diciembre 4, 2025, Puebla, México

diciembre 4, 2025, Puebla, México

La coartada de “Grandeza” / Juan Carlos Canales

Diario de trabajo, 2 de Dic., 21.40 Hs.

Levantando la biblioteca

Si el criterio para tasar la calidad de una obra es la cantidad de personas a las que llega, sin importar la veracidad o verosimilitud de la información, como algunos defienden de “Grandeza” (¡ Por primera vez los mexicanos tendrán acceso a algo de su historia ! ), déjenme contarles -y el símil no es gratuito- que en 1933, “ Mi lucha” alcanzó una venta de 850 mil ejemplares, una cantidad única para la época. Y en 1944, se habían llegado a imprimir 12 millones de copias del mismo libro. Y asi, el pueblo alemán tuvo acceso a “parte de sus historia”, y ,seguramente, el pueblo judío, también tuvo acceso a “parte de la suya”. Y gracias a ese acceso masivo, la historia no solo se convirtió en un mazacote , como lo señaló Nietzsche, sino legitimó la guerra y la destrucción de pueblos enteros. Desde luego, no estoy diciendo que AMLO sea igual a Hitler pero sí que existe en ambos el mismo delirio reinterpretativo de la historia, el mismo maniqueísmo. No se trata solo de ofrecer una visión distinta de un fenómeno histórico, sino de convertirse, ambos, en los intérpretes del pasado, el presente y el porvenir de un país. Para sí mismo, AMLO no es solo una figura política sino, fundamentalmente, el hermeneuta de la “nación”. Y como tal, no importan los fundamentos más elementales del saber histórico, ni la acumulación de saberes sobre un campo determinado. Él es el principio que rige todo conocimiento, y como tal, el Armagedón de una tradición, de un patrimonio. No olvidemos la obsesión nazi por encontrar un pasado que legitimará su praxis política.

Por otra parte, nadie se acerca de un modo neutral a un fenómeno, sea cultural o físico. Es obvio; el más palmario empirismo, está predeterminado por una orientación precisa. Nadie, tampoco, defiende alguna forma de cientificismo o positivismo. Pero eso no nos excusa, como tampoco debería excusarnos el perspectivismo y relativismo epistemológicos, de un afán elemental de objetividad. Nada debe excusarnos del rigor intelectual; de lo contrario, no solo nos hacemos presas de esta especie de ese nihilismo que habitamos “ los últimos hombres”, sino algo peor, lo convertimos en valor moral. La posverdad. Sin embargo, ni la pobreza, ni la ignorancia, son por sí mismas virtudes. Como tampoco el perspectivismo legitima el lanzamiento de cualquier perogrullada. Y no pasemos por alto que el rigor nos permite la singularización de las cosas. La interpretación tiene un límite; ese límite, los estructuralistas lo llamaron “isomorfismo”. La ideología envuelve al conocimiento, cierto, pero no podemos hacer de ella el escudo para defender nuestra pobreza intelectual o justificar un proyecto político. Todo conocimiento está sujeto al principio de falsación, apuntó Popper, (aunque este principio tenga ir más allá de la pura medición), lo que en el ámbito de las ciencias humanas se traduciría en el contraste de múltiples fuentes, de la elección y rechazo, constantes de posibles métodos. La verdad no consiste tanto en la reproducción de un dato en un discurso, descanse en el sujeto racional o en el método: no hay tal espejo de la naturaleza, como pretendió Descartes (Rorty, dixit ) sino, fundamentalmente, en la coherencia interna de un discurso. Pero en último caso, si entendemos la verdad como “aletheia”, debemos estar claros que la tensión entre lo que se revela y se oculta, nos exige la comprensión de las formas particulares de ese desocultamiento. No, no hay un solo método de interpretación de los fenómenos del mundo, pero dependiendo del fenómeno, debemos conocer con precisión los instrumentos para acercarnos a él. Hay un pensamiento científico, como hay una forma de pensar la historia y otra forma de pensar el discurso jurídico. Y el Dr. Freud nos ofreció un camino para aproximarnos al inconsciente. Todos están sujetos a lógicas particulares y, dependiendo de nuestro ámbito de interés, hay que conocerlas. Esas lógicas pueden ser las de la no contradicción, hasta las difusas. Hace muchos, años, charlando con Bolívar Echeverria, sobre las posibilidades y límites del marxismo en su propia obra, me comentó que uno tiene que encontrar una veta para explorar el mundo y, desde esa veta, empezar a explorar otras. “Yo encontré en el marxismo esa veta y desde ahí he explorado otras”. Y en efecto, si hubo en MÉXICO un pensador que, como los marxistas ingleses, complejizara su discurso y lo aproximara a otras fuentes, fue él. Cualquiera que haya leído uno de sus artículos sobre la mercancía en Marx y el signo en Hjemeslev, o su afán por articular Marx con Heidegger, entenderá de qué hablo.

Tristemente, la educacion, en nombre de su masificación y “democratización”, sufre hoy su mayor crisis y , junto a ella, la pauperización de la vida pública. El libro de AMLO no es solo la coartada para irrumpir en la vida política mexicana y estorbarla ; es, también, una de las muestras más palpables de dicha crisis y de la sobreideologización que provoca y permite. Guste o no, la posición de López Obrador respecto al pasado indígena, qes igual a la de Azcárraga, cuando afirmó que su modelo televisivo obedecía a la pobreza cultural del pueblo mexicano. En el fondo, el discurso lopezobradorista se asienta en profundo desprecio del “pueblo”, al considerarlo como una mascota a la que hay que cuidar, y ofrecer “espejitos” donde mirarse y reconocerse; en este caso, la romantización -y folclorización- de nuestro pasado. Y como, según él, hay que cuidar a la presidenta como si fuera una minusválida. Juan Carlos Canales