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Las mujeres y el maíz / Alicia Mastretta Yanes

Cultura /Sociedad /Sociedad civil organizada /Naturaleza y sociedad | Opinión | 29.SEP.2021

Las mujeres y el maíz / Alicia Mastretta Yanes

Hoy es el día del maíz, que en México debieran ser los maíces (cacacuacintle, olotillo, Jala, olotón, tuxpeño….) son tantos y tan distintos que es imposible encuadrarlos en una sola palabra. También es imposible hablar de maíz sin hablar de la gente que los produce: millones de campesinos y campesinas a lo largo y ancho del país. Nombro explícitamente a las campesinas porque la historia tiende a borrarlas y el presente a olvidarse de que existen. Lo mismo pasa con las agrónomas, por eso decidí escribir hoy de María Elena Jiménez Lozano. La primera agrónoma de México.

 

María Elena Jiménez Lozano nació a principios del siglo XX en la Ciudad de México. En esa época, la ciudad era más bien un conjunto de pueblos cercanos, conectados entre sí por tranvías y por canales navegados por trajineras. El resto del paisaje eran cultivos, principalmente de maíz y otras especies de la milpa. En el México post-revolucionario, la cocina de México se convirtió en un elemento importante en la construcción de la identidad nacional. Pero María Elena Jiménez Lozano decidió que lo que quería era estudiar agronomía. Sin embargo, a pesar de su entusiasmo y capacidades intelectuales, no la dejaron inscribirse en la  Escuela Nacional de Agricultura (ahora Universidad Autónoma de Chapingo) por ser mujer. Afortunadamente, logró convencer a Lorenzo Martínez Medina, el entonces director de la Escuela Regional de Agricultura Antonio Narro (actualmente Universidad Autónoma Agraria Antonio Narro) de que se la admitiera. Inició sus estudios en 1948 y fue sometida a novatadas, agresiones físicas y verbales, para dejar en claro que no era bienvenida.

 

El ambiente era tan hostil que en sus primeras vacaciones regresó a casa con la idea de renunciar. Sin embargo su madre le dijo “te vas a regresar a la Narro, porque con el esfuerzo que tú haces vas a abrir el camino para otras mujeres que quieran estudiar la misma carrera”. María Elena le hizo caso, y así, a pesar de los obstáculos, concluyó exitosamente sus estudios en 1952. Al año siguiente se le concedió a la mujer mexicana el derecho al voto y a ser votada, para ponernos en contexto.

 

Tan pronto obtuvo su título comenzó a trabajar en Valles Centrales del Estado de Oaxaca, donde fue pionera en la investigación-acción-participativa y creó los fundamentos teóricos y prácticos para realizar capacitaciones participativas a las mujeres campesinas en México. Esto es muy importante para el avance del conocimiento del proceso de domesticación de las plantas cultivadas, y también para la conservación de la diversidad agrícola, ya que las mujeres campesinas juegan un papel crucial en la selección de semillas y son quienes manejan y conocen la mayor cantidad de cultivos y plantas manejadas, como los quelites. Sin embargo, las investigaciones previas rara vez las consideraban y sus aportaciones tanto al conocimiento como a la producción de alimentos eran ignoradas.

 

María Elena ejerció durante más de 25 años. Además de investigadora, fue líder de programas enfocados hacia el mejoramiento del hogar rural por todo México, con énfasis en el desarrollo de las mujeres campesinas. Participó en la formación de la especialidad de de “Desarrollo rural” en su alma mater, y llegó a ser diputada federal. Su decisión de estudiar agronomía y su perseverancia para ser admitida  abrió la brecha para que las escuelas de agronomía aceptaran mujeres. La primera en seguir el ejemplo de la Narro fue la Escuela de Agricultura "Hermanos Escobar" de Cd. Juárez, y 20 años después la Universidad Autónoma de Chapingo que le había cerrado las puertas originalmente. Actualmente las mujeres representamos el 40% de la matrícula en las universidades donde se enseña este campo del conocimiento, y las mujeres campesinas son la mitad, si no es que más, de la población productora de maíz.