
Universidades /Política | Crónica | 6.ABR.2025
Y ahora velan armas (Crónica 6) / Sergio Mastretta

BUAP 1989-1991, Crónica de una ruptura histórica
Introducción
En 1987 el Maestro en Ciencias Samuel Malpica Uribe gana la rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla en sucesión de Alfonso Vélez Pliego. Lo hace con el respaldo de miles de estudiantes que participan en una elección con voto universal, directo y secreto que sustenta el proyecto de universidad democrática, crítica y popular, vigente desde 1973. Con Malpica Uribe inicia la quiebra de ese proyecto de universidad en manos de una izquierda política que encuentra su valor fundamental en la independencia política respecto del Estado, pero su talón de Aquiles en la dependencia económica de la voluntad gubernamental.
La ruptura entre las facciones dominantes de la universidad se produce en enero de 1989, durante el segundo informe del rector Malpica, quien acusa de corrupción a la administración de Vélez Pliego. Siguen dos años de conflicto que incluyen la destitución del rector, la constitución de un triunvirato de gobierno por una de las facciones en el Consejo Universitario y el desgobierno hasta que se celebran nuevas elecciones en abril de 1991, todo ello en medio de múltiples refriegas callejeras como la toma del edificio Carolino por los enemigos de Malpica y el asesinato en circunstancias nunca esclarecidas del profesor Miguel Antonio Cuéllar Muñoz el 22 de diciembre de 1989.
El conflicto termina con la reforma de la ley orgánica que suprime el voto universal, directo y secreto de los estudiantes, y con la recomposición de las relaciones con el poder público estatal. Lo que sigue es la crónica de ese proceso.
Publicamos en Mundo Nuestro nuevamente estas crónicas con el ánimo de contribuir a la discusión colectiva sobre la realidad de la universidad pública en Puebla en el marco del reciente paro estudiantil y las reformas impulsadas por un movimiento que sin duda es un punto de inflexión en la historia de la Beneméita Universidad Autónoma de Puebla.
Crónica 6
Y ahora velan armas
Miércoles 18 de octubre de 1989. A las seis de la tarde Samuel Malpica ha convertido la Rectoría en cuartel general de la guerra declarada media hora antes. Huestes estudiantiles rodean el escritorio, se pasan volantes y panfletos, gritan "¡Malpica, Malpica!" y miran al maestro en ciencias hurgar en su portafolio y en sus cajones en busca de lo que presentará a la prensa como pruebas de la corrupción de los velecistas. “No las di a conocer por buscar conciliación ―dice―, pero ahora van a ver”.
“Mañana vamos a demostrar quién tiene a los universitarios”, dice antes de ir a la conferencia de prensa, y esboza un plan de batalla que incluye “una manifestación para mañana y consultas en las escuelas”. Está encendido, viene de abanderar el Consejo Universitario entre gritos de “¡fuera Malpica, fuera Malpica!”, en una irritante, ardorosa y una vez más irreconciliable sesión del órgano de gobierno de los universitarios.
A las seis de la tarde Samuel Malpica mira su oficina desbordada por sus seguidores. No sonrió en todo el día y se enojó muchas veces, y cada que pudo recordó a todo el mundo que a él lo eligieron 24 000 universitarios. “Los vamos a aislar ―dice―, los vamos a derrotar”. Luego dirá que si puede los expulsará, “como en 1976 lo hicimos contra los golpistas”. Ahora, tras, sobrevivir a la destitución en el Consejo Universitario, está en guerra.
Afuera, en uno de los pasillos del Carolino, en ese tono pardo de catacumba, dos grupos de la prepa Calderón miden sus fuerzas: separados por tres metros, se mientan la madre, se gritan “fuera porros de la UAP” y ejecutan una escaramuza de su propia batalla. Morenos, proletarios, chavos y chavas no dan ninguna muestra de acarreo; más allá de los pleitos de los grupos políticos, ellos libran su bronca particular. Tendrían cinco años en 1976; apenas si habían nacido en 1973. A esta hora en que se velan armas uno piensa que las fuerzas que se diputan el poder inspiran a estos jóvenes, “la base”, ese amplio conjunto de aire democrático que ha justificado la universidad de izquierda y por el que Malpica clama contra “el golpismo de un grupito de consejeros del Consejo Universitario”.
A las siete p.m. se termina el día en la Plaza de la Democracia. La penumbra absorbe las conversaciones. Las fuerzas se concentran en sus cuarteles. Malpica se quedó arriba, imaginando “la movilización de cien mil estudiantes”. En la Casa Presno se reúnen sus enemigos. Allí, Ledesma el biólogo dice a los reporteros que el golpista es el rector, que él ha sido el que ha violentado la institucionalidad. Marco Antonio Moreno, el ingeniero que leyera la propuesta de renuncia a Malpica, dice que a las 5 de mañana sesionará nuevamente el Consejo. Circula el documento para que lo firmen los consejeros presentes, que son más o menos treinta según Ledesma, y cuarenta y siete según Rafael Zárate. Alfonso Vélez se pregunta por qué “si Malpica quería debatir, emprendió graciosa huida cuando yo entré al salón”; otros discuten qué carajo fue a hacer Vélez a la sesión, pues "nomás le dio motivo al otro para que se saliera alegando que no había condiciones”. Allí, en fin, se evalúa la recomposición de fuerzas luego de que no pudieron tumbar a Malpica.
Una hora de Consejo Universitario, cuatro horas antes de que el rector escapara de la picota, y dos horas y diecisiete minutos después de que empezara la asamblea.
12:17. Ernesto Cisneros, del ICUAP, propone que se lleve la sesión en forma privada. La mesa, que apenas se ve con tanta porra que llevó el doctor Rosales y que controlas Cruz Quintas, dice que si no se permite el diálogo tomará medidas. Los estudiantes abuchean.
12:18. Alguien propone que se lean los dictámenes sobre la bronca de Medicina.
12:20. El Consejo de Veterinaria informa que también ahí están duras las broncas. Nadie pela.
12:21. Gilberto González, piedra de choque del doctor Rosales, entra en lo que será el tema del día, habla de que se quiere dar un golpe de estado. Lo callan a gritos.