diciembre 7, 2025, Puebla, México

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Y pensar que debimos… La democracia ante el abismo / Alejandro Guillén

 

Uno de los más grandes errores cometidos por la generación que propició y vivió la transición a la democracia en México -generación en la que me incluyo- es el no haber tatuado en el espíritu de nuestra nación y nuestra República, lo que realmente es una democracia y distinguirla de lo que no es.

Fue un grave error de quienes vivimos este período único en nuestra historia nacional (1996-2021) no haber emprendido -gobiernos y ciudadanos- campañas formales y permanentes de formación cívica con el fin de generar ciudadanas y ciudadanos conscientes de sus derechos y obligaciones, con una pedagogía social que tuviera como eje principal la integridad y la ética, inculcando el respeto a la ley y al Estado de derecho.

Se debió explicar a las nuevas generaciones por qué es necesaria la división de poderes, por qué es fundamental para la impartición de justicia tener un poder judicial autónomo; por qué para el funcionamiento de una democracia es necesaria la existencia de contrapesos (entre ellos los organismos autónomos) para evitar los abusos de poder.

Debimos haber enseñado a los jóvenes a apreciar y asumir valores como la libertad, la pluralidad, la tolerancia, la legalidad y el derecho; enseñarles a valorar la utilidad de lo público, de la actividad política y el diálogo como parte de nuestra convivencia cotidiana y como instrumentos para la consecución del bien común; que para convivir en una república democrática era fundamental explicar a las nuevas generaciones por qué es necesaria la participación política, el ejercicio del derecho a votar y ser elegido, así como la conformación de mayorías para elegir gobernantes y tener representación política en los órganos del Estado democrático.

Tuvimos que haber infundido en la parte más joven de nuestro pueblo que la democracia -parafraseando a Karl Popper- es la única forma a través de la cual podemos cambiar gobernantes sin derramamiento de sangre y esa es una poderosa razón para valorarla y defenderla.

Esta formación cívico-política debió emprenderse con el fin de enseñarle a los ciudadanos de este país que los enemigos mortales de las democracias reales – las democracias de a deveras- son los demagogos retrógrados quienes detrás de la corrupción de su palabra esconden proyectos antidemocráticos, autoritarios y en no pocos casos, los más rancios proyectos totalitarios que estuvieron de moda el siglo pasado y que lo único que dejaron a sus pueblos fue una estela de miseria y muerte.

Proyectos que, vueltos gobierno, terminan cometiendo los más grandes atropellos y crímenes en contra de las libertades, los derechos humanos, la prosperidad material y la convivencia de las personas que habitan en un país. Ahí están los ejemplos pedagógicos de las dictaduras criminales mal llamadas “democracias populares” que han causado mucho sufrimiento y dolor a nuestros hermanos de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Debimos haber enseñado a mujeres y hombres, especialmente jóvenes a mirarse en estos espejos.

Lamentablemente, lo que debimos hacer gobiernos y ciudadanos del período de la transición a la democracia no lo hicimos, y toda esa tarea se la dejamos al IFE-INE que, visto por sus resultados, fue insuficiente.

Hoy esa omisión está teniendo consecuencias nefastas. En la opinión pública, mucha gente ignora que en una república democrática a ningún partido que haya ganado por mayoría de votos el gobierno y el congreso se la da la facultad de hacer con los derechos, el patrimonio y el dinero de toda una nación lo que les venga en gana. La falta de formación cívica democrática está provocando que muchos ciudadanos aplaudan la serie de reformas a la Constitución que se han llevado a cabo a partir de la corrupta captura de las instituciones electorales y la obtención de mayorías calificadas ficticias para hacer de la Carta Magna un instrumento de la clase política gobernante para dinamitar nuestra república representativa democrática e intentar perpetuarse en el poder a través de un modelo autocrático.

Ahora estamos en espera de una reforma electoral que ojalá al menos esta se realice tomando en cuenta la pluralidad que existe en el país y no termine siendo otra reforma plagada de demagogia que finque el camino hacia un régimen político autoritario, del cual ya conocemos históricamente las tragedias que provocan a quienes viven en ellas.

(Ilustración tomada de revista Nexos)

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