Cultura | Reseña | 15.NOV.2024
Fantasía, fantasmas, ánimas, de Lizbeth Celaya / Moisés Ramos Rodríguez
Presentación del libro en Librería León / Viernes 17,30 horas
(Este viernes 15 de junio, a las 17.30 horas, la escritora Lizbeth Celaya Vargas presentará su libro Ánima. Cuentos de fantasmas en la Librería León de la Avenida 3 Poniente número 318, en el Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, donde el ejemplar estará a la venta y la entrada será gratis. Los presentadores que acompañarán a la narradora son la maestra Elizabeth Damián Espinoza, Óscar Osorio, “Mosh”, quien ilustró el ejemplar y quien esto escribe.)
El ser humano se ha movido siempre en un mundo donde otros seres, menos densos, le acompañan. En la literatura tenemos el ejemplo de Hamlet, cuyo padre, asesinado, se presenta ante él para pedirle que vengue su muerte. Más cerca de nosotros, los personajes de Pedro Páramo nos muestran que Comala es el reino de los fantasmas —de ahí que la novela sea fantástica— y el esposo de Susan San Juan lo mismo que el resto del pueblo, reciben a Juan Preciado en un mundo donde pronto él, quien llegó aparentemente vivo, yace en una tumba, abrazado a una vieja amiga de su madre muerta.
Si bien el género fantástico ha cambiado con el tiempo, entre Gustav Meyrink —por ejemplo— y las visitas de una nahuala para robar niños; o la vida paralela de un hombre que vive en el mismo país, pero en dos épocas distintas, en una a punto de morir, en otra como si todo fuera una pesadilla, hay una continuidad que nos muestra: más allá de lo que vemos, pesamos, tocamos, olemos o medimos y, por tanto, damos por cierto, uno o varios mundos tal vez paralelos, tal vez alternativos, quizás alterados, están a un paso de nosotros.
Lizbeth Celaya, con los relatos de Ánima… nos abre puertas para entrar a varios de esos mundos —alguno de ellos hoy llamado metaverso y para cuyo acceso se requieren dispositivos distintos al de la literatura— donde lo extraordinario es lo cotidiano, desde donde podemos acceder a realidades que antes fueron consideradas cuentos de comadres contados al preparar el nixtamal para la masa destinada a ser tortillas o entre borrachos acosados por setes que les hablaban y se reían de ellos.
Cada uno de los cuentos de Celaya nos sumergen en una visión que puede venir del sueño, de la cercanía de la muerte —o de la misma muerte física— o del recuerdo que, de la imagen pasa a la sensación y deja con esto una huella de veracidad.
Borges nos recordó que Swedenborg trajo una rosa como prueba de haber estado en el Paraíso. Lizbeth Celaya nos trae estos relatos como prueba de que ha estado en esos sitios donde, impedidos para relatarlos como ella, leemos con atención, y sabemos que existen, están ahí, y no sólo nos acechan, sino también —pacientes y eternos— nos esperan algunos de ellos.