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13 Octubre 2024, Puebla, México.

La corrupción es también una ideología política / Luis Alberto Martínez

Gobierno | Opinión | 10.ENE.2023

La corrupción es también una ideología política / Luis Alberto Martínez

 

Cuando leí por primera vez esta contundente sentencia del periodista Martín Caparrós, inmediatamente visualicé a todas aquellas personas, políticos, políticas, activistas, viejos, jóvenes, «istas» de lo que sea, siempre condenar la corrupción con aires de supremacía moral, siempre hablando de ella como algo ajeno, algo que con sólo mencionarlo les purifica.

Caparrós, profundiza y nos cuenta que el origen de la corrupción en América Latina puede venir justo de la religión católica impuesta por los conquistadores, porque cuando una persona se confesaba pecadora, la gravedad de su pecado podía ser proporcional a sus diezmos.

«Si su Dios era capaz de voltear para otro lado cuando pecaban, cuanto más los pinches hombres.»

Desde entonces la corrupción está en todas partes, y en efecto, no tiene una ideología, no es de izquierda, no es de derecha, no es liberal, neoliberal, social demócrata o anarquista, no tiene ismos. La corrupción es una ideología, es el corruptismo, el triunfo de una ideología propia, inherente a todas las personas incapaces de caer ante la tentación de sí mismos, ante la tentación de los privilegios.

El corruptismo puede invadir a cualquiera que tiene algo de poder, a cualquiera que tiene un privilegio, entre quienes la practican hay unos más tradicionales y ordinarios que otros, buscan los lujos, el dinero, la opulencia, sin embargo, otros la matizan, la maquillan, le llaman pragmatismo, estrategia, incluso justicia.

Rompen las reglas, pero poquito; rompen las reglas, pero por una buena causa y voltean para otro lado cuando estas reglas las rompen cercanos, aliados, colegas. Entran en la dinámica del «sálvese quien pueda» incluso combaten la corrupción, con prácticas corruptas. Criticaron los lujos y los privilegios de quienes ostentaban el poder, hasta que conocieron sus lujos y privilegios. Sobresueldos, dádivas, tajadas, regalos, comodidades.

En el discurso, para todos los órdenes de gobierno en México, la corrupción se debe erradicar, y no hay duda de que decenas de funcionarias y funcionarios, incluido el Presidente Andrés Manuel López Obrador lo están logrando, no hay duda de su liderazgo ético, y congruencia personal, pero en la práctica el corruptismo mantiene miles de fieles:
personas que contratan espectaculares con anuncios de presentaciones de libros y entrevistas de revistas inexistentes para promover su imagen personal; burócratas de medio pelo que desvían recursos y hacen guardaditos para futuras campañas locales o diputaciones; funcionarios que piden tajada para autorizar contratos o persiguen periodistas críticos mediante demandas penales, y centenares de personas que hacen mutis antes la evidente corrupción de algún allegado.

La corrupción jode mucho a muchos, y está a la vuelta de la esquina. Desafortunadamente, está normalizada y no podemos olvidar que es parte de la vida cotidiana de todas las clases sociales, está la persona que aparta lugares en la fila de un hospital, o en el cuidacoches que pide dinero para no dañar el auto de una maestra afuera de su escuela, pobres jodiendo a pobres para quedar un poquito menos pobres y también están los ricos que siguen cobrando los mismos millones a funcionarios menos ricos que los de antes.

Por ello, a 4 años del triunfo de la llamada Cuarta Transformación, el reto sigue siendo el mismo, acabar con la idea de que el gobierno y sus funcionarios se la pasan a toda madre con nuestro dinero.

Hasta la próxima.

 

(Imagen de portadilla tomada de revista Nexos.)