En unos días se cumplirá un año de la partida de mi madre en su viaje a la Eternidad. Ha sido un año de duelo y enorme tristeza; a lo largo de los últimos meses se han marchado también mis entrañables amigos de la infancia Antonio, Manolo y Rosalío (Ivo), Hugo, compañero en las canchas futboleras, José de Jesús, hermano de mi querido colega y amigo Juan Gerardo, así como las parejas de Ramiro, Carlos y Tano. Por si no fuera suficiente uno de mis ojos se ha casi apagado del todo y el otro languidece inexorable con mi ya debilitada motivación. A eso se suma mi frustrado intento de volver a jugar futbol y un par de proyectos que se desmoronaron. Quizá mi experiencia como psicólogo me ha ayudado a mantener a raya la depresión; pero, más que eso, han sido el afecto de mis seres queridos y las visitas y charlas con mis amigos lo que me mantiene sobre la barca, pese a no encontrar aún el remo para darle dirección. Somos tan frágiles, tan vulnerables y, sin embargo, en mi caso, tengo la enorme fortuna de poder mirar el paisaje y hallar figuras en las ondas del agua, en las gotas de cristal que cuelgan de las hojas, en el leve resplandor del sol moribundo cuando se sumerge en el horizonte… y en todos ellos siempre encuentro una nostalgia, recuerdos entrañables en compañía de mis amigos. La vida es breve y por eso me he propuesto agradecerles con una serie de semblanzas a las que llamaré “Retratos a dúo”. Comencé hace unos días compartiendo la foto de mis amigos Paty, Pancho y José Luis, hermanos de Ivo, QEPD. Continuaré con mis amigos de la infancia, mis hermanos y, si la barca y el río siguen fluyendo, seguiré con mis exalumnos, mis colegas, mis amistades facebookeras. ¿Alguien me invita un café para tomarnos la selfie y compartir nostalgias?
Efraín Perfecto
Se llama Efraín, pero también es Perfecto, porque nació un 18 de abril, día del santo homónimo. Es músico, poeta y loco y mi amigo de la infancia, mi carnalito. Nuestra amistad podría dibujarse como una flor de miles de pétalos multicolores, cada uno de los cuales es recuerdo y presencia, ausencia y duelo. A lo largo de más de cincuenta años hemos pergeñado y afrontado proyectos en común, nos trepamos a decenas de autobuses para recorrer carreteras y pueblos en Puebla, en México, en Ecuador… fuimos rebeldes, y seguimos siéndolo, le hicimos al teatro, publicamos una revista (Frater, impresa en mimeógrafo) y en cierto momento de nuestra vida nos enamoramos de las mismas chicas, Blanca, Carmen, Diana… al final hizo pareja con K, tuvo una hija, se separó… Y sigo con la lista: me ha acompañado como trovador en las presentaciones de mis libros y en las clases de literatura en español que impartí a alumnos de la Universidad de Seattle; me introdujo en la lectura de Nietzsche y me indujo a conseguir, cuando cursábamos la secundaria, El Pequeño Libro Rojo de la Escuela (de 1969, escrito por los daneses Hansen y Jensen y que abordaba temas tabú e inculcaba la protesta contra las normas sociales). Estuvo y ha estado conmigo en los momentos más difíciles. Carnalito, me siento afortunado de haberte conocido.
