diciembre 6, 2025, Puebla, México

diciembre 6, 2025, Puebla, México

La informalidad como eje silencioso de la economía / Misael Sánchez

 
Oaxaca, julio de 2025. En medio del calor húmedo, las campañas mediáticas y los discursos estandarizados sobre el “emprendimiento nacional”, el dato más incómodo volvió a aparecer sin pedir permiso: más de la mitad de la población trabajadora en México lo hace desde la informalidad. No es novedad, pero sí confirmación. Según la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) publicada hoy por el INEGI, la informalidad laboral sigue marcando el pulso real del país, con particular intensidad en estados como Oaxaca.
En esta entidad, históricamente marcada por la fragmentación territorial y la dispersión productiva, la economía informal no es una excepción, sino regla. Tianguis, talleres artesanales, changarros, servicios sin recibo fiscal, empleo sin contrato, comercio en aceras y portales: eso es lo cotidiano. Lo demás, oficina y nómina, es un privilegio estadístico.
A nivel nacional, la Población Económicamente Activa (PEA) alcanzó los 61.8 millones de personas, 1.2 millones más que en el mismo mes de 2024. La tasa de participación económica se mantuvo en 59.8 %, pero detrás de la aparente estabilidad se esconde un fenómeno persistente: una economía que funciona sin las garantías mínimas del trabajo formal.
La tasa de desocupación, apenas en 2.7 %, es engañosa. Lo que mide es el desempleo activo, no el subempleo, ni la precariedad, ni los empleos sin seguridad social, prestaciones, ni estabilidad. Allí se esconde la informalidad, ese territorio donde se trabaja más, se gana menos y se cotiza para nadie.
En Oaxaca, la informalidad alcanza niveles superiores al 80 % en algunos municipios. La cifra varía según el sector, pero se mantiene constante como forma de subsistencia. No hay seguro de riesgos, no hay contrato, no hay acceso al crédito, pero hay ingresos. Es un sistema que se sostiene en la confianza local, en el pago directo, en la repetición de servicios sin trazabilidad institucional.
En muchos casos, se trata de comercio ambulante, servicio doméstico, jornal agrícola, transporte informal, educación comunitaria. Pero también hay complejidades: profesionistas que trabajan por honorarios, empresas que evitan la nómina formal, asociaciones que tercerizan sin reconocer derechos. No es solo falta de oportunidades. Es también política económica delegada al margen.
Oaxaca resume esa ecuación como pocos: territorio amplio, difícil acceso a servicios, población joven, desplazamiento migratorio, retorno laboral sin estructura. Cada taller de carpintería en la Sierra Sur, cada puesto de tamales en Juchitán, cada mecánico sin factura en Huajuapan, forma parte de una red laboral sin protección.
La ENOE, con sus cifras agregadas, muestra un país en movimiento. Pero el detalle revela que no todo empleo implica bienestar. La formalidad no ha conseguido penetrar más allá de los polos urbanos ni de los sectores públicos. Y donde no llega, la informalidad establece su dominio, sin pedir permiso.
Los programas de empleo formal existen. Las campañas de capacitación también. Pero el avance es marginal. Las decisiones más importantes se toman fuera del horario laboral: cómo sobrevivir sin perder autonomía, cómo mantener ingresos sin entrar al sistema, cómo resistir sin permiso.
Y si algo queda claro en este nuevo corte de encuesta es que, en México, el empleo formal es el decorado. La informalidad, en cambio, sigue siendo el escenario principal.
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Redacción de Misael Sánchez Reportero de Agencia Oaxaca Mx