diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Diario de trabajo: De la comunicación en la universidad

Una regla no escrita en la vida universitaria es la no interferencia entre los grupos que se suceden

Desde que corrió el rumor de la salida de Edwins García de la Dirección de Comunicación Institucional de la BUAP, el candidato más fuerte para ocupar el cargo fue Jorge David Cortés. A nadie sorprendió, entonces, su designación en días pasados para dirigir una de las áreas estratégicas de la institución. El nombramiento tenía el carácter de urgente para recomponer la maltrecha imagen de la rectora que dejó el pésimo manejo mediático del paro estudiantil.

Independientemente de coincidencias y discrepancias, hay que reconocer a Jorge David Cortés como un universitario de cepa, cuya trayectoria dentro de la institución le permite un conocimiento profundo de la misma, en especial, una dependencia que ya dirigió y entiende bien sus riesgos y posibilidades y, según algunos miembros de la comunidad periodística, su gestión se caracterizó por un mayor respeto a la opinión pública y a la pluralidad que debe prevalecer en un espacio como el universitario.

Yo mismo he mantenido con él un permanente diálogo, a veces no sin tensiones, sobre el lugar de la pluralidad y el disenso en la máxima casa de estudios y del cual siempre hemos salido airosos, gracias al clima de respeto y comprensión mutua que ha prevalecido entre nosotros y nos ha permitido salvar cualquier escollo.

Igualmente, como encargado de la Dirección General de Publicaciones de nuestra universidad, un grupo de académicos volvimos a estar en contacto con él para darle continuidad a la edición de la “Obra Reunida” de Raúl Dorra, encontrando un apoyo incondicional de su parte al proyecto.

Ahora bien, ¿la designación de Jorge David Corte, luego de la de Damián Hernández como secretario General, significa el resurgimiento del “agüerismo” como un grupo unitario y compacto dentro de la universidad? No necesariamente. La sobrevivencia de individuos provenientes de ese grupo, incluyendo la más visible de la rectora, debe remontarse a su vinculación con otros actores políticos que les ha permitido su reposicionamiento tanto dentro del espacio propiamente universitario como fuera de él.

Una regla no escrita en la vida universitaria es la no interferencia entre los grupos que se suceden en la administración de la institución, a condición del respeto a intereses particulares de los que han sido relevados, lo que apunta, al mismo tiempo, y pese a la aparente diversidad, a un grupo hegemónico de larga duración.

En ese sentido, no hay que entender el poder y la política como sustancias, y sí como campos de fuerza y estructuras en los que el movimiento de un elemento está sujeto al movimiento de otros, más, en un “campo”, el intelectual que, según Bourdieu obedece a reglas distintas a las del “campo” del poder político. Hago votos por que esta distinción sea cabalmente comprendida para no repetir las torpezas cometidas durante la primera gestión de la Dra. Cedillo.

Lo que sí resulta sorpresivo, pero no incomprensible del todo, es el nombramiento de Marcelo García Almaguer para dirigir un área, la digital, que nadie sabe, bien a bien, en qué consiste y, mucho menos, en qué consistirá, realmente, el trabajo del nuevo funcionario. Un personaje cuya historia política es inseparable del morenovallismo, en sus distintas fases, pero totalmente ajena a la vida de una institución de educación como la BUAP.

¿A razón de qué y por la mano de quién llega García Almaguer a este puesto?

La segunda pregunta encuentra una respuesta inmediata: por la mano de Alejandro Armenta. La primera pregunta permite el despliegue de varias respuestas: a) la fuerza que aún mantiene el morenovallismo convirtiéndolo en un factor de presión para el gobernador poblano; b) ser el vigía del armentismo dentro de la universidad y,  desde esa posición, operar para los intereses inmediatos y mediatos del Ejecutivo; por último, c) dado el reconocimiento que tiene Marcelo García Almaguer como un maestro de la intriga palaciega, limpiar el espacio universitario de cualquier estorbo en la carrera de Alejandro Armenta de cara a la sucesión de poderes en 2030.

Hay que subrayar que el control político y económico de la universidad es un factor clave para las aspiraciones tanto locales como federales de cualquier gobernante, máxime para una figura como la de Alejandro Armenta, cuyas aspiraciones políticas, bordean el delirio, y así lo ha dejado ver en cada una de sus intervenciones públicas.

Por último, ¿hasta dónde, tanto el gobernador de Puebla, como la rectora de la universidad, tras lo que seguramente fue una difícil negociación para encontrar el  equilibrio entre el grupo que dirige la universidad y la intervención del gobernador al designar a García Almaguer, se percataron del conflicto de interés que se puede suscitar por su actividad laboral en una universidad pública y, al mismo tiempo, ser rector de la Academia de Política Digital, de la cual, sin duda, Marcelo debe ser su propietario.