diciembre 5, 2025, Puebla, México

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Aprender a construir los sueños / Manuel Espinosa Sainos

Ustedes no saben, pero a esta edad yo vendía tamales para ganarme la vida, con una cubeta llena salíamos mi hermanita y yo a ofrecerlos de casa en casa en el pueblo.
Eran tamales de hoja de plátano y salsa roja con cilantro, adentro le ponían un pedacito de carne de puerco pues no daba para más, además se trataba de ganarle unos centavitos.
Mi madre se levantaba desde las 4 de la mañana para prepararlos. A veces yo también me levantaba a esa hora, porque como todo niño, me parecía emocionante ver cómo los elaboraban, el olor de la salsa y el olor del café me atraían, porque a esa hora también paraban la olla de café.
Una ocasión en qué mi madre preparaba los tamales yo estaba sentado en la orilla del fogón, como un gatito que espera un poco de comida para calmar el reclamo de su estomago, pero ay dios mío, me ganó el sueño.
Y mientras cabeceaba soñando no sé que cosa, me caí y fuí a dar en medio del fogón y tumbé la olla de café hirviendo. Me quemé la rodilla y un brazo. Por fortuna no fue tan grave.
Nunca aprendí a trabajar en el campo porque mi padre no tenía ni un pedazo de tierra para sembrar, pero siempre busqué cómo salir adelante, así que por las tardes al salir de la escuela me iba a acarrear agua con un garrafón en la espalda y cubetas en las manos para vender este líquido en la casa de los ricos.
En mi pueblo siempre carecimos de agua, sobre todo en tiempos de sequía. En la salida había un tanque largo donde llegaba poquita agua que venía de uno de los pocos manantiales cercanos, por un corto tiempo lograba abastecer al pueblo.
Todos los días se llenaba de una larga hilera de mujeres agachadas en ambas orillas del tanque, para con una jícara sostenida en un palo largo, juntar el agua y llenar sus cubetas atadas en un lazo para sostenerlas.
Y ahí estaba yo agachado junto a la fila de mujeres juntando el agua para llenar mi garrafa y mis cubetas. ¿Y que hace este niño en medio de tantas mujeres agachadas? Decían. Pero fue más fuerte el hambre que el que dirán.
También vendía café molido de casa en casa para ayudar a mi mamá en sus gastos pues lo poco que ganaba mi papá como jornalero no alcanzaba nunca, y menos porque eramos muchos niños en casa.
No sé dónde había conseguido mi mamá una cucharita vieja de peltre azul, pero con eso despachaba yo el café. La medida era una latita de chiles en vinagre. Una latita pequeña de chiles en vinagre a mí me alcanzaba para una semana y medio comer con eso.
No saben ustedes cuánto gusto me daba cuando los tamales no se vendían porque eso significaba que nos lo podíamos comer nosotros, pero para mí madre significaba una perdida y un ingreso menos para mantener a la familia.
También a esta edad buscaba y levantaba piedras en el camino para quebrar y vender latas de grava. Creo iba yo en la primaria.
Lo que más disfrutaba era la elaboración de textiles en punto de Cruz que desde muy pequeño aprendí de mi mamá. Era muy lindo ver la forma en que mamá plasmaba sobre una tela pájaros, árboles, flores y animales diversos llenos de mucho color, así que no fue tan difícil aprender.
Luego esas blusas, servilletas o manteles las vendía mi mamá para juntar un poco de dinero para la casa. Una ocasión que ya estaba en la secundaria, cuando fue a ranchear una blusa que yo había elaborado le pagaron con una gallina gris, todo es bueno cuando todo falta.
Recuerdo que después fue a ofrecer y vendió esa gallina. Eran tiempos difíciles en que no teníamos ni casa, ni lugar donde vivir. Mis hermanos nacieron en lugares distintos porque si acaso nos aguantaban uno o dos años y luego hacían tumbar a mi papá nuestra casa de palos.
Entonces vivimos en muchos lugares, así era siempre, construir un jacal y luego tumbarlo y buscar otro lugar para vivir. Y ahí íbamos de nuevo cargando nuestras pocas pertenencias. Ni siquiera teníamos donde nacer, todos mis hermanitos nacieron en diferente lugar.
Pero fui feliz, no porque tener carencias produzca felicidad sino porque desde esa edad aprendí a construir mis sueños, tenía muchos sueños de salir adelante. Aún tengo muchos sueños por cumplir.
Manuel Espinosa Sainos. Poeta, traductor y comunicador tutunakú.