diciembre 5, 2025, Puebla, México

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La Ciudad de los Ángeles, en deuda con Efraín Castro / Moisés Ramos Rodríguez

Hasta 1933, la iglesia de San Cristóbal de la Ciudad de los Ángeles, tenía cubierta su portada lateral, ocupada por casas habitación.

Veinte años después, Saturnino Téllez hizo los trabajos de intervención para poner a descubierta tal portada.

Manuel Toussaint preparaba, entonces, su libro La catedral y las iglesias de Puebla, publicado por Editorial Porrúa en 1954.

Un joven, a la sazón de diecisiete o dieciocho años de edad, se acercó a él para proporcionarle fotografías de detalles de la portada lateral de la iglesia de san Cristóbal que el investigador del Colegio Nacional, no había podido ver.

Se trataba de Efraín Castro Morales. Toussaint escribió en las “Adiciones y correcciones” de su libro:

“Otra novedad que no pudo ser mencionada en el texto, fue el descubrimiento de la portada lateral de la iglesia de San Cristóbal, en que intervino Saturnino Téllez y que fue fotografiada por Efraín Castro. Gracias a la gentileza de este joven investigador se puedo dar a conocer tal obra de arte en las láminas” del libro.

El pasado sábado 30 de agosto, Efraín Castro Morales murió a los ochenta y ocho años de edad: había nacido en esta Ciudad de los Ángeles el 15 de noviembre de 1936. 

El joven Efraín, que aún no cumplía los veinte años de edad, entre 1953 y 1954 había participado en la defensa de la Casa del Deán don Tomás de la Plaza, de la Avenida 16 de Septiembre número 505.

Única casa del siglo XVI sobreviviente en la Ciudad de los Ángeles, la del Deán estaba siendo derribada para —después se sabría— construir la sala del Cine Puebla, propiedad de empresarios que detentaban la gran mayoría de esas instalaciones en el país; un monopolio.

Con Pablo Loreto y Fernando Ramírez —además de algunas personas más—, Castro Morales, de 19 años de edad, logró que el Instituto Nacional de Antropología e Historia, salvara parte del edificio y colocara una placa que aún subsiste:

“Casa del deán don Tomás de la Plaza. Fracción primitiva que existe de su construcción (siglo XVI). La reconstrucción exterior e interior se hizo bajo el asesoramiento técnico de la Dirección de Monumentos Coloniales (INAH) 1955.”           

Ese joven investigador estudió medicina en la Universidad Autónoma de Puebla, sobre la cual publicó el libro Puebla y su universidad, en coautoría de Miguel Marín, del cual se hizo una reedición, cuidada, lujosa, de pastas duras, e el año 2012 con la BUAP, a través de la editorial de Castro, Museo Mexicano.

El volumen fue presentado en la Biblioteca Histórica “José María Lafragua”, ya revisado el texto, corregido y aumentado por Castro Morales.        

Efraín Castro tenía 22 años cuando trabajó con Marín en ese texto ahora histórico y fundacional, financiado por el entonces patronato de la universidad.

 

Médico y doctor

Castro Morales estudió medicina en la entonces UAP, pero pronto se decantó por la antropología, ciencia en la cual se doctoró. Fue defensor del patrimonio, pues siempre estuvo en contra de eso que Jorge Luis Borges llamó mal gusto: el de la ostentación, en este caso, arquitectónica.

Pero Efraín Castro también fue editor, funcionario público federal y estatal, recuperador de textos, de edificios, de archivos, de aquello que había sido ocultado, marginado u olvidado.

Al reconocer la cohesión social que logra el mito, puso a éste frente a la historia, al dato, al documento, al archivo.

Trajo a la imprenta las obras de Mariano Fernández de Echeverría y Veytia y de Pedro López de Villaseñor; del primero, la crónica de la fundación de la Ciudad de los Ángeles, y del segundo La cartilla vieja de la nobilísima Ciudad de los Ángeles, para la cual hizo el prólogo para la edición de 1961, editado por la UNAM, año en que preparaba ya su edición de los dos volúmenes de la obra de Veytia.

El prologuista tenía 25 años de edad.

En el ámbito cultural poblano se le recuerda porque fue secretario de Cultura del Gobierno del Estado de Puebla, cuando lo encabezó Mariano Piña Olaya, a quien le presentó su renuncia, con carácter de irrevocable.

Castro ya había realizado una importante labor editorial en el tiempo en que estuvo al frente de esa secretaria; es memorable, por ejemplo, su colección de cuadernillos sobre Puebla, breves, concisos, asaz interesantes.

Tal vez una de las últimas apariciones públicas de Efraín Castro fue en el coloquio “Puebla a 37 años de su inscripción en la lista del Patrimonio mundial: reflexiones y perspectivas hacia V Centenario de la fundación de la ciudad de Puebla”, el viernes 6 de diciembre de 2024.  

Ahí, Castro insistió en temas que causaron más de una incomodidad, a investigadores y a otras personas en Puebla: que la Ciudad de los Ángeles fue construida por indígenas, llegó a tener una población mayor de negros que de españoles, y que peninsulares tuvieron hijos con negras, más que con “mujeres de la tierra” o indígenas o, aún más, españolas.

Habló ahí, por ejemplo, del texto que ubicó en un archivo, el cual cuenta la historia de un español enfermo, cuidado por una enfermera negra en el Hospital de San Pedro; el hombre sanó, se hizo rico en la zona minera de lo que hoy es México y regresó por la enfermera, quien tenía una hija suya.

En el año 2009, consciente de que “hay aspectos esenciales totalmente desconocidos suscitados en torno al proceso fundacional de nuestra ciudad, muchos de ellos contenidos en tales Suplementos, y que por la dificultad de su lectura paleográfica, resultaba históricamente casi imposible descifrar”, por fin pudo publicar su edición, versión paleográfica e introducción al Suplemento de el Libro primero de la fundación y establecimiento de la muy noble y muy leal Ciudad de los Ángeles.

Entre otras cosas, en la introducción, Castro Morales habla de la insurrección de la población negra en la Ciudad de los Ángeles en su primer siglo de vida, pero, sobre todo, rescata 244 temas sustanciales para conocer la historia y desarrollo la Angelópolis.

Al actualizar la obra de López de Villaseñor, Efraín Castro recupera para él el título de “príncipe de los cronistas” poblanos.

En el siglo XX, el propio Castro Morales fue nombrado “Cronista Honorífico y vitalicio” de su Ciudad de los Ángeles.

Hoy que ha muerto, la angélica urbe —y con ella sus habitantes— podemos recordar que estamos en deuda con Efraín Castro Morales, quien, la mayoría de las veces solo, hizo por la Angelópolis y por el país, su historia, su identidad, su pasado y su futuro, más de lo que otros, solitarios o en grupo han logrado.

Hoy que ha fallecido ¿qué nombre, qué parque, qué Archivo Histórico del Ayuntamiento de la Ciudad de Puebla llevará el nombre de Efraín Castro Morales?

A partir de hoy ¿quién propondrá que una gran avenida, un bulevar, un circuito interior o un Anillo periférico—ecológico o no— tenga el nombre de don Efraín Castro Morales?

¿Quién recopilará y reeditará la abundante, importante e imprescindible obra del prolífico cronista?

¿Cómo reivindicará la Angélica Ciudad —y sus habitantes— la vida y obra de don Efraín Castro Morales?              

Es cuanto.