Con Porfirio, se va toda una época / Carlos Figueroa Ibarra

Fue Porfirio Muñoz Ledo una figura icónica del priato, de la época del partido hegemónico, de la época del partido de Estado, de la época del PRI-gobierno. También del nacionalismo revolucionario y de la política oficialista. De la demagogia. Del discurso que hacía de la palabra revolución un elemento central de la narrativa. También de la patria como valor supremo y reitero, de la demagogia con respecto a la democracia y el bienestar popular.  De la solidaridad con los exiliados de todo el mundo. De la política exterior que conservaba las formas de la independencia y la soberanía política.  De todo eso, mientras el autoritarismo, la corrupción, la guerra sucia, la tortura y la colaboración con la CIA imperaban en el país.

Fue Porfirio una criatura de la política como ascenso disciplinado y sin moverse un centímetro para no salirse de la fotografía. De la moral como árbol que da moras. Del vivir fuera del presupuesto como vivir en el error. Del no te pido que me des, sino que me pongas donde hay. Del político pobre como pobre político De la prepotencia para abajo y de la obsecuencia para arriba. De la política como habilidoso y culto oficio de un Jesús Reyes Heroles y también de la brutalidad genocida de un Gustavo Díaz Ordaz. De claroscuros como Fernando Gutiérrez Barrios, operador de cañerías y al mismo tiempo encarcelador y colaborador del Movimiento 26 de julio. Y amigo de toda la vida de Fidel…

De todo eso fue producto Porfirio. Por eso su vida fue también un sendero lleno de pasajes oscuros y luminosos. No fue un personaje común y adocenado. Fue uno de los más grandes tribunos de la política mexicana durante buena parte de la segunda mitad del siglo XX y en estas dos primeras décadas del XXI. Extraordinario polemista y culto constitucionalista. Aristócrata de la política, habilidoso y explosivo parlamentario. Nadie que haya observado la política mexicana durante los últimos sesenta años podrá ignorar que Porfirio fue uno de sus más grandes exponentes. Para bien o para mal.

No puede olvidarse que fue el cerebro y principal arquitecto de la Corriente Democrática del PRI. Que ésta nació como la rebelión del nacionalismo revolucionario ante la traición ideológica que significó el viraje del PRI hacia el neoliberalismo. Que el desgajamiento vertical del priismo por la disidencia que encabezó junto a Ifigenia Martínez y Cuauhtémoc Cárdenas, al fusionarse con las corrientes comunistas y socialistas, fue la refundación de la izquierda mexicana. Allí empezó a nacer lo que después sería la Cuarta Transformación.

Es una lástima que, en la última parte de su vida, su egocentrismo y ADN priista lo hayan llevado por senderos equivocados. Fueron lamentables los berrinches que protagonizó porque no pudo repetir un mandato como presidente de la Cámara de Diputados. Y también por no salir favorecido en la encuesta para presidente de Morena (garrafal equivocación de quienes lo postularon) y por no haber sido nombrado embajador en Cuba. Las declaraciones y alianzas que hizo en contra de Andrés Manuel y del gobierno de la 4T, fueron propias de un comportamiento visceral indigno de su gran inteligencia. Lo volvieron a defenestrar hacia el lugar que lo llevó apoyar a Vicente Fox en 2000.

Juego de fotos de Cuartooscuro.

Y agregaría también, su conducta fue producto de una desmemoria y una ingratitud.  Fui testigo presencial de cómo en uno de los eventos preparatorios del camino del triunfo, Andrés Manuel dijo que quería que Porfirio y Doña Ifigenia le pusieran la banda presidencial. Lo vi abrazar con gran afecto a él y a Doña Ifigenia. Finalmente fue Porfirio quien le puso la banda presidencial en la ceremonia en el Palacio Legislativo en la cual tuve el honor de estar presente.

Hoy Porfirio Muñoz Ledo es historia. Como suele suceder con todos lo/as seres humano/as, no se lleva a la tumba sus afanes de poder, sus veleidades políticas, su egocentrismo. En cambio, nos deja sus momentos luminosos, su aporte a la lucha por la democracia en México, sus brillantes discursos y sus agudos e incisivos debates. Cualquiera que niegue eso, se mueve en el reino de la mezquindad. Por eso, con convicción digo: “hasta siempre Porfirio”.