diciembre 10, 2025, Puebla, México

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Sobre la universidad. Carta a Jorge Calles / Juan Carlos Canales

La universidad, en lugar de afirmar y defender su vocación plural, parece promover, desde distintas trincheras, el pensamiento único

Diario de trabajo, 9 de Dic., 19.30 Hs.
Carta a Jorge Calles
Querido Jorge, como presumí hace unos días, estoy leyendo “ La provincia del hombre”, de Elias Canetti. El libro recoge una parte importante de apuntes ( prefiere no llamarlos aforismos) escritos a lo largo de tres décadas, en particular, como contrapunto a “Masa y poder “ . En uno de esos apuntes, Canetti afirma su gusto por la literatura de viajes por encima de cualquier teoría etnográfica, por la simple razón de que la primera mantiene vivo el encuentro con el mundo, a diferencia de la teoría que acaba por matarlo todo. Independientemente del carácter provocativo del apunte , hay que señalar que parte de este libro fue escrito en Inglaterra y, sin duda, a la luz que pudo tener en él el empirismo inglés. Recuerdo la reivindicación que hacía de este I. Berlin contra los grandes aparatos metafísicos continentales. Tristemente, la producción de conocimiento en las universidades, por erudita que parezca, adquiere cada vez más el carácter de una exégesis medieval. En general, se prefiere el confort y la seguridad que da la repetición de lugares comunes , amparados en la teoría, que el riesgo de problematizar no solo el presente, sino cualquier tiempo y espacio humanos. Ese es, como tú dices, siguiendo a ese maravilloso pensador que fue Bachelard, – y al que, por cierto, llegó muy tarde el reconocimiento porque nunca le importó – el verdadero obstáculo epistemológico. Cuando he criticado la despolitización de la universidad y, especialmente, lo que ocurre en la nuestra, jamás he pensado en volver a la universidad- partido, o que sea instrumento exclusivo de una ideología. Todo lo contrario. La principal tarea de la universidad sería complejizar el mundo que nos ha tocado vivir. Y ese mundo , desde la universidad, nos hace contemporáneos de todos los hombres; tampoco creo que la tarea de la universidad sea el fomento exclusivo de las ciencias aplicadas. Tú, como profundo conocedor de Luhmann, sabes de la importancia de la autopoiesis en el conocimiento y de la necesidad de entender la “complejidad” de la propia modernidad.
Desgraciadamente, la institución universitaria, en general y, particularmente, la mexicana y la poblana, no solo están amenazadas por por la pereza intelectual, sino por algo peor; por un lado, el pragmatismo, el culto a la eficiencia y la eficacia – como si el conocimiento y la cultura fueran una mercancía más- y, por otro por el fanatismo y la polarización que privan hoy en MÉXICO.
Tristemente, la universidad no puede ser distinta al país; en el caso particular de la UAP, las peores prácticas patrimoniales se insertaron hace mucho en ella, pero hoy, en correspondencia a la situación politica que vivimos, esas prácticas se han agudizado a la luz de todos y se han extendido a toda la comunidad. Y lo peor, al igual que en el resto del país, el desgarramiento de su tejido social no solo va en aumento; crea las condiciones para una dolorosa confrontación y estigmatización de la diferencia. La universidad, en lugar de afirmar y defender su vocación plural, parece promover, desde distintas trincheras, el pensamiento único. Como nunca en la historia reciente del país, la universidad está en riesgo de ser devorada por el poder político y convertirla en una “servidora” más de la nación.
Por último, y para volver al punto de partida y reivindicar la literatura por encima de toda teorización, déjame cerrar con un fragmento de ese maravilloso poema que es el “ Nocturno de San Ildefonso”, de Octavio Paz :

El bien , quisimos el bien:
enderezar al mundo.
No nos faltó entereza:
nos faltó humildad.
Lo que quisimos no lo quisimos con inocencia.
Preceptos y conceptos,
soberbia de teólogos:
golpear con la cruz,
fundar con sangre,
levantar la casa con ladrillos de crimen,
decretar la comunión obligatoria.
Algunos
se convirtieron en secretarios de los secretarios
del Secretario General del Infierno.
La rabia
se volvió filósofa,
su baba ha cubierto al planeta.
La razón descendió a la tierra,
tomó la forma del patíbulo
—y la adoran millones.
Enredo circular:
todos hemos sido,
en el Gran Teatro del Inmundo,
jueces, verdugos, víctimas, testigos,
todos
hemos levantado falso testimonio
contra los otros
y contra nosotros mismos.
Y lo más vil: fuimos
el público que aplaude o bosteza en su butaca.
La culpa que no se sabe culpa,
la inocencia,
fue la culpa mayor.

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