noviembre 8, 2025, Puebla, México

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Ricardo Salinas Pliego y el marketing de villanos / Luis Alberto Martínez

Numerosas empresas consultoras en mercadotecnia digital, que suelen ofrecer sus servicios a líderes empresariales, figuras públicas, líderes sociales y políticas o políticos entre otros personajes —cuya imagen y publicidad personal requiere ser publicitada para generar un determinado liderazgo de opinión traducido en contratos, ventas o votos—, siempre recomiendan a sus clientes definir en su estrategia el personaje, voz y tono de su «marca personal» con la intención de acercarle a un determinado público y cumplir un determinado propósito.

El caso del empresario mexicano Ricardo Salinas Pliego, se vuelve singular en el análisis de la comunicación política y, por supuesto, en la realidad del uso actual de los medios de comunicación digitales y los nuevos hábitos de consumo y formación de opinión pública.

Para el dueño de TV Azteca y sus asesores, la elección de personaje fue la de un millonario abyecto, cuya voz se hace escuchar mediante estridentes opiniones, descalificaciones e insultos a quienes no piensan como él o afirmaciones soberbias de estatus, poder y riqueza, asumiendo que su liderazgo y opinión es incuestionable a partir de su éxito como inversionista y empresario.

Lo alarmante es pensar en el segmento de consumo al que dicho personaje está orientado, porque entonces tenemos que aceptar que existe una audiencia que no sólo tolera, sino es capaz de suscribir y replicar los mensajes de Salinas Pliego, realidad que es comprobable analizando las estadísticas y reacciones a sus publicaciones.

Esta audiencia, sin caer en juicios moralistas, confunde picardía con vulgaridad, el insulto con la franqueza y la abyección con la valentía; estos personajes generan una especie de autoridad moral, cuya base está en la aspiración construida históricamente de que el dinero y el poder amplían o desaparecen los límites del respecto, la convivencia y el trato a otras personas.

Los límites que ha cruzado el también dueño de Elektra son alarmantes, ya que parecen normalizar la misoginia, la denigración personal y la violencia y acoso digital como un recurso para hacer valer su libertad de expresión.

Ricardo Salinas Pliego está orgulloso de la «maldad» que su personaje refleja y, como un émulo de ‘Gárgamel’ de Los Pitufos, en cada aparición busca refrendar su espíritu malévolo para demostrar y demostrarse que tiene el poder y las cosas bajo control, incluyendo la deuda de más de 2,600 millones de pesos por concepto de impuestos al país y que lo tienen reducido en la misma caricatura que evoca.

Salinas Pliego no ha terminado de entender que está en otro país, en un tiempo muy diferente al que le permitió amasar su fortuna lucrando con la pobreza de las personas y beneficiándose de su relación con el poder. Lo que sí ha entendido, con tutores como Chumel Torres o Javier Lozano, es que hay audiencias que están dispuestas a entronar patanes.