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Los muérdagos y el “misterio de misterios” de Darwin /  Juan Francisco Ornelas / Revista Elementos BUAP

Cultura /Universidades | Ensayo | 5.NOV.2021

Los muérdagos y el “misterio de misterios” de Darwin / Juan Francisco Ornelas / Revista Elementos BUAP

 

 

En la portadilla, "Escena familiar idealizada. Ilustra un momento durante la infancia de mis hijas que pensaban que Frida Kahlo y Charles Darwin eran sus tíos". Ilustración: Ana Belén Ornelas Peresbarbosa.

 

Juan Francisco Ornelas  es investigador enel Departamento de Biología Evolutiva  del Instituto de Ecología, A.C. (INECOL)  

 

En 1836, el astrónomo y matemático inglés John Herschel le escribió a Charles Lyell elogiando su libro Principios de Geología y su valor en declarar que “[...] el misterio de misterios, ...es el reemplazo de especies extintas por otras”. Herschel después afirmó: 

 

El Creador [...] opera a través de una serie de causas intermedias y, en consecuencia, el origen de especies nuevas podría siempre venir bajo nuestro conocimiento, se encontraría ser natural en contradicción a un proceso milagroso. 

 

     Esta parte innovadora de la carta de Herschel se hizo pública y trajo alivio a la comunidad científica inglesa. Darwin leyó el Discurso Preliminar de Herschel cuando era estudiante en Cambridge, y como escribió en su Autobiografía, instaló en él “un ardiente celo para sumar aun la contribución más humilde a la noble estructura de las ciencias naturales” y luego desarrollar su teoría sobre el origen de las especies.  

     La asesoría de Herschel incluyó el escribir un bosquejo de la teoría en una serie de etapas: 

 

[...] primero dando por establecido hechos sobre la naturaleza, seguido por una analogía o extrapolación en teoría, y luego terminando con las razones de por qué él pensó que su visión era correcta o al menos una hipótesis que valía la pena considerar. 

 

     Después de reunirse con Herschel en 1836, casi treinta años después, Darwin escribe en su primer párrafo del Origen de las Especies que espera “[...] lanzar un poco de luz sobre el misterio de misterios, como había sido llamado por uno de los grandes filósofos”. Y sobre sus observaciones en Suramérica:  

 

Cuando estaba a bordo del H.M.S. “Beagle”, como naturalista, me impresionaron mucho ciertos hechos en la distribución de los habitantes de América del Sur y en las relaciones geológicas del presente con los habitantes del pasado de ese continente. Estos hechos me parecieron arrojar algo de luz sobre el origen de las especies, ese misterio de misterios, como lo ha llamado uno de nuestros más grandes filósofos. (Darwin, 1859) 

 

     Citando la carta que Herschel había escrito 30 años antes. En el capítulo 3 de la lucha por la subsistencia en El origen de las especies Darwin da cuenta de las coadaptaciones de los pájaros carpintero y de los muérdagos sin indicar cualquier relación entre ellos. Luego escribe cómo los muérdagos no necesariamente luchan con los árboles donde crecen por subsistir y hace una observación ecológica: 

 

Pero varias plántulas de muérdagos, creciendo juntas en la misma rama, puede decirse que luchan más entre ellas para subsistir. Como los muérdagos son diseminados por las aves, su existencia depende de ellas, y metafóricamente luchan con otras plantas con frutos, en tentar a las aves para devorar y por ello dispersar sus semillas. 

 

     Cien años después de la publicación de El origen de las especies de Darwin nací –una trivia irrelevante, pero un buen pretexto para escribir este ensayo ya que 40 años después, viendo crecer a mis hijas, inicié un viaje interminable en compañía de mis estudiantes para conocer y entender la biología de los muérdagos. En ese entonces, mis hijas me escuchaban en casa hablar con mucha pasión sobre mi trabajo de investigación, del arte y de la teoría de la evolución, tanto de la obra de Frida Kahlo como la de Darwin –tanto daño les habré hecho que por mucho tiempo pensaron que Frida y Darwin eran sus tíos (Figura 1).

 

Figura 1. Escena familiar idealizada. Ilustra un momento durante la infancia de mis hijas que pensaban que Frida Kahlo y Charles Darwin eran sus tíos. Ilustración: Ana Belén Ornelas Peresbarbosa.

 

 

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