noviembre 15, 2025, Puebla, México

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Baldío (Crónica 21) / Sergio Mastretta

 

Introducción

En 1987 el Maestro en Ciencias Samuel Malpica Uribe gana la rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla en sucesión de Alfonso Vélez Pliego. Lo hace con el respaldo de miles de estudiantes que participan en una elección con voto universal, directo y secreto que sustenta el proyecto de universidad democrática, crítica y popular, vigente desde 1973. Con Malpica Uribe inicia la quiebra de ese proyecto de universidad en manos de una izquierda política que encuentra su valor fundamental en la independencia política respecto del Estado, pero su talón de Aquiles en la dependencia económica de la voluntad gubernamental.

La ruptura entre las facciones dominantes de la universidad se produce en enero de 1989, durante el segundo informe del rector Malpica, quien acusa de corrupción a la administración de Vélez Pliego. Siguen dos años de conflicto que incluyen la destitución del rector, la constitución de un triunvirato de gobierno por una de las facciones en el Consejo Universitario y el desgobierno hasta que se celebran nuevas elecciones en abril de 1991, todo ello en medio de múltiples refriegas callejeras como la toma del edificio Carolino por los enemigos de Malpica y el asesinato en circunstancias nunca esclarecidas del profesor Miguel Antonio Cuéllar Muñoz el 22 de diciembre de 1989.

El conflicto termina con la reforma de la ley orgánica que suprime el voto universal, directo y secreto de los estudiantes, y con la recomposición de las relaciones con el poder público estatal. Lo que sigue es la crónica de ese proceso.

Publicamos en Mundo Nuestro nuevamente estas crónicas con el ánimo de contribuir a la discusión colectiva sobre la realidad de la universidad pública en Puebla en el marco del reciente paro estudiantil y las reformas impulsadas por un movimiento que sin duda es un punto de inflexión en la historia de la Beneméita Universidad Autónoma de Puebla.

 

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Crónica 21

Baldío

 

Lunes 13 de agosto de 1990.

            Un hombre camina por la calle con los ojos fijos en su hastío. No carga mal humor ni portafolio, no carga nada. Sólo la greña lacia y sucia. Deambula con su rostro vacío de domingo. Patea una lata de cerveza, mete un pie en un charco, deja su huella estéril al sol de verano. Pisa una de las baldosas indiferentes de su pasado.

            Deber

            1.- Viernes 10 inicia la mañana. Asalto a Banamex en el cruce de los boulevares Valsequillo y 5 de Mayo. Seis hombres de traje ejecutivo y fierros gruesos se reparten 130 millones guardando jerarquías de una banda profesional. No sirven los semáforos. Agentes de Tránsito agilizan el tráfico. Judiciales asumen papeles de Rambo: metralletas rabiosas apuntan a la nada, chalecos blindados protegen el estrecho circuito de la ley, insomnes luces azules y rojas atrapan como mastines nocturnos el aura de la violencia matutina.

            La sábana blanca deslumbra la candidez de la justicia.

            En cuerpo anónimo del policía bancario yace caliente en el vacío.

Alfonso Campos Brisuela, placa 475, no vio suficientes películas de bandidos, no leyó nunca los periódicos. O cedió contra la vibra remota, el comando absurdo del deber, y sus músculos rebeldes lo despeñaron a la muerte. O imaginó un escenario del oeste, una cantina brava de la once Norte, un cabaret en la esquina de la 90, un espejo con florituras doradas que rechaza su rostro moreno, unos muslos de ligueros calientes que le sonríen al sherife, un fuego de pistolas amartilladas que estalla en incandescente qué me vez hijo de la chingada. El agente 475 escuchó como todos el no se muevan y no les pasará nada de los malos, pero no hizo caso. La vibra maldita del heroísmo hizo la finta de la mano al cinto. Una bala simple y solitaria, una línea chispeante de sinsentido, una orden tajante al oficio del funcionario que indemniza a la viuda, una firma infalsificable, partió el corazón del polizonte.

            Nos amas tanto

            2.- Jueves 9, inefable Consejo universitario. El turno de Jean Pandal en el Salón de Proyecciones. El momento en que se asoma el reportero habla el Consejero Avila Pena: dice algo en contra en la reelección de los rectores. En primera fila Vélez Pliego. Dos asientos a su derecha el tesorero eterno Bautista, con el portafolios de escudero. Tres filas más atrás, el rostro tranquilo de Juvencio Monroy. A las 2:30 de la tarde ya lograron el acuerdo sobre el día de elecciones. Pero aquí las discusiones por tradición hecha ley tienen que ser interminables. Pandal se hace un momento de la palabra y pide agilizar la reunión, pues tiene que plantearse el problema de gravedad, el financiero. Sí, ocho meses después, uno creía que no ha pasado nada. Ahí están ellos, como siempre, hablando.

            Afuera el rumor calienta el pasillo. Que sí, que Malpica ya le dio el espaldarazo a Mayorga. Que no, que Sánchez Zacarías no se va con nadie, que se lanza, aunque al final es seguro que respalde a Pepe Dóger. Que sí, que Vélez tiene a Pedro Hugo como el suyo. Que no, que se va del lado de Dóger. Que sí, que Vázquez Valdez ya es el bueno por los otros. Que no, que todavía no hay acuerdo, que puede ser Botello o que el propio Monroy. Que no, que Juvencio no quiere. Que sí, que es el único que puede unificar a ese grupo. Que no, que la votación va a ser bajísima, muy lejana de los 36 mil del 87. Que sí, que los estudiantes están al margen, que les vale gorro. Que no, que sí. Afuera también están discutiendo.

Una anécdota circula con la irreverencia de asamblea priísta: que fue Jean Pandal con diez consejeros de compañía a ver a Manuel Bartlett. Que a los pocos minutos el secretario de la SEP se paró y los dejó hablando solos. Seriedad, fue lo único que les dijo, luego de que un consejero prospecto de candidato planteó que se cobrara un porcentaje para la UAP en las cuotas de la Autopista México-Puebla. Y que ahora para pagar la nómina tendrán que esperar a las nuevas cuotas de inscripción establecidas por la rectoría interina.

            Algo más simple, más al grano: qué pasa con todas las propiedades intestadas que por ley corresponden a la UAP, quien sabe cuáles son, cuanto valen, etc. etc. etc. Y que tienen que ver con el requiebre de los amores ganados y perdidos de los políticos universitarios.

            Y quién se acuerda del maestro Cuéllar, muerto de bala apenas el 22 de diciembre…

            Esa probablemente es una pregunta reaccionaria.

 

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