Introducción
En 1987 el Maestro en Ciencias Samuel Malpica Uribe gana la rectoría de la Universidad Autónoma de Puebla en sucesión de Alfonso Vélez Pliego. Lo hace con el respaldo de miles de estudiantes que participan en una elección con voto universal, directo y secreto que sustenta el proyecto de universidad democrática, crítica y popular, vigente desde 1973. Con Malpica Uribe inicia la quiebra de ese proyecto de universidad en manos de una izquierda política que encuentra su valor fundamental en la independencia política respecto del Estado, pero su talón de Aquiles en la dependencia económica de la voluntad gubernamental.
La ruptura entre las facciones dominantes de la universidad se produce en enero de 1989, durante el segundo informe del rector Malpica, quien acusa de corrupción a la administración de Vélez Pliego. Siguen dos años de conflicto que incluyen la destitución del rector, la constitución de un triunvirato de gobierno por una de las facciones en el Consejo Universitario y el desgobierno hasta que se celebran nuevas elecciones en abril de 1991, todo ello en medio de múltiples refriegas callejeras como la toma del edificio Carolino por los enemigos de Malpica y el asesinato en circunstancias nunca esclarecidas del profesor Miguel Antonio Cuéllar Muñoz el 22 de diciembre de 1989.
El conflicto termina con la reforma de la ley orgánica que suprime el voto universal, directo y secreto de los estudiantes, y con la recomposición de las relaciones con el poder público estatal. Lo que sigue es la crónica de ese proceso.
Publicamos en Mundo Nuestro nuevamente estas crónicas con el ánimo de contribuir a la discusión colectiva sobre la realidad de la universidad pública en Puebla en el marco del reciente paro estudiantil y las reformas impulsadas por un movimiento que sin duda es un punto de inflexión en la historia de la Beneméita Universidad Autónoma de Puebla.
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Crónica 22
Elecciones impugnadas, pero gana José Dóger con 7,145 votos
Voló la estabilidad
Miércoles 26 de septiembre de 1990. Elecciones impugnadas. Gana José Dóger con 7145 votos.
Once de la noche. En las cifras de la universidad dividida se advierte la quiebra de la soñada estabilidad: en dos casillas impugnadas, en donde hay de por medio más de 552 votos, parece inminente un nuevo conflicto; y en la denuncia de fraude se constata un hecho ineludible: las prácticas priistas en el proceso electoral como reflejo del desmantelamiento del discurso de la universidad democrática.
José Doger dice a los periodistas: “No soy el rector ilegítimo”. Minutos antes, Jean Pandal lo declara rector electo. Apenas hace un rato Jorge Sánchez Zacarías lo felicitó como vencedor, “ganó la universidad”, dijo. Hay mucha prisa, el festejo es en la discoteca Tabbo, propiedad del tesorero Rafael Bautista, quien es acusado por Leticia Ánimas –representante de José Luis Cardona ante la Comisión Electoral– de ejecutar el rasurado del padrón con la retención de pólizas de inscripción en centros clave para este candidato.
Los minutos previos han estado cargados de tensión. A las 10:30 de la noche. Ismael Ledesma y cuatro más irrumpieron en el salón de Rectoría ocupado por la Comisión Electoral en el momento en que se leían las cifras parciales de cien casillas: “Momento ―gritó el biólogo―, aquí tenemos los resultados, sólo nos faltan tres casillas… Voy a leerlos”. Pero se levantó el presidente de la Comisión, Víctor Espíndola, y exigió su retiro. Rafael Zárate convence a Ledesma. Los dos piensan para sus adentros que ya ganaron.
A las diez de la noche la moneda todavía está en el aire, igual que el destino de la universidad.
10:15 de la noche: los dogeristas festejan el triunfo. En su cuenta faltan cinco casillas, y van arriba por 200 votos. Del otro lado, en el cómputo de Vázquez Valdés, con base en las actas de casilla, el doctor llevaba una ventaja mínima, pero ventaja al fin: 6319 contra 5972. Tomaron en cuenta casillas impugnadas por irregularidades en el proceso.
En un rato más, en el sabor de boca de muchos, la amargura de que el proceso electoral desarrollado hoy no sacará del agujero a la universidad.
Votaciones húmedas
La votación no despierta entusiasmo.
12:05 de la mañana. Un mediodía apretujado en Medicina. Una buena parte de los 8500 prospectos de matasanos deambulan en el patio de la escuela cosmopolita. En ninguna de las seis o siete casillas instaladas la votación supera los 150 votos. Juvencio Monroy preside una de ellas. Se ve tranquilo, espera que en la tarde se descuelguen los votantes remisos. Ahora no se vislumbra conflicto, los estudiantes hacen uso del carácter democrático de la UAP: unos pocos votan, la mayoría pasa ajena de sus salones a la 13 Sur.
Hago memoria. Entre agosto y septiembre de 1989, en la calle que divide a las escuelas de Medicina y Odontología, se desencadeno el conflicto universitario. Enfrentamientos por el llamado curso propedéutico, rebelión contra el coordinador Rosales de Gante, de la corriente malpiquista encabezada por Abel Williams. Como una bola de nieve, la pugna entre las corrientes se abalanza sobre el conjunto de la universidad. En octubre, el nombre del doctor Vázquez Valdés se alínea a los de Ismael Ledesma, Jorge Maldonado y Juvencio Monroy en la destitución de Samuel Malpica. Luego, un año entero de conflicto universitario en medio del reclamo de un gran sector de la sociedad; un reclamo múltiple, contradictorio, que no acaba de definirse e incluye a la derecha tradicional y sus medios de comunicación; a un aparato estatal colmilludo, cauto, con el rostro inescrutable del camaleón, y al ciudadano común que mira apesadumbrado el desastre político, académico, y financiero de una institución que a pesar de todo es la única alternativa para la educación profesional de sus hijos.
De nada vale el rollo frente a la casilla transparente: poco a poco los votos van cayendo.
12:20. Es una morena tlaxcalteca con un vestido rojo entallado en una cadera espléndida. Cuarto semestre de Medicina y una sonrisa incrédula. Del lado de la morena, una muchacha con suéter de cuello que esconde todo, explica su abstencionismo: “Para criticar hay que tener bases, y yo no me identifico con ningún candidato. Ellos buscan su propio beneficio, por eso la apatía de los estudiantes. Vázquez Valdés dice que no es necesario que vayamos de prácticas a los hospitales, pero yo creo que no, que debe haber un Hospital Escuela, porque aprende uno más con la práctica que con la teoría. No, yo no voy a votar”.
La morena de rojo duda. Sus labios llevan a emplazar los límites de la política. No hay nada que preguntar a la belleza, simplemente dice: “Sí, yo sí voy a votar por Vázquez Valdés”.
12:35. Dos muchachos, uno de Hidalgo y otro de Tlaxcala, no pudieron votar. No trajeron su póliza. No, no tienen respuesta para el olvido. Tienen certezas: “Mira ―dice el hidalguense―, quede quien quede la grilla va a seguir, le va a costar mucho trabajo a la UAP terminar con sus broncas políticas”.
“Es sencillo ―opina el otro―, simplemente no hay confianza. Quién garantiza que si aceptamos aumentos en la colegiatura esa lana va a regresar a la escuela. No hay una buena administración”.