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16 Septiembre 2024, Puebla, México.

Las derrotas electorales / Luis Alberto Fernández García

Política | Opinión | 4.JUN.2024

Las derrotas electorales / Luis Alberto Fernández García

Resulta del elitismo más adocenado el pensar que la gente que no vota como uno, o como uno cree que se debe votar, lo hace por ignorancia o por estupidez.  Cualquier razón para votar es, en términos sociológicos, valorativamente igual.

 

Una razonable hipótesis de trabajo es que la gente actúa racionalmente, es decir, que tiene motivos racionales que explican su conducta social.  Desde luego, esto es sólo un caso posible o “típico” y un caso límite, en el sentido de que nadie actúa siempre de manera puramente racional.  Los otros tipos de motivos de la conducta social, de acuerdo al sociólogo alemán Max Weber, son los emocionales o sentimentales y los tradicionales.  Pero todos son “motivos” que explican la conducta humana y que le dan sentido.

 

Esto viene al caso, porque ante la derrota política, ante la que hoy por hoy, como es natural,  todos los partidos de México se han tenido que rendir una u otra vez –algunos de ellos, una y otra vez- encuentra uno más reparto de culpas que autocrítica. Y sólo la autocrítica puede iluminar la acción futura.  Después de todo, todo auténtico partido político busca ganar (lo que no quiere decir que sólo eso busque) y para ello ganar-se los votos de la población electora.  Y si la población no le da su voto, ¿cuál o cuáles pueden ser las cuasas?  ¿No podría ser válida como razón genérica que la población no le da su voto a tal partido por la simple razón de que éste o su candidato no han sabido tocar las fibras por las que la voluntad de la gente la lleva a votar?

 

Resulta tan denigrante el hecho de que un partido gaste fondos públicos en “operaciones tamal”, o en gorritas, cuadernos, leche Bety, etc., como el que otros partidos o inclusive las autoridades electorales afirmen con desfachatez que hay mexicanos –y en número tan importante como para desvirtuar un evento electoral- que en la soledad de su mampara, de frente a la urna electoral, no voten como les da la gana.  (Otro caso muy diferente sería si algunos electores no gozan del necesario secreto para cruzar su boleta como les venga en gana, lo cual es absolutamente intolerable.) 

 

¿Quién dice que es más “racional” una razón que otra para votar?   ¿Qué autoridad moral puede tener nadie para decir que hay quienes votan por inteligencia y hay quienes votan por ignorancia?  ¿En qué se basa la población  urbana para considerar ignorante a la población campesina?  Porque día tras día tiene uno que soportar a gente de la ciudad decir que los indios y los campesinos en general, así como los habitantes de las zonas pobres de las ciudades son ignorantes, manipulables, acarreables e indefensos frente a las malignas fuerzas de los sabios abusivos, manipuladores, acarreadores que los siguen engañando.  Pero ¡algún día llegará –parecen decir- en que los ignorantes se acaben, los campesinos desaparezcan y entonces todo el mundo podrá ver que nosotros teníamos razón!  La máxima expresión de esta postura la encontramos en una barda en  la ciudad de México, después de las elecciones federales de 1994.  La pinta decía: “PUEBLO PUTO”.

 

El afirmar que sólo se arribará al reino de la democracia cuando pierda un determinado partido, ¿no implica sostener que todos los que votan o voten por ese partido son retrasados mentales?  ¿Eso es ser demócrata?

 

En la lucha política, como en toda lucha, se gana y se pierde.  Ante la derrota, lo propio de un hombre o mujer de bien es la autocrítica.  No cabe culpar al enemigo y lamentarse por la efectividad de todas sus artimañas, porque lo prudente habría sido contar con todas esas artimañas.  Mucho menos cabe culpar al pueblo ignorante que no supo descubrir las maravillas que le mostrábamos y que en realidad, ni siquiera supo ser digno de nosotros.  Eso no es de hombres.  Tampoco sirve nada para seguir adelante, que es lo propio del político. 

 

Si el que ha resultado perdedor en una justa política, se encierra a lamer sus heridas y a maldecir a quien se las propinó y a creer que va a llegar el día en que el pueblo en masa se levante hasta él exclamando: “Tenías razón.  Perdónanos por no haberte comprendido antes.  Ven y reina sobre nosotros”; ¡que se lo siga creyendo!  Está donde debe estar.

 

LUIS ALBERTO FERNÁNDEZ GARCÍA.

Noviembre de 1999.