Francisco y el combate a la corrupción / Alejandro Guillén
Uno de los problemas que preocuparon al papa Francisco, y que poco se ha comentado después de su fallecimiento, fue la corrupción.
En 1991, Jorge Mario Bergoglio escribió un ensayo sobre este mal social. En 2005, ya siendo cardenal, retomó el tema dando por resultado la publicación titulada “Corrupción y pecado” (Editorial Claretiana, 2005).
Tomando como uno de sus puntos de partida la parábola del “administrador astuto” que aparece en el Evangelio de Lucas (16, 1-8), Bergoglio interpretó que lo hecho por ese administrador adelantó la filosofía de “tonto el que no robe”.
Para que un ciudadano(a) pueda identificar a un político(a) o gobernante que ha cometido actos de corrupción, el futuro papa Francisco nos ofreció tener en cuenta algunas características que pueden ser observables.
Una persona corrupta se construye una autoestima basada en actitudes tramposas; busca siempre sacar ventaja a costa de su propia dignidad y la de los demás. El corrupto se autogenera una especie de complejo de incuestionabilidad:
“Ante cualquier crítica -describió- se pone mal, descalifica a la persona o institución que la hace, procura descabezar toda autoridad moral que pueda cuestionarlo, recurre al sofisma y al equilibrismo nominalista-ideológico para justificarse, desvaloriza a los demás y arremete con el insulto a quienes piensan distinto” (Jorge M. Bergoglio, Corrupción y Pecado. Prólogo. Documento en PDF).
Ya siendo papa, agregó que, si las relaciones de fuerza lo permiten, el corrupto “persigue a quien lo contradiga” (Discurso a una delegación de la Asociación Internacional de Derecho Penal, 23 de octubre de 2014).
En su discurso a los miembros de la Dirección Antimafia y Antiterrorismo de Italia, Francisco dijo que la sociedad necesita ser sanada de la corrupción, de las extorsiones, del tráfico ilícito de estupefacientes y de armas, de la trata de seres humanos, pues “son auténticas plagas sociales y, al mismo tiempo, desafíos globales que la colectividad internacional está llamada a afrontar con determinación”. Cuando se refirió al dinero de los negocios sucios y manchado de sangre, terminó recordando que “el diablo ‘entra por el bolsillo’: está allí, la primera corrupción” (Discurso a los miembros de la Dirección Antimafia y Antiterrorismo de Italia, 23 de enero de 2017).
En su viaje apostólico a Perú, Francisco no dejó de mencionar que la corrupción está relacionada con el deterioro ambiental:
“Trabajar unidos para defender la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma —muchas veces sutil— de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese «virus» social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compromete a todos. «Unidos para defender la esperanza», implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, y no excluyo a las organizaciones eclesiásticas. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos” (Discurso en el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático. Lima, Perú; 19 de enero de 2018).
En su visita a México, Francisco nos recordó que cuando una sociedad como la nuestra hace a un lado la construcción del bien común y sólo se piensa en su beneficio particular, tarde o temprano nos caerán todas las plagas apocalípticas sociales:
“…un futuro esperanzador -dijo- se forja en un presente de hombres y mujeres justos, honestos, capaces de empeñarse en el bien común, este bien común que en este siglo XXI no goza de buen mercado. La experiencia nos demuestra que cada vez que buscamos el camino del privilegio o beneficio de unos pocos en detrimento del bien de todos, tarde o temprano, la vida en sociedad se vuelve un terreno fértil para la corrupción, el narcotráfico, la exclusión de las culturas diferentes, la violencia e incluso el tráfico de personas, el secuestro y la muerte, causando sufrimiento y frenando el desarrollo.” (Ciudad de México, 13 de febrero de 2016)
A pesar de este mensaje que dejó en tierras mexicanas hace casi una década, la corrupción y sus consecuencias parecen hoy desenfrenadas. Ahí están los números. Nuestra sociedad (particularmente ese 77 por ciento que decimos practicar la religión católica), ignoró sus advertencias.
Francisco lamentaba que hoy en día el problema es que la gente no escucha. Sin embargo, nunca perdió la fe en los seres humanos: “La corrupción nada puede contra la esperanza”, dijo en octubre de 2014.
Hoy, el mundo ha despedido con tristeza al papa Francisco. Ojalá ahora sí, nos tomemos la molestia de escucharlo y actuar en consecuencia. Mientras tanto, en este espacio, lo recordaremos con afecto, citándolo cada vez que necesitemos echar mano de sus sencillas y profundas enseñanzas.