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Imponer y educar / Héctor Aguilar Camín

Cultura /Sociedad | Opinión | 7.JUL.2022

Imponer y educar / Héctor Aguilar Camín

Día con día

 

La deconstrucción educativa

 

La educación mexicana pinta para ser una catástrofe anunciada.

 

La transformación que el gobierno de la República lleva a cabo en ese ámbito desafía la imaginación.

 

Es en muchos sentidos el mundo al revés. Las nociones de calidad y evaluación han sido separadas de ese mundo. 

 

Ahí, en la escuela, donde lo fundamental es aprender y enseñar, no importan ahora ni la efectividad de lo que se enseña, ni la calidad de lo que se aprende. Las pruebas, los exámenes y hasta la asistencia a clases han sido puestas en un segundo plano.

 

La idea de aprobar o reprobar no es bienvenida en ese mundo que se pretende igualitario. Porque introduce un criterio de comparación entre desiguales (pobres y no, etcétera).   

 

La comparación con los rendimientos de otros países ha sido también borrada del mapa, lo mismo que la evaluación de los maestros.

 

Incluso es ajena o secundaria la idea de que el maestro enseña y los estudiantes aprenden. En la nueva escuela mexicana “todos aprenden de todos”, no para entender el mundo en que viven, y funcionar en él, sino para transformarlo, de acuerdo con las necesidades y aspiraciones transformadoras de la comunidad.

 

“Comunidad”, según la SEP, “es el espacio social, cultural, político, productivo y simbólico en el que se inscribe la escuela, es el núcleo de las relaciones pedagógicas, de la enseñanza y el aprendizaje”.

 

La nación y los valores universales del conocimiento, deben dejar su espacio a algo que se parece mucho a la exaltación del pueblo, del barrio, del pequeño entorno urbano o rural de la escuela, y a la experiencia y a la visión microscópica de quienes viven ahí, como si la escuela no hubiera sido siempre lo contrario: una ventana al mundo de saberes y valores universales que potencian y mejoran a la comunidad.

 

Para mejor servir al ideal comunitario/ igualitario de la nueva escuela, hay que echar fuera del salón de clases las nociones de individualismo, aprendizaje, rendimiento y aspiraciones.

 

Lo que reproduce los valores competitivos y egoístas del mundo establecido, debe ser sustituido por las nociones de igualdad comunitaria que gobierna la cabeza de los nuevos pedagogos.

 

Imperdibles lecturas al respecto: Gilberto Guevara Niebla: “Comunidad vs Nación”: ver aquí.

 

Y “¿Cuál comunidad?”: ver aquí.

 

Imponer y educar

 

Según Gilberto Guevara Niebla, el autor secreto de la deconstrucción educativa en que se empeña el gobierno federal es Paulo Freire, un talentoso, elocuente y disparatado autor brasileño, padre de la llamada “pedagogía crítica” (https://bit.ly/3IhR8Rd).

 

Freire se retrató a sí mismo en una línea. Le preguntó un periodista: “¿Es usted pedagogo?”. Respondió sin vacilar: “No, nunca he sido un pedagogo. Soy, siempre he sido, un político”.

 

Lo que parió, en consecuencia, fue una teoría pedagógica cuyo axioma es que “toda educación es política”. La propuesta política de Freire es que la educación debe orientarse a “liberar al pueblo oprimido”, razón por la cual debe darse “fuera del Estado”, precisamente en “las comunidades que habitan los oprimidos”.

 

Los ecos de esta tautología abundan en los desfiladeros conceptuales de los autores de la deconstrucción educativa emprendida por la SEP.

 

Pedagogía del oprimido llamó Freire a su libro canónico donde reunió cualquier cantidad de fórmulas maniqueas, entre las cuales Guevara subraya tres:

 

  1. La sociedad se divide entre fuerzas opuestas: los opresores y los oprimidos.

 

  1. La pedagogía del oprimido busca concientizar a los oprimidos para que se incorporen a la lucha contra la opresión.

 

  1. La educación escolar es, sin excepción, una educación que funciona a favor de la opresión y se opone a la liberación.

 

Como hija de los intereses de los opresores, dice Freire, la educación escolar fomenta el egoísmo, inculca en los estudiantes visiones que perpetúan los mitos de la dominación y las conductas sumisas ante los opresores. 

 

Añádase al batido maniqueo de Freire los lugares comunes de la llamada Cuarta Transformación y tendremos el diagrama, también maniqueo, con que el actual gobierno ha emprendido su cambio educativo de México.

 

Hay aquí una variante de “educación política”, contraria a la tradición humanista, liberal, científica, racionalista y laica que ha sedimentado la historia de la educación pública mexicana.

 

En algo fundamental desoyen a Freire los hojalateros educativos de la llamada 4T. No quieren impartir la educación política liberadora “por fuera del Estado”, como indica Freire, sino desde su mismo centro, torciendo la burocracia, los presupuestos, las escuelas y los maestros del Estado.

 

Quieren imponerse desde el Estado, no educar desde la sociedad.

 

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