En un mundo saturado de información, donde las redes sociales y las plataformas digitales dominan los hábitos de consumo, las revistas de divulgación científica en México enfrentan un panorama particularmente desafiante. A diferencia de otras publicaciones comerciales, estas revistas cumplen una función estratégica: traducen el conocimiento especializado en mensajes accesibles para el público general, fomentando la cultura científica, el pensamiento crítico y la toma informada de decisiones. Sin embargo, esta labor –que, sin pecar de soberbia excesiva, podríamos calificar de noble– se ve amenazada por factores estructurales, económicos, tecnológicos y culturales que comprometen su viabilidad y pertinencia.
Durante buena parte del siglo XX, las revistas impresas fueron un vehículo privilegiado para la divulgación científica. Publicaciones como nuestra longeva anfitriona, Ciencia, de la Academia Mexicana de Ciencias; ¿Cómo ves?, de la UNAM, o la tristemente desaparecida Ciencia y Desarrollo, dejaron su huella en la formación de generaciones interesadas en la ciencia. No obstante, desde hace poco más de una década, revistas como estas han visto disminuir su impacto, circulación e incluso su capacidad de subsistencia. El cambio en los hábitos de lectura, impulsado por la digitalización y el acceso masivo a Internet, entre otros factores, ha modificado drásticamente las condiciones de producción y consumo de contenidos científicos.
Desde la experiencia acumulada en los más de cuarenta años de existencia de la revista Elementos, intentaremos explorar brevemente los que, a nuestro entender, son los principales retos que enfrentan hoy en día las revistas de divulgación en México.
TRANSICIÓN DIGITAL
Uno de los desafíos más visibles es la transición hacia lo digital. Aunque muchas revistas han migrado a versiones electrónicas, el proceso no ha sido ni homogéneo ni exitoso en todos los casos. En Elementos dimos un primer paso en esa dirección hace ya 25 años. Lo hicimos con más entusiasmo que conocimiento, y hoy, con la perspectiva que otorga el tiempo, reconocemos que el resultado de aquel primer “gran salto” fue apenas un repositorio de las versiones en PDF de nuestros números impresos. La explicación es bastante obvia: nosotros, como la mayoría de las publicaciones mexicanas de divulgación científica, operamos con un equipo editorial reducido y sin suficiente personal técnico que domine herramientas digitales avanzadas, como la gestión de metadatos, la implementación de identificadores persistentes o el diseño de interfaces web amigables y responsivas. Es muy probable que, en la actualidad, la mayoría de las revistas mexicanas no cumplan con los criterios deseables de interoperabilidad digital,2 lo cual puede afectar negativamente su visibilidad, indexación y capacidad de llegar a nuevas audiencias. Las consecuencias de esto son evidentes y preocupantes.
Por otra parte, la transición a formatos digitales no implica automáticamente una mayor difusión. Según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información del INEGI, del 2023, el 34.8 % de los lectores digitales en México abandona una revista si el contenido no les resulta interesante, y un 16.7 % lo hace por incomodidad al leer en pantalla. Es decir, el simple hecho de estar en línea no garantiza la atención ni la fidelización de las audiencias.
FINANCIAMIENTO
Además de las limitaciones técnicas, las revistas de divulgación científica enfrentan una precariedad estructural que compromete su sostenibilidad financiera. En México, muchas publicaciones de divulgación dependen de presupuestos universitarios, apoyos de centros de investigación o subvenciones estatales. Estos fondos, sin embargo, suelen ser limitados con respecto a las necesidades, fragmentados y, en el mejor de los casos, inciertos. Las primeras víctimas de los recortes presupuestales y las dificultades logísticas han sido las ediciones impresas. Las previsiones acerca de la desaparición de los medios impresos, que en un primer momento a muchos nos parecieron exageradas y catastrofistas, se han ido cumpliendo lenta pero inexorablemente. En este contexto, algunas revistas pueden verse obligadas a buscar modelos alternativos de financiamiento como las suscripciones digitales, la organización de cursos y talleres o la vinculación con proyectos de educación científica. Sin embargo, estas estrategias requieren una infraestructura institucional y un equipo humano que no siempre existen.
INFODEMIA
Otro desafío crucial es la competencia por la atención en un ecosistema saturado de información. Las revistas de divulgación ya no compiten solamente con otras publicaciones impresas de corte comercial –competencia que ya de por sí era bastante inequitativa–, sino con una infinidad de contenidos en redes sociales, pódcast, videos de YouTube, TikToks y blogs. Paradójicamente, la misma tecnología que permite difundir contenidos científicos con mayor alcance, también dispersa a las audiencias y amplifica discursos pseudocientíficos, teorías conspirativas, noticias falsas y desinformación.
Durante la pandemia por COVID-19, esta tensión fue especialmente evidente. Mientras los científicos buscaban comunicar hallazgos urgentes y rigurosos, las redes se llenaban de mensajes erróneos que tuvieron consecuencias graves en términos de salud pública. En este escenario, las revistas de divulgación tenemos la doble responsabilidad de informar con precisión y de reconstruir la confianza del público en el conocimiento científico.