Política | Opinión | 3.MAY.2022
México sin AMLO. ¿Estamos listos? / Luis Alberto Martínez
Expriistas, expanistas, verdes, naranjas, caciques, chapulines y saltimbanquis hoy usan el Obradorismo y la 4T
Para tranquilidad de las y los desorientados opositores del Presidente Andrés Manuel López Obrador, este dejará el cargo como lo prevé la constitución en el último minuto del 30 de septiembre de 2024. Ni uno más, ni uno menos.
Ese temor innecesario fue producto de la propia trampa en la que cayeron luego de sus fetiches con el contexto venezolano, llevándoles a pensar que la consulta de Revocación de Mandato era una treta para mantener en el poder a López Obrador, más allá de su mandato constitucional.
Lo he dicho en otros espacios: el bloque opositor al Presidente ha dedicado tanto tiempo a odiarle y descalificarle que se ha olvidado, por 4 años, de construir un mínimo proyecto de país, suficiente para ser tomado en serio.
Su papel de oposición es estridente, histriónica, oportunista y ramplona, pocas veces llega a tener destellos de estrategia, discurso o contundencia. Lo que les ha colocado muy lejos de ser una alternativa real y digna para quienes están convencidos que López Obrador no ha hecho un buen papel al frente del país.
Basta con observar el mutis de vergüenza o desesperanza de aquellas personas a las que luego de reafirmar su desacuerdo con la llamada Cuarta Transformación y el Presidente AMLO, se les pregunta por la alternativa. ¿Si no es AMLO, quién sí? ¿La alternativa es que regresen el PAN o el PRI? A veces entre dientes, tratando de ocultar los centenares de agravios comprobados al Pueblo de México, dejan escapar un débil «al menos ellos sabían gobernar».
A estas alturas, Andrés Manuel junto a centenares de mexicanas y mexicanos tomaba las calles, caminaba de casa en casa y establecía su «Proyecto Alternativo de Nación», es decir construía una oposición con la gente, con una visión de país y la contundencia suficiente para poner en jaque a todo un régimen.
En contraste, la oposición lleva dos semanas ofendida, concentrando todo su esfuerzo en quejarse de que les llaman «traidores a la patria» luego de su voto en negativa a la Reforma Eléctrica.
El símbolo de López Obrador es muy fuerte, tan fuerte que esta oposición, sin él, se queda sin narrativas, sin causas, sin visión, y sin propósito. Situación que sin duda del otro lado, del lado de quienes buscan suceder a López Obrador desde la misma trinchera, parece tranquilizarles… o confiarse demasiado.
Es ahí donde la verdadera atención tiene que concentrarse, y no caer en la misma trampa distrayéndose en las y los adversarios. El verdadero peligro para México desde la Cuarta Transformación es pensar que López Obrador siempre estará ahí. Si bien su liderazgo simbólico y su fuerza de principios es probable que se mantenga después del 2024, sólo será eso. simbólica. El Obradorismo como doctrina.
Sin duda López Obrador es la figura política más importante del país de las ultimas 3 décadas, un fenómeno mediático, social, cultural y político, ¿Recuerda algún otro del que se vendan peluches y figuras?
No debemos olvidar que tras su llegada a la presidencia, el personaje es también el ejecutivo, tiene liderazgo y tiene poder. Por lo tanto estar bien con él, es estar bien con el poder. Y así lo saben los centenares de impostoras e impostores que se han mimetizado bajo el manto de la 4T.
Expriistas, expanistas, verdes, naranjas, caciques, chapulines y saltimbanquis que hoy usan el Obradorismo y la 4T como símbolo de una pureza que no tienen pero que resulta útil para amarrar escaños, posiciones y atraer seguidores ahora con una casaca guinda. Cuando el Obradorismo ya no les sea utilitario, le olvidarán junto con la auto-regulación moral, que les impusieron las circunstancias.
¿Y las llamadas bases? ¿Los hombres y mujeres que han acompañado al presidente durante su mandato y que también son parte de la Cuarta Transformación serán suficientes para soportar el coletazo de la ausencia de López Obrador? Continuar el proyecto, es la única certeza casi dogmática, pero ¿cómo?
Es muy probable que la carrera presidencial por sucederle dejará sin duda cicatrices, posibles rupturas y desacuerdos, y quien tome el poder, sea como sea, carecerá del gran liderazgo ético y simbólico de AMLO. En un escenario donde la estridencia de la oposición probablemente sea aún mayor y las posibilidades de cooptar a los impostores mimetizados se amplié.
Entonces el mayor desafío es demostrar que en efecto, la Cuarta Transformación y el proyecto que acompañó a López Obrador, verdaderamente fue un proyecto colectivo y social, alejado del mesianismo con el que nos descalificaba y que la narrativa y proyecto de transformación genuina del país, es mucho más fuerte que el gran símbolo que representa el Obradorismo.
Hasta la próxima.
(Foto de poradilla tomada de Forbes)