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17 Julio 2025, Puebla, México.

Escribir con luz: Juan Rulfo fotógrafo y su serie Los músicos, 1955

Cultura | Reseña | 10.JUN.2025

Escribir con luz: Juan Rulfo fotógrafo y su serie Los músicos, 1955

Han pasado setenta años desde que Juan Rulfo (1917-1986) hizo la serie fotográfica Los músicos, en Oaxaca. A continuación, como parte de la celebración de esas siete décadas del acontecimiento, reproducimos un texto originalmente publicado por el escritor René Avilés Fabila (1940-2016) en la versión digital de su revista El búho, en el año 2009, la cual ya no es asequible. 

 

  

Moisés Ramos Rodríguez

La serie de fotografías son en blanco y negro. El lugar, aunque lo sabemos por la ficha, es preciso, pero podría tratarse de regiones distintas de México: Los Altos de Jalisco, la Sierra Mixteca del sur de Puebla, o la Sierra Mixteca del Norte de Oaxaca. Tal vez podría ser un lugar parecido a Comala. Las fotografías son de Juan Rulfo, hechas en 1955.

Fuera de “los indios güeros” de Jalisco, que sólo parecen una vez en la obra escrita de Juan Rulfo, los indígenas como tales, no aparecen en El llano en llamas o en Pedro Páramo, ni el resto de las obras escritas de Juan Rulfo.     

Y más aún: ¿cuántos músicos encontramos en los cuentos, los relatos o la novela, los guiones de cine de Rulfo?

En la serie a la que me he referido, los instrumentos musicales, pero sobre todo los músicos —indígenas— son el centro de las imágenes: los atriles como garras de halcones enterrados en la tierra, las ropas blancas, los pies desnudos, los rostros angulosos de pómulos pronunciados podrían hacer pensar al espectador, que se trata de fotografías tomadas ayer o la semana pasada. No mucho ha cambiado en la zona donde fueron tomadas las fotografías, hace ya setenta años.

Pero, sobre todo, sorprende al espectador la poesía que impregna las imágenes de Rulfo en esta serie, como también en el resto de su obra fotográfica. Estamos ante un fotógrafo excepcional, en el que las raíces son diversas y las influencias han sido bien asimiladas. Estamos ante un creador que ha leído —libros, naturaleza, cielo, paisajes— ha leído morosamente, y ha trabajado para dejarlo escrito, escrito con letras, con tinta, en el papel, en forma de libros, o escrito con luz, que no otra cosa es la fotografía.

Cuando Jorge Luis Borges afirmó: “Pedro Páramo es una de las mejores novelas de las literaturas de lengua hispánica, y aun de la literatura” lo decía con razón por tratarse de una obra excepcional. Es la obra de un poeta que ha decantado pacientemente su escritura, a grado tal que no le importó los años que pasaran sin publicar, sino el resultado final de su obra, como cualquier lector atento puede comprobarlo.

Poeta, es justo aclararlo, aquí es no sólo el que escribe poemas, el que redacta y logra versos luminosos, sino aquel que es capaz de describir el mundo y sus elementos por vez primera, única e irrepetible.

En cuanto a Rulfo, he aquí que, como lo hemos redescubierto recientemente, el poeta que escribió Pedro Páramo también hacía fotografías. Sus primeros trabajos son obras vintage sobre Jalisco y la Ciudad de México, entre otras. Se trata de obras azuladas y tipo postales que remiten a los daguerrotipos del siglo XIX, por sus aires más de antigüedad que de atemporalidad; nos hablan de una búsqueda estética que, finalmente, se establece o más bien es hallada en el blanco y negro años después, en los indígenas como seres dignos, o la iconografía católica, tanto en sus bustos y estatuas como en sus edificios; o en un paisaje casi lunar, donde conviven vida y aridez.

 

 

Las fotografías de Juan Rulfo merecen estudios amplios y varios. Refiriéndome sólo a la serie de Los músicos, tomada en Oaxaca en 1955, y de las cuales sólo quiero mencionar cuatro, debo decir que el principio de ellas, el fundamento por las cuales fueron tomadas es que nos fascina nuestra imagen. Y la imagen del mundo, por eso fotografiamos. En este caso, por eso creo que Rulfo hizo esas fotografías: fascinado por la imagen de los indígenas, queriendo dignificarlos, los fotografió, los dejó escritos con luz.

La fotografía, no está de más recordarlo, es un sistema de representación de la realidad, sí, pero es, ante todo, escribir con luz. Pero esa escritura es limitada, por eso recurrimos a otras artes, para representar mejor la realidad que nos ha fascinado. Pero en los límites de la fotografía, se puede lograr la poesía. Y eso nos ha demostrado Juan Rulfo.

En la serie de Los músicos, hay una decantación como la hay en la escritura y en la narración de Rulfo. Recordemos, por ejemplo, los versos escritos por el autor para el cortometraje La fórmula secreta, dirigido por Rubén Gámez en 1965:

"Ustedes dirán que es pura necedad la mía / que es un desatino lamentarse de la suerte / y cuantimás de esta tierra pasmada / donde nos olvidó el destino. / La verdad es que cuesta trabajo aclimatarse al hambre. / Y aunque digan que el hambre / repartida entre muchos / toca a menos, / lo único cierto es que todos / aquí / estamos a medio morir / y no tenemos ni siquiera/ dónde caernos muertos […]".

La misma poesía de Juan Rulfo es la que ha rescatado el poeta José Emilio Pacheco en el poema “¿Qué tierra es esta? Homenaje a Juan Rulfo con sus palabras”:

“Hemos venido caminando / desde el amanecer. / Ladran los perros. / […] Somos como terrones endurecidos. / Somos la viva imagen del desconsuelo. / ¿Qué tierra es esta? / ¿En dónde estamos?”

La poesía con luz de Rulfo está hecha a través del blanco y negro, de una paciente mirada que hubiera rechazado la cámara digital, automática, por la tentación que implica de disparar sin cesar, sin paciencia, casi sin respiración.

Jorge Vértiz Gargallo ha escrito:

Sonidos, colores, formas, olores nos impactan y es difícil diferenciar las sensaciones. El fotógrafo debe aprender a elegir el instante en el que las formas adquieren una composición posible ante la mirada. En medio del caos en movimiento, el ojo ve surgir sorpresivamente un orden fugaz que apresa con su cámara. De golpe hay un sentido estético que toma forma.

Juan Rulfo fotógrafo lo sabía, y dejó que su ojo se detuviera, casi por siglos, en un instante. Antes de disparar, Rulfo había asimilado todas las sensaciones que le habían dado sus sentidos, y ya no tiene prisa por atrapar la imagen. Conoce todas las posibilidades de la imagen y en su soledad, en sus viajes —fue un viajero impenitente— aprendió a que la decantación es un proceso largo que da los mejores frutos.

Aquí cabe recordar que nada hay más falso que el lema aquél que nos han endilgado por años a través de la publicidad: “Una imagen dice más que mil palabras”. ¿Una imagen dice más que mil palabras? No. Una imagen nos dice algo, una porción de la realidad. Una palabra, y una combinación de palabras bien dichas o bien escritas nos dan otra versión de esa misma porción de la realidad. Se trata de instrumentos distintos y, por tanto, nos dan resultados distintos, ni mejores ni peores el uno del otro. Eso es todo.

El mejor ejemplo es Rulfo, quien tiene hundidas sus hondas raíces en la iconografía cristiana que conoció en Jalisco; posteriormente, gracias a su interés por la historia, la arqueología, la antropología y otras disciplinas, su mirada se enriqueció en los vestigios de la cultura prehispánica de México, tan variada y rica.

Así, el logro estético que halló en su larga vida de fotógrafo —más larga y fructífera aún, aunque con igual alto valor que su escritura— dejó en Juan Rulfo un hombre que muestra sus preocupaciones por los herederos del México que habita.

Las lecciones de Rulfo fotógrafo son varias, pero sobre todo, en el caso de los indígenas, la más clara, para mí, es la de haberlos dotado de una dignidad que, aún hoy, se les sigue negando.

Si bien hay grandes maestros en blanco y negro a los que Rulfo sigue, ninguno de ellos es capaz de darnos una nueva imagen del indígena. Sólo un Rulfo profundamente poético es capaz de mirar lo que el ojo común no ve. Nosotros, que no perdemos la oportunidad de fotografiar al indígena en las sierras y montes escarpados a los que fue arrojado desde hace más de 500 años, tenemos en él el mejor ejemplo de cómo revalorar, a través de la imagen, una cultura, si bien acosada, no destruida del todo.

La serie de Los músicos es, en ese sentido, una de sus logros más importantes en cuanto a sus propósitos de reivindicación de los indígenas: los paisajes donde éstos y sus instrumentos musicales han sido retratados, no dejan de ser desoladores, inhóspitos, agrestes, ofensivos.

La anemia, la falta de atenciones médicas o la talla reducida por los siglos de mala alimentación, no dejan de estar presentes en las fotografías de los indígenas de Rulfo. El niño junto a la tambora, con los pies desnudos y la raída camisa atada a la altura del ombligo no produce lástima. Hay en él una antigua grandeza rescatada que nos reconcilia con lo que somos. No hay en estas fotografías ni compasión, ni conmiseración ni flagelo: casi podemos escuchar la música detenida en el instante en que Juan Rulfo ha disparado. Casi tocamos a estos hombres y al niño que nos miran para la eternidad desde su grandeza recuperada. Casi escuchamos el sonido de la tambora y de las tubas con su música, probablemente pentáfona.

Cinco fotografías de una serie de hace setenta años, hechas por el poeta Juan Rulfo, son una lección inolvidable. Todo aquél que, animado por diversos impulsos se acerque a los pueblos indígenas de México no puede dejar de buscar en Rulfo una huella a seguir.  

Saturados como estamos de imágenes, estamos fascinados aún con nuestra propia imagen. Y seguimos escribiendo con luz, porque damos nuestra visión del mundo, muestra concepción de ese mundo. Hoy México es sin duda pluriétnico, menos de lo que lo fue en tiempos de Juan Rulfo, pero las sociedades indígenas que aún sobreviven, serán mejor valoradas cuando sepamos verlas con la morosidad y la paciencia con la que Rulfo les restituyó su grandeza.

Por ello cito, para finalizar, las palabras de Alberto Vital, biógrafo de Rulfo:

Si se analiza conforme a esta óptica histórica e ideológica [la importancia de la imagen en la conquista de México] la fotografía de Rulfo y la relación entre ésta y la narrativa del jaliscience, entonces es dable considerar que una de las decisiones de aquél consistió en contribuir a devolver a los herederos más directos de los antiguos pobladores del continente el sitio en el imaginario colectivo que fueron perdiendo desde la Conquista...