Leonel Quiroga vive en Xicotepec. Es colaborador de la sección Otros Mundos.
En octubre de 1999 escuchamos con gran preocupación los ecos del desastre: poblaciones casi completas como Patla, Chicahuaxtla arrasadas por el caudal de agua que se había acumulado en la presa de Necaxa. La versión fue que al abrir los diques de la icónica presa se evitaría una tragedia mayor. No fueron casos aislados, las lluvias continuas de tres días fueron formando verdaderos caudales incontrolables para el ser humano. De repente los vecinos vieron perder sus pertenecías que por años y con el sudor de su frente habían logrado reunir. Con enorme tristeza y con lagrimas en los ojos vieron como el rio se llevaba toda clase de muebles, desde sillas, refrigeradores, etc. La reconstrucción tardó años. Del otro lado del rio les construyeron casas, hablando de la localidad de Patla. Pronto las familias de ellos y ellos mismos regresaron a su lugar de origen. Ahora la desgracia volvió. No con aquella magnitud. Jerry dispersó toda su fuerza y afectó a muchas comunidades de distintos municipios. Al sábado 11 de octubre la cuenta era de diez personas sin vida y más de 30 mil afectados a lo largo de la Sierra Norte de Puebla.

Colapsó el Puente Papaloctipan, edificación necesaria para transporte de personas y productos de comunidades principalmente de los municipios de Tlacuilotepec, Tlaxco, Jalpan y algunos más de Hidalgo. Urge su reconstrucción.
Huauchinango y Xicotepec con mínimas afectaciones de ese entonces fueron los más afectados en esta ocasión; se sumaron Tlacuilotepec, Pantepec, Tlaxco, y casi toda la sierra norte. Todas las afectaciones han sido tan sentidas así fueren urbanas o rurales. En estas ultimas la gente casi llora cuando evoca el gran esfuerzo que les costo gestionar primero y después la construcción de puentes, algunos cuando los recorrían parecían fuertes como enormes diques difícil de derribar. Los caudales de agua no tienen parangón ni tampoco tienen imposibles. Una diminuta gota al paso de los años es capaz de horadar una sólida roca. Millones de gotas y con fuerza descomunal derriban no solo puentes, arrasa casas, carreteras, afecta a propios y extraños. A vecinos y visitantes. A niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Los drenajes que casi siempre se construyen no con una proyección a futuro para soportar los desechos de los humanos salieron de esos refugios trayendo a la superficie no solo excremento, sino toda clase de contaminantes. Huauchinango fue testigo de lo que aquí se escribe. La carretera federal México-Tuxpan y la autopista con el mismo nombre cerradas, accesos a cuentagotas que están salvando a quienes tienen la necesidad de viajar.

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Lo peor está por venir, es lo que brota de los serranos. Reconstruir casas, puentes, reponer lo perdido es algo que desafortunadamente va a suceder al paso de los años. Lo inmediato es llamar a la solidaridad para que la sociedad menos afectada haga llegar la ayuda a los damnificados. Resolver lo prioritario. Hay lugares completamente aislados como Tlacuilotepec que no tienen para donde salir y los víveres les alcanzaran para unos cuantos días. Otros pobladores viven casi en la montaña que en otros tiempos causaba envidia vivir en sus paradisiacos lugares. La desolación, la tristeza y muerte de algunos lugarños no se puede soslayar. El Gobernador y los equipos de ayuda andan en la zona. La sociedad civil siempre con su carácter de solidaridad y ayuda participan para volver a tener una sierra norte viva y fuerte.

Afectaciones por deslizamiento de tierra en Tlacuilotepec.