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13 Noviembre 2024, Puebla, México.

Militancia ¿con o para el poder? / Luis Alberto Martínez

Política | Opinión | 2.NOV.2022

Militancia ¿con o para el poder? / Luis Alberto Martínez

Algunos probaron el poder y los privilegios y se acostumbraron...

 

Han pasado 16 años desde que la izquierda mexicana transitara a un nuevo proceso de su historia bajo la imagen de Andrés Manuel López Obrador, quien, tras el desafuero y la persecución del entonces presidente Vicente Fox Quezada, se convirtiera en un ícono social de la lucha contra la corrupción y los malos gobiernos.

Desde entonces se fue construyendo lo que hoy conocemos como el «Obradorismo» que más allá de los ‘ismos’ tan recurrentes en nuestro continente, trazaba no sólo una visión política, sino una norma de conducta ética en el ejercicio del poder.

La visión política y social de López Obrador, dejaba claro que el poder y el estado deben priorizar sus esfuerzos en la lucha contra la desigualdad, brindando oportunidades de desarrollo a todas las personas por igual y garantizando programas sociales que acorten la brecha económica entre pobres y ricos. Por tanto, «primero los pobres» refrendó que su lucha y discurso van del lado de lo que el mundo conoce por la izquierda política.

A partir de esto el tabasqueño fue ganando simpatizantes a lo largo del país y su popularidad creció a la medida que su discurso se fortalecía en señalar los grandes problemas de México. La corrupción, el derroche, la deshonestidad, la impunidad y el ejercicio indigno del poder.

Círculos tradicionalmente cercanos a la izquierda vieron en Andrés Manuel a un líder político congruente; desde la ciencia, la academia, la universidad y el activismo social, se comenzó a acompañar y gestar el movimiento que acompaña a López Obrador desde entonces.

El movimiento se organizó en horizontal, bajo la lógica de los méritos y responsabilidades se integraron estructuras de organización integradas por personas sin intereses personales. Los cargos entonces eran honoríficos, sin posibilidades de controlar recursos económicos o prebendas políticas.

Tras la salida de AMLO del PRD se consolidó Morena como un movimiento que observó la importancia de fortalecer mecanismos de protección, impulsando la formación, reglamentación y participación política al interior.

Como ya lo he comentado, se tomó el riesgo de apuntalar con pragmatismo y asegurar la victoria. Así, en 2018, las estructuras de Morena se volvieron gobierno. Activistas, académicos y civiles ocuparon cargos junto a numerosos perfiles que brincaron de otros partidos para reclamar los espacios convenidos a cambio de movilizar adeptos. Juraron que habían cambiado y que se regirán bajo el liderazgo moral del Obradorismo.

Algunas, algunos, no todas, no todos, al integrarse por primera vez a esos espacios de gobierno, probaron el poder y los privilegios y se acostumbraron. AMLO les advirtió que se cuidaran de las adulaciones y zalamerías. Lo olvidaron. Hoy les gusta que les abran la puerta al salir, que su voz sea la única que se escuche y ostentar los privilegios que antes criticaron. Son amables y serviles con quienes les resulta conveniente e indiferentes con quienes no.

Hoy sus pretensiones ya no son de cambio sino de permanencia. Se escudan en la consolidación de una transformación que han olvidado y se escudan detrás de un discurso que han ignorado.

Citar sin asumir la ética obradorista es lo único que les separa de las viejas prácticas del poder.

Mientras centenares de hombres y mujeres libres desde todas la trincheras, incluidas las del gobierno, construyen un país mejor y reivindican las luchas progresistas, otras y otros persiguen el clásico hueso como en los viejos tiempos.

(Ilustración de portadilla: Adrián Pérez, revista Nexos)