diciembre 13, 2025, Puebla, México

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Enlaces entre disciplinas académicas: multi, inter y transdisciplinariedad / Revista Elementos

José Luis Díaz Gómez
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La especialización creciente de múltiples áreas del conocimiento ha sido la tónica de la investigación científica en buena parte del siglo XX. Esta disposición metodológica y estratégica involucró el desarrollo y el ejercicio de diferentes disciplinas académicas de manera relativamente autónoma, con programas de investigación propios e independientes dedicados a objetivos cada vez más puntuales, que algún historiador calificó, algo injustamente, como “saber cada vez más y más de menos y menos”.

     En el medio académico, una disciplina se concibe como una rama del conocimiento y de la investigación reconocible por un abordaje diferenciado y específico en referencia a técnicas, datos, hechos, conceptos y teorías; por las preguntas que plantea enfocadas a un fragmento del mundo y por la ontología de la realidad que profesa o asume, todo lo cual conforma un campo de estudio definido y delimitado, aunque en constante devenir. Este tipo de aproximación disciplinar especializada y experta ha sido un fundamento ostensible de la cultura moderna occidentalizada, de tal forma que cuestionarla, repensarla o redefinirla podría considerarse contrario a la naturaleza misma de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, los paradigmas supradisciplinarios que han ido surgiendo requieren de disciplinas bien conformadas y robustas para que se logren las tres formas usuales de interacción, cortejo y enlace entre ellas: las plataformas multi, inter y transdisciplinarias. Tales fórmulas fueron planteadas desde 1972 por Jean Piaget, pionero del desarrollo cognitivo, de la epistemología genética y filósofo de la ciencia de amplio espectro (Piaget, 1972; Ramos, 2019).

     El enfoque disciplinario puede figurarse en el siguiente esquema:

donde D representa una disciplina definida y O un objeto particular de estudio, de tal forma que cada disciplina aborda y discierne (flechas) ese sector del mundo de forma específica, con un enfoque característico y desde una plataforma independiente ( ¾ ).

     Las críticas y cuestionamientos culturales generalizados en las décadas de 1960 y 1970 abrieron espacios para reconsiderar las formas y los paradigmas tradicionales de investigación científica y tecnológica. En este marco, Michel Foucault (1976) opinó que la separación entre disciplinas no solo era una forma de categorizar y producir conocimiento, sino también de regular la conducta y las relaciones sociales al legitimar y favorecer a quienes adquieren entrenamiento especializado y disciplinario. Es indudable que la investigación disciplinar produce datos que constituyen ladrillos o piezas elementales de conocimiento que se integran en modelos científicos y satisfacen en buena medida los intereses y los criterios de quienes financian proyectos y protocolos de investigación desde los sectores público, académico o privado.

     El éxito del enfoque disciplinar prohijó con frecuencia una actitud reduccionista en las ciencias que confiaba la comprensión de un objeto, fenómeno o proceso al análisis de sus partes. Sin embargo, varias disciplinas nacidas en el siglo XIX, como la fisiología de Claude Bernard o la sociología de Émile Durkheim, habían surgido con un paradigma sistémico y un enfoque integrativo. Hace décadas empezó a fortalecerse la idea de que la especialización creciente de las disciplinas contrasta con la naturaleza compleja de diversas realidades a estudiar, la cual demanda enfoques dilatados y multifacéticos para ser convenientemente abordada. De esta forma, prosperó una orientación llamada sistémica u holista, aparentemente contraria a la reduccionista, que afirmaba el estudio de estructuras y fenómenos considerados como un todo constituido por partes en interacción. En su libro de 1960 sobre el estructuralismo, el propio Jean Piaget (1999) definió este enfoque por su concepción de totalidades definidas más por sus propiedades y por sus transformaciones automoduladas por un equilibrio dinámico, una metodología que fuera adoptada por diversas ciencias y disciplinas. Con el tiempo, se fue aceptando la idea de que los enfoques reduccionista y holista no son incompatibles, pues ambos tienen un ámbito de interés, legitimidad y explicación que no solo resulta compatible sino complementario en referencia a las relaciones causales entre niveles micro y macro de una realidad considerada.

     Es verdad que las ofertas supradisciplinarias han asumido que, por su naturaleza encauzada y parcial, el enfoque disciplinar no puede abordar o responder a realidades sistémicas complejas. Los esfuerzos iniciales de interacción entre diversas disciplinas mostraron, además, que las formas concertadas de investigación no solo consideran los niveles elevados de organización, sino las dinámicas que se establecen entre los diversos niveles y que dan origen a fenómenos denominados emergentes y complejos (García, 1994, Bunge, 2017). El conceptuar diversos fenómenos y sistemas como estratos organizados en una jerarquía vertical, que abarca desde elementos fundamentales hasta capas superiores de organización, es un esquema que aparece desde la Antigüedad clásica, se repite en el Renacimiento con la relación entre micro y macrocosmos, y se expresó de manera formal desde mediados del siglo pasado con la teoría general de los sistemas.

     Por ejemplo, en la biología es común considerar al organismo vivo como un sistema integrado por niveles superpuestos y engarzados de moléculas-células-tejidos-órganos-aparatos-sistemas-individuos, entramado donde se realiza una profusa y finamente autorregulada red de mecanismos causales que operan tanto “de abajo hacia arriba” (bottom-up) como de “arriba hacia abajo” (top-down). La idea es sencilla de comprender y muy útil cuando se trata de abordar conceptos como reducción, complejidad y emergencia, o de ubicar e interrelacionar los campos de estudio de la física, la química, la biología, la psicología, la sociología, con intentos para agregar a la ecología en los estratos superiores. Independientemente de los criterios adoptados para definir y separar los niveles, se asume que cada peldaño “hacia arriba” en esta escala representa un incremento en la complejidad de organización, y este principio constituye una justificación para abordar o estudiar los niveles de mayor jerarquía e integración mediante enfoques supradisciplinarios (Morin, 1990). Ahora bien, es importante admitir que los intentos de investigación supradisciplinar y sus diversos maridajes enfrentan incertidumbres, retos y dificultades de orden conceptual, práctico y burocrático (Klein, 1996; Repko, 2008). Para elaborar sobre estos retos es importante examinar las estrategias referidas y que suelen mezclarse o confundirse.

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