incidentes de la versión que presentan las payasas (y un payaso), los clown en El Breve foro bar, sino los aciertos que encontré en la dramaturgia hecha por Silvia Macip (a quien muchos recordamos aún por su trabajo en A trasluz, con el fallecido Guillermo Cabello, y después por otras labores antes de que se fuera a España) y a la locura que poseyó a Vannesa Nieto y la llevó a realizar este espectáculo.

Con la directora, actriz, terapeuta y clown trabajan en este montaje Sandra Tehutzil, Irazema Hernández, Jenny Zayas, Chely Alonso, María José Díaz de Rivera, y Andrés e la Fuente y Alberto Echartea como los únicos hombres —el segundo de ellos ¿el asistente? quien, de alguna forma también se vuelve actor clown— de una banda de mujeres que hacen bien su trabajo.

Desde el primer momento, cuando el público ya está cómodamente sentado y se prepara para ver el espectáculo clown, la cuarta pared ha sido rota por la Tropa Plú, y los espectadores quedan dentro del montaje, dentro de la trama, son actores y partícipes y, en alguna medida, depende también de ellos el desarrollo de la historia.

Mas la pregunta que surgió en este cronista al iniciar la función fue: “¿Qué irá a hacer esta tropa para pasar de la tragedia relatada por Lorca, a lo grotesco, indispensable para el clown y no perderse en el intento?” Muy pronto entendió por qué, anticipadamente, pidieron perdón a Federico.

 

Movimiento, fuerza, tragedia  

                          

El montaje de la Tropa Plú es dinámico, inicia con ropajes de colores, con falsas narices rojas (que sólo la directora, a veces, y una de las clown no llevan), y con seriedad y bromas.

Esa dinámica se mantendrá a lo largo de la obra, donde los gags se convierten en indispensables (incluyendo comentarios personales de las actrices y el actor clown); los juegos (físicos, con objetos, de palabras) son constantes, y la atención del público no se pierden.

Pero el tema de La casa… es doloroso, o dolorosísimo, y ello no se pierden en esta “idea loca” de Vannesa Nieto y deamaturgi de Silvia Macip: por más bromas, por más juegos, por más chistes o maromas que haya, sobresale lo podrido y maloliente retratado por Lorca.

Aun cuando los clown parecen querer hacernos creer que el tema es ligero, y que como tal lo toman, ello es falso: hay momentos de tal tensión dramática y de tal desvelar la realidad y mostrarla como realmente era en esa España del siglo pasado (y en muchos lugares del mundo actual), que hay un estremecimiento en el espectador en diversos instantes mientras ve el espectáculo —nunca mejor llamado.

Hay que aceptar que hay veces que, por el movimiento, el chiste, la broma (o vaya usted a saber si por la fuerza que se requiere ir sobre el delgado cable que une tragedia y clown), los diálogos se pierden, no son claros o no se entienden del todo. El espectador puede inferir con acierto lo dicho, pero sí hace falta que los diálogos sean claros y se escuchen bien.

Una pistolita de colores, de plástico; un fusil de juguete, o una simple tela, se convierten, en este montaje, en instrumentos de la tragedia, como lo es la jaula de Martirio sobre su cabeza. No hay escenografía, no hay vestuario de época, pero con rezagos de ropa colorida de clown y algunas faldas y telas, el mundo cambia.

Tengo para mí que la Tropa Plú ha logrado su objetivo: hacer de algo tan doloroso, un espectáculo del que nos podamos reír. Y más: al final de la obra hacernos retorcer en nuestros asientos, cuando miramos cuál ha sido el desenlace de la trama.

Si alguien no teme ver algo de la podredumbre que puede habitarle, le habitó o podría habitarle, que se atreva a ver este montaje el viernes 11 a las siete y media de la noche en la Calle 7 Norte número 8.

Lo mejor que han hecho estás no payasas (y no payasos), estos clown, es darnos un espejo para mirarnos (¡Oh Tezcatlipoca…!) para observar en lo que podemos convertirnos los seres humanos, esos que dicen que son lo máximo de la Creación…