COVID 19 en 2022 | Crónica | 25.FEB.2021
Iluso, haz caso a la intuición periodística del reportero
Mi intuición me dice que el
Voces en los días del coronavirus
(Escribí esta crónica con las teclas del celular y para el Face en la noche del miércoles. La transcribo ahora para el portal Mundo Nuestro acompañada con los comentarios de amigas y amigos lectores en ese espacio. No tomé fotos, así que la imagen la tomo de El Sol de Puebla)
Iluso. Nuestro país es el de siempre.
En el oficio periodístico la intuición primera no sólo cuenta sino que suele ser certera. Pero en el oficio también vale la frase futbolera: el centro delantero tiene que ir a todas, y no pregunta si ésta será la buena.
Así que contra la certeza que brotó cristalina de mi experiencia fui esta noche al CESSA de Tlaxcalancingo en busca de mi vacuna.
Voces en los días del coronavirus 2020 / Frailecillos / Sergio Mastretta, reportero
El telefonazo lo recibí a las 9.30. “No hay gente, les sobraron vacunas, me lo acaba de decir una amiga que está ahí mismo.”
Mi intuición me dice que el "no hay gente" en el argot solidario de quien espera una vacuna tras seis horas de fila quiere decir "trescientas gentes". Y que "Hay mucha gente" significa dos mil personas. Dicho en el lenguaje de un chamaco de secundaria, un tantito siempre será un chingo.
A las 9.45 de la noche compruebo que "no hay gente" quiere decir una centena de automóviles peleando por un sitio para estacionar el auto en la lateral del Periférico a la altura de la gasolinera ubicada antes del puente del Boulevard Atlixco; y una pelotera en dos filas de un sano estrechismo tipo cola de cinepolis Angelópolis en la prehistoria antepandémica.
Jose Ignacio Rivero Muñoz: Mis hijos están haciendo cola para nosotros en San Andrés . Espero que mañana lleguen vacunas.
Xela Lopez: ¡Cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia! Gracias Sergio por la crónica tan certera y también por no hacerle caso a tu Yo periodista.
José Lazcarro: Muchas gracias querido, a me toca formarme hoy.
Luis Alberto Fernandez: Sergio, cada año se vacuna (o se vacunaba) a millones de niños, en seis días, sin aspavientos. No tenía que haber soldados, ni "siervos-de-la-promoción del-voto", ni súper delegado del bienestar.... Ah, y tiene que haber vacunas.
Tras el barullo de faros y claxonazos nerviosos, la pelotera esperada de mi intuición primera: poca gente son trescientas gentes que zumban como teenagers a la entrada de un concierto. Eso es lo que encuentro en este centro de vacunación en una noche de luna rumbo a plena de este febrero en pandemia más que plena.
Pero si se trata de la vacuna. Hay que ir a todas, me dice mi yo que a esta hora ha decidido no hacer caso del periodista.
Sobre la banqueta, en la fila pegada a la alambrada de un baldío, hacen una cola hombres y mujeres que no pasan de los cuarenta. Se ven serenos y ensimismados, y pronto me entero que apartan el lugar para sus padres y abuelos que aparecerán muy animados mañana temprano. Velarán por ellos entonces.
Magda Montiel: Me avisaron de último momento que me fuera a vacunar, sobraban vacunas en Cihuatlan. Yo si me vacuné. Igual sin tenerlo en la lista. Sì me pidieron mi credencial de elector, no fue en mi Estado, fue en Jalisco, en Cihuatlán, frontera con Manzanillo. En realidad más menos ordenado, sin sana distancia, ambiente alegre y hasta festivo. Muchos extranjeros. Súper bien. Fueron como tres horas, muy entretenidas, muchas personas que hace tiempo no veía. Parecía velorio, porque es cuando te actualizas de todos los chismes, así que en Cihuatlán, Jalisco todo bien.
En la fila de junto, repegada a los autos posesionados de la lateral del Periférico, los de mi calibre en años, los adultos mayores, la cola que me confirma mi pertenencia al mundo de los que esta noche son los importantes. "Es mi fila", me digo. Se respira optimismo --y espero que no el virus--, las versiones que corren son alentadoras: "Apenitas salieron unos médicos y dicen que en veinte minutos vuelve a salir para decirnos que todavía hay vacunas", dice que dijo uno de la Guardia Nacional una señora con voz ultramarina que brota de un batiscafo-mascarilla. Y su marido, con simple mascarilla, remata que así será, si lo dice ella. . "No, no se preocupen, seguro esta noche nos vacunan", confirma otra dama que me entero es consuegra de la del batiscafo. Y claro, señor, si aquí es un asunto de familia. Bueno, seguro que este aliento no carga contagio alguno. Y a mi lado nadie se preocupa.
Julia Maria Tarno: Gracias por tu narración. Atinada y realista. (SUBRREALISTA). Mi madre de 91 años con 6 horas de fila, finalmente logró Vacunarse.
Martha Rios Y mejor no te describo nuestro día (de varios de los Ríos Yanes) que esperamos en la cola de las 6:00am a las 4:30pm primero con mucho frío, luego bajo un sol abrasador para que a esa hora nos informaran que ya no hay vacunas, ni para mañana, ni para pasado..... "Señores, si gustan pueden seguir en la cola pero ya no hay vacunas." Eso sí, por ahí de las 11 am salió una "servidora de la nación" a asegurarnos que no nos preocupáramos porque había vacunas para todos...
Dos filas entonces espesas y convencidas a las 10 de la noche. La de los viejos a la que con tanto aliento me he sumado, parlotea noticias y logísticas: por los celulares se detallan ubicaciones e instrucciones para traer a nuevos abuelitos esperanzados; de los folders se extraen copias de INEs y CURPs y comprobantes de domicilio. Yo compruebo que no traigo ninguno pero atenazo mi cartera y manejo con prestancia el celular motivado por un vecino que me apremia a que llame de inmediato a quien pueda volar con las indispensables copias.
No, claro que no haré venir a mis hijas.
A las 10.15 no nos hemos movido un centímetro.
A las 10.16 solicito a mi vecina del batiscafo el resguardo de mi lugar en la fila para ir en búsqueda de noticias. Concedido. La mujer me mira ir en búsqueda de una certeza. La dejo en su caverna platicando con su consuegra.
Maru De Unanue: Pues en cuanto vi la publicación el martes en la noche hablé con mi familia y decidimos irnos literal a quedarnos afuera de la clínica de cacalotepec. Ahí estábamos a las 9 pm del martes temprano, a las 6, mi hermana llevaba a mis papás y fueron los primeros en vacunarse. Solo así, no podíamos arriesgarnos a que no les tocara pues son de altísimo riesgo. En este país no hay estrategia ni orden ni nada.
Cincuenta metros de cola después el soldado Guardia Nacional cumple con toda categoría la encomienda: de pie, tras la cinta amarilla del no cruce, aquí se cometió un crimen, y junto un entramado de sillas ocupadas por personas que cumplen sin duda con la obligación --que no la culpa-- de tener más de sesenta, me dice: no, señor, hoy ya no se va a vacunar a nadie más que a estos que usté ve sentados esperando por su turno. Ahá, ¿y todos los ilusionados viejecitos --y no me señalo, apunto hacia la espesa cola que se desprende de la pelotera hacia la lateral de los automoviles--, estamos esperando de oquis?
Sí. Un soldado dispara respuestas simples, precisas, como un piquete de aguja. El que todos estos cientos de ilusos y dispuestos y experimentados adultos mayores poblanos no recibiremos esta noche.
Fidel Glockner Rosainz: Yo me vacuné ahí donde dices a las 8:30 pm si había algunas vacunas, cuando pase había ya solo 10 dosis y ahí se terminaron, ¡qué suerte!!!!
Mi intuición fue certera. Nunca aprendo. Gajes del ingenuo que va por todas.
A las 10.40 de la noche estoy de regreso en casa. Lo que vi de inmediato en el telefonazo de la 9.30 ocurre: la sinrazón de las pelotera confirmadas, la gente acude sin importar si tiene una cita o le han llamado para que asista por su vacuna, como sí ocurre en la ciudad de México; el ruido inútil de hace dos semanas por la urgencia de darse de alta en Internet en una lista que no sirve de nada; el caos que se desboca por la nula capacidad de las instituciones del Estado para organizar una vacunación ordenada y simple. Y ahora mismo, centenares de personas pasando esta noche clara de luna de sus vidas en un una ciudad que no es capaz de vacunar a sus viejos uno por uno en paz y sin pelotera.
Vivimos en México. Qué esperabas, me dice mi yo-periodista intuitivo y triste.