Las tortas del Girofle son sensacionales. Recuerdo que estaban en el pasaje del Ayuntamiento. Ahí estaba el local que compartía pared con el cine Guerrero (hoy teatro de la ciudad) y que mi tío Raúl, hermano de mi madre -ambos fallecidos ya- nos llevaba a comer. Arriba del mostrador había refrescos e invariablemente yo pedía un Delawere Punch, que sabía distinto antes de que lo comprara la Coca Cola.
Hoy fui a comer una clásica de milanesa y otra de riñones. Oiga usted, qué maravilla es la torta de riñones. El sabor no es tan fuerte como los de otras torterías, el paladar siente lo que recibe porque está preparado con hiervas de olor, puede que tengan laurel y romero o tomillo. El chiste es que la cebolla y el ajo le dan un toque único.
Además, están preparadas en tortas de agua, que para el no poblano esto suena a una barbaridad, pero créanme que las tortas de agua son un pan delicioso. La torta de agua es un pan rústico, porque se amasa manualmente y su cocción es en horno de ladrillo.
El Girofle es un local a una cuadra del zócalo, el bar está al fondo y, según dice el letrero, funciona desde 1935, por supuesto no tendría por qué no creerle.
Además de riñones, hay tortas de ternera, queso blanco, atún, pulpo, queso de puerco.
Otra cosa que me sigue encantando es el anuncio de gas neón. Uno pasa a cualquier hora del día e irremediablemente volteas a verlo. Si vienen a Puebla y necesitan comer algo rápido, entren, pidan una de salpicón o de riñones y verán que regresan. Verdad de dios que sí.