Ignacio Solares o cómo tratar con los espíritus / Moisés Ramos Rodríguez
Mundo Nuestro. El 24 de agosto pasado murió el escritor y periodista Ignacio Solares. Presentamos este texto de Moisés Ramos Rodríguez sobre el libro reportaje Delirium Tremens con esta síntesis de su trayectoria que presentó el diario La Jortana:" Nació en Ciudad Juárez, Chihuahua el 15 de enero de 1945. Estudió en la FFyL de la UNAM. Ha sido profesor de la FCPyS; coordinador de Difusión Cultural; director de Literatura, Teatro y Danza y director de la Revista de la Universidad de México, UNAM; director del suplemento La Cultura en México de la revista Siempre!; jefe de redacción de la revista Plural; director de la Revista de la Universidad Nacional Autónoma de México. Colaborador en Diorama de la Cultura, Hoy (nueva época), La Cultura en México, Plural, y Quimera, entre otros. Becario del CME, 1974 y 1979; del Fonca, 1992; de la Fundación Guggenheim, 1996. Miembro del SNCA desde 1993. Premio Tomás Valles 1988 en Letras, Chihuahua. Premio Magda Donato 1989 por Casa de encantamiento. Premio Literario Internacional Diana/Novedades 1991 para escritores de lengua española por La noche de Ángeles. Premio Julio Bracho 1992 por El jefe máximo. Premio Nacional de Periodismo por La Cultura en México."
(En la portadilla: "La tentación de San Antonio", de Salvador Dalí.)
—El cielo y el infierno son lo mismo, idiota
—me decía con una vocecita aguda—.
Y ahora vamos a acabar contigo,
para que aprendas a no andarnos invocando.
Ignacio Solares, Delirium tremens.
Intrigado, Ignacio Solares quiso saber qué tenía y había tenido su papá: una vez habló con una hermana muerta y otra con ella y el resto de sus hermanos fallecidos.
¿Fue una alucinación, una fantasía, un soñar despierto? Solares se encontró entonces con el delirium tremens, quiso saber todo sobre él y comenzó una investigación periodística que se convirtió en un largo reportaje publicado en forma de libro.
Delirium tremens, el volumen en cuestión, fue publicado por la Compañía General de Ediciones, en México, D. F. en 1979.
El maestro León Ortega Ríos —formador de sanadores— opina en entrevista:
“Ignacio Solares, un escritor en la búsqueda de sentido a las alucinaciones de delirium tremens de los enfermos alcohólicos, encontró que no solamente los alcohólicos y los enfermos padecían de delirium tremens, sino también las personas normales. Esto fue un parteaguas para México y el mundo porque, además de eso, nos hizo ver que, aunque nosotros neguemos los fenómenos espirituales, suceden, sucedieron y van a seguir sucediendo. Delirium tremens como su obra fundamental, y Cartas a una joven psicóloga, nos muestran el camino del espíritu; nos muestran el camino de regreso a casa.”
Un camino similar al de Solares, lo hizo Elizabeth Kübler—Ross, la psiquiatra suiza que encontró en los moribundos, situaciones similares a la del padre del escritor nacido en Chihuahua el 15 de enero de 1944 y muerto el pasado 24 de agosto: quienes iban a morir, podían no sólo ver a familiares fallecidos, sino hablar con ellos.
Los moribundos de los que habla la suiza en sus libros, no habían sufrido el corte abrupto en la ingesta de alcohol que provoca en los alcohólicos el delirium tremens, pero sí una modificación sensoperceptiva que les permitía confirmar lo que los chamanes saben—desde los mongoles y siberianos, hasta los actuales del México indígena—: los sentidos alterados, accidental o conscientemente permiten “entrar” a una realidad espiritual que, con los cinco sentidos no puede ser percibida.
Solares inició su reportaje en el Hospital Psiquiátrico del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de la Ciudad de México, donde el chihuahuense habló directamente con quienes habían padecido o estaban padeciendo delirium tremens. La supresión de la ingesta de alcohol les provocaba visiones que, después supieron, podían ser una epifanía o la entrada al infierno.
Uno de los alcohólicos, Gabriel, le mostró a Solares que, beatíficas o terribles, las visiones existían y prácticamente quien las tenía podía elegir cómo quería que fueran.
Pero para ese “enfermo”, se trataba de el encuentro con los espíritus y su trato con ellos.
Ese alcohólico, Gabriel, en el momento de la entrevista —que se prolongó por días, en diversos lugares— había sido miembro de Alcohólicos Anónimos (AA) y le mostró al escritor cómo había llegado a un despertar espiritual, semejante al de los místicos, al de los meditadores asiáticos, al de los chamanes.
Por eso, resaltó Gabriel, podía tener experiencias tales como la del padre de Solares lo había hecho, primero por la ausencia de ingesta de alcohol, después un día antes de morir.
El libro de Solares fue usado —nunca como un manual, pero sí como un apoyo— por la Coordinación del Programa de Rehabilitación de Alcohólicos del Hospital Psiquiátrico del IMSS, donde él había entrevistado a los padecedores —dicen los portugueses— de delirium tremens.
Ni los miembros de aquella institución, ni el propio Ignacio Solares hablaron públicamente sobre los resultados del uso del libro: ¿les mostró a los pacientes con delirium tremens el camino a una práctica espiritual, a un convivir y negociar con los espíritus?
Para el entrevistado maestro León Ortega, el de Solares es un texto revelador, fundamental para quienes, al reconocerlo, inician un camino espiritual, una convivencia con los espíritus.
En la obra de Solares los entrevistados relatan, en la mayoría de los casos, lo terrible de ver algo que nadie más veía, y tan cierto que, cuando eran animales o demonios que los acosaban, se sintieron al borde de la locura; o de la muerte.
Sólo el enigmático Gabriel habla de haberse salvado—temporalmente— escuchando a Mozart obsesivamente, encerrado en un sótano; de la similitud de sus encuentros espirituales con los de los místicos. Y las conversaciones mantenidas con los espíritus: ni fantasmas ni alucinaciones: espíritus, lo cual hizo al perder el miedo a ellos.
Para el citado maestro Ortega Ríos, el de Ignacio Solares es uno de sus dos libros reveladores: indica que no sólo el alcohólico llega a la supresión —por gusto o de manera obligada— sino todas las personas, al tener algún tipo de supresión, pueden tener la misma experiencia o parecida a los de los alcohólicos.
Esas supresiones pueden ser: dejar de comer aquello que es su mayor afición; las compradoras compulsivas dejar de comprar; los obsesos sexuales dejar sus prácticas, etcétera.
Pero aún más: el delirium tremens o el acceso a un mundo espiritual también llega a quienes “pierden” a un ser querido, un trabajo, una pareja, una empresa, una casa, una mascota o hacen un cambio importante, determinante en sus vidas. Llegan, igual que el alcohólico del libro, a padecer un síndrome de supresión: se sensopercepción cambia. La realidad se amplía.
En el prólogo a la edición de 1979 del libro de Solares, el médico José Antonio Elizondo López, entonces Coordinador del Programa de Rehabilitación de Alcohólicos del Hospital Psiquiátrico del IMSS, escribió:
“Descrito por primera vez en el año de 1813, el delirium tremens nunca había sido abordado desde un horizonte literario y descriptivo, tal como lo ha hecho Ignacio Solares —con indudable originalidad y talento— en esta obra.”
Y más:
“El delirium tremens es un conjunto de síntomas que se desarrollan en el alcohólico crónico después de la interrupción brusca de una ingestión prolongada e intensa de bebidas embriagantes. Las alucinaciones visuales son quizá el síntoma más dramático de este cuadro, y es justamente esa esfera sensoperceptiva alterada del alcohólico la puerta de entrada por la que Solares se introduce. El reto: aventurarse en la profundidad del sujeto y contemplar cómo la experiencia alucinatoria puede cambiar su trayectoria existencial.”
Y es ese síndrome el que produce cambios en el cerebro, permitiéndole percibir algo que antes no vio, sintió, olió, escuchó o palpó: un espíritu que vaga por su casa, un abuelo que le habla o una mascota que “regresa” a su hogar; o ver a quien murió en un accidente y quiere decirle algo. Voces que le ordenan o pequeños ángeles de colores que, abruptamente se convierten en demonios.
Pero hay más: desde el capítulo II de su libro, Solares muestra lo valioso de su hallazgo: Gabriel le pregunta si sólo quiere saber sobre “cualquier visión que haya provocado el alcohol” o “las visiones que surgen sin necesidad de un estímulo exterior”. Es decir: visiones que pude tener cualquier persona, sin provocarlas o buscarlas.
El fantasma, el demonio del alcoholismo
Quizá ni el propio Solares fue del todo consciente de lo que halló. Poco antes de morir, habló largo y tendido, durante semanas, con su amigo, el también escritor y novelista José Gordon, quien de esas conversaciones hizo un libro que salió a la venta apenas unos días antes de que el chihuahuense muriera: Novelista de lo invisible (Grijalbo, 2023).
Ahí (de acuerdo con lo publicado por la revista Proceso apenas unas horas después del fallecimiento de Solares, de donde tomo este párrafo) en “Hexagramas del ‘I Ching. Una visita al destino’ (página 150), ambos conversadores hablarán del psicoanalista Carl G. Jung y el libro sagrado hindú Bagavad Gita, entre otras temáticas. Siguiendo el ejercicio de [Octavio] Paz en Poesía en movimiento, deciden lanzarse a un serio y vetusto juego adivinatorio de hexagramas. Cada uno le cuestionará al oráculo chino ‘I Ching’ una pregunta. La de Gordon: ¿Cómo se enfrenta la vulnerabilidad en la vida y de dónde sacamos fortaleza? La de Solares: ¿Cómo se enfrenta el fantasma y el demonio del alcoholismo?”
Él lo había descubierto, lo había escrito, lo había publicado: eligiendo. Eligiendo un camino espiritual, o un mundo de racionalismo extremo (adorando, pero deformando a Descartes), cuyas limitaciones enferman al impedir regresar a una vida acorde a la Naturaleza, a su orden.
Pocos días después de la muerte de Solares, su amigo Gordon, en una entrevista par El sol de México expresó sobre el chihuahuense:
“‘Con su mirada curiosa y atenta descubrió lo que podríamos llamar una trascendencia descendente. Cuando vamos hacia a los infiernos, al tocar fondo, en los abismos, a veces se atisba lo sagrado. Esta búsqueda de lo sagrado, también se dio en la búsqueda del ascenso que él encontraba en autores como William Blake o Aldous Huxley, quien planteaba que si se limpiasen las ventanas de la percepción veríamos la realidad como es, infinita’, afirma Gordon, quien comparte que ambos tenían en común un gusto por el escritor polaco Isaac Bashevis Singer, quien como Solares ‘no podía dejar de ver el infierno, pero tampoco podía dejar de ver el cielo.’”
Finalmente cito lo afirmado por Solares respecto a uno de los efectos de la publicación de Delirium tremens, al menos en él: creer “más en los locos que en los cuerdos. Creo que la salvación del mundo está más en ellos que en la gente racional, en los políticos calculadores y fríos.”