
Cultura /Universidades | Crónica | 20.SEP.2022
La Mezquita Azul, de Luis Villoro: experiencia mística y conocimiento estético
Para Villoro, ambas creencias están juntas, aunque con funciones diferentes: sea por sus apropiaciones dominantes o como directrices de vida, dotan de sentido a la realidad que buscan explicar.
Por: Jorge Rafael Delgado García, Heidi Alicia Rivas Lara, Iram Isaí Evangelista Ávila
Luis Villoro (1922-2014), filósofo mexicano con contribuciones en epistemología y ética, cuenta con aproximaciones a la estética poco abordadas entre otros teóricos, por lo que su visualización suele ser difusa. Aun así, se reconoce la autenticidad propositiva y el carácter crítico que imprime el filósofo en tales análisis. En La Mezquita Azul (Villoro, 2006), podemos reconocer la convivencia entre elementos estéticos con místicos, lo que confirma la existencia de cierto conocimiento distinto, basado en la experiencia suprasensible.
El uso y validez de las creencias subjetivas y las razones objetivas, respectivamente, –tradicional división entre ciencia y mística–, dotan de valor ético y estético a las vivencias humanas sin refutarse mutuamente. A través de sus vivencias místicas o suprasensibles, Villoro sostiene que el conocimiento proveniente de la experiencia mística es un conocimiento estético original y propositivo, más allá de un saber marginal.
Dicho conocimiento, cuya propiedad de transitar entre las razones objetivas (conocimiento científico) y las creencias subjetivas (conocimiento personal) sin contradicción, logra conjuntarlas y relacionarlas con la totalidad (conocimiento holístico), lo que fomenta la construcción racional objetiva del sentido ético y estético de la realidad –referida a la totalidad–, mediante el acceso a experiencias místicas.
En el primer apartado analizamos la experiencia de Villoro en la Mezquita, los vínculos y aptitudes que surgen del contacto con lo Sagrado y la Totalidad. En el segundo apartado presentamos la relación que guarda tal experiencia con la generación de conocimiento estético como conocimiento personal, al igual que sus cualidades, propiedades y funciones.
Finalmente, concluimos con la exposición de los vínculos entre experiencia mística y conocimiento estético, cuyas propiedades holísticas y subjetivas dotan de sentido a la interpretación de la realidad.
LA MEZQUITA AZUL: UNA EXPERIENCIA MÍSTICA
Cotidianamente nos desenvolvemos basándonos en creencias conforme a juicios y razones con el fin de interpretar la realidad. Villoro encuentra dos tipos de creencias: la primera, busca el conocimiento válido suficiente para explicar la realidad con el fin de dominarla; y la segunda busca comprender el valor y el sentido que tal experiencia brinda al hombre para comprenderse a sí mismo en el mundo. Ambas tienen el propósito de ofrecernos cómo son los sucesos y cómo están referidos a la totalidad:
Para ello necesitamos conocer la dimensión valorativa de los acontecimientos y la manera como están referidos a un todo (Villoro, 2006, pp. 81-82).
Para Villoro, ambas creencias están juntas, aunque con funciones diferentes: sea por sus apropiaciones dominantes o como directrices de vida, dotan de sentido a la realidad que buscan explicar. Reconocen inicialmente la concatenación de hechos generadores de tal experiencia; posteriormente, identifican los resultados emergentes con relación a la totalidad. Así, surgen nuevas teorías e hipótesis que generan juicios de valor de las interpretaciones subsecuentes a la experiencia (Zamora, 2010, pp. 102-103).
Estéticamente, Villoro describe inicialmente la proporción geométrica de su arquitectura para, gradualmente, apreciar los patrones abstractos de su interior, quedando absorbido por experimentar la presencia ante lo Sagrado durante su visita.
Ferreira interpreta tal contacto como un tránsito de la experiencia sensible inicial para transmutar a una plenitud suprasensible, donde espacio, tiempo y cotidianidad son unidad trascendental perenne. La percepción unitaria genera memorias en el filósofo, como frases religiosas e interpretaciones simbólicas, reforzando la vivencia de una experiencia consciente con la divinidad (Ferreira, 2008, p. 87). Villoro describe la experiencia ante lo Sagrado como pérdida de individualidad, rebasada por una presencia superior:
La experiencia es vivida como un abandono del mundo cotidiano [...] Tiene dos facetas: por una parte, pérdida del apego al yo, por la otra, afirmación del valor superior de algo que lo rebasa (Villoro, 2006, p. 53).
La renuncia al egocentrismo, la noción de una inquietante certeza de verdad que sobrepasa la razón sin contradecirla y el sentido holístico que experimenta son resultado de estar presente ante el Todo:
Este momento de la experiencia lo podemos definir como una experiencia mística, [...] que se expresa simbólicamente como lo sagrado, como algo místico, algo ético o algo estético (Ferreira, 2008, p. 88).
La presencia ante lo Sagrado genera “culpa” en Villoro, sintiéndose invasor al entrar en cierta habitación sacra restringida (Ferreira, 2008, p. 89). El cambio de habitación reconfigura su percepción sensorial y éticamente reconoce su equívoco a conciencia.
En este horizonte místico-ético-estético, tales restricciones son asequibles solamente por una condición volitiva (Ferreira, 2008, pp. 89-90). La noción de totalidad de Villoro es una percepción con mayor alcance del mundo, donde todos los elementos existentes son observados con relación a ella. Esta observación prioriza vínculos entre individualidades con la totalidad, principalmente en los vínculos que hacen referencia desde la individualidad a la noción de totalidad.
Los enunciados producidos de tales observaciones mientan una realidad suprasensible al entendimiento cotidiano, como revelación del pensamiento y la imaginación donde se observan estas cualidades supra sensoriales. Villoro llama a esta realidad “trascendente”, lo que define como
[...] un objeto intencional que no se identifica con ninguno de los objetos de percepción circunscritos en un espacio y tiempo determinados ni tampoco con la totalidad de ellos, pero que puede ser captado a través de cualidades de esos objetos percibidos (Villoro, 2006, p. 58).
La realidad “trascendente” es captada intencionalmente como objeto de observación de los vínculos referenciales entre las individualidades con la totalidad como una unidad ordenada: no se observa al individuo con relación a sí mismo (egocentrismo), sino con relación al Todo (misticismo) y en función al mismo.
La experiencia y el peculiar análisis que describe Villoro: suprasensible, despersonalizadora y holística; esto es, mística, demanda ciertas condiciones extraordinarias que comprometen al individuo que las vive “globalmente” y “compromete todas las facultades del sujeto y no solo sus capacidades perceptivas e intelectuales” (Villoro, 2006, p. 62).
Este tipo de experiencias demanda mayores capacidades intelectuales y perceptivas del individuo. Igualmente, el contar con un horizonte de visión mayor al alcance cotidiano para poder observar en conjunto las dimensiones epistemológicas, éticas y estéticas que tales experiencias evocan.
La inconmensurabilidad de la totalidad de lo Sagrado y la exigencia de las capacidades individuales, generan atracción al buscar experiencias místicas en presencia de lo Sagrado:
Lo Sagrado manifiesta un poder irresistible, [...]. Para Villoro, lo sagrado es lo que se nos notifica a través de una experiencia mística (Ferreira, 2008, p. 138).
Finalmente, a la vivencia experimentada se le busca su propósito y sentido:
[...] lo sagrado es para Villoro, [...] una experiencia místico-existencial [...] que da sentido al mundo y a la vida; en esto consiste la íntima relación entre lo sagrado y el sentido (Ferreira, 2008, p. 144).
La insignificancia existencial de la individualidad ante la totalidad nos brinda un sentido vital para habitar el mundo y convivir con lo Sagrado.
LA EXPERIENCIA MÍSTICA COMO GENERADORA DE CONOCIMIENTO ESTÉTICO
Gracias a la experiencia mística surge en el individuo una valoración subjetiva del conocimiento adquirido, producto de una experiencia que no puede ni refutarse ni comprobarse objetivamente. Esta valoración genera revaloraciones de la realidad que superan las capacidades intelectuales (Ferreira, 2008, p. 94).
Villoro la conceptualiza como “conocimiento estético”, el cual requiere capacidades sensoriales refinadas; concordancia con las categorías culturales y técnicas necesarias para revalorar el objeto estético:
“Conocedor” de una obra de arte es sólo quien, además de comprender los rasgos culturales que expresa, saber de su técnica, etc., está dotado de la sensibilidad y del gusto requeridos para apreciar su valor y gozarlo. Cierta disposición afectiva y valorativa hacia el objeto es condición necesaria para que se manifieste como bello (Villoro, 2006, pp. 62-63).
Villoro advierte que esta nueva clase de conocimiento es lo suficientemente cercano al ámbito epistemológico. Si bien toda experiencia es por sí misma subjetiva, el conocimiento estético permite que las experiencias subjetivas puedan ser transmitidas bajo esquemas conceptuales objetivos y pertinentes (culturales, técnicos):
El saber objetivo [...] verifica sus proposiciones en experiencias que requieren múltiples condiciones subjetivas [...], requiere un aparato categorial, susceptible de ordenar los datos sensoriales, y esquemas conceptuales, capaces de interpretar lo dado dentro de ciertas líneas (Villoro, 2006, p. 61).
Para Villoro, las creencias basadas en experiencias personales de lo Sagrado, pueden ser tomadas como una convención social, siendo pertinente preguntarse qué nos ofrecen y bajo qué conceptos se puede enunciar objetivamente sobre ellas. Respecto a este criterio, Ferreira enfatiza que en
[...] caso de que una creencia sea razonable, [proveniente] de una experiencia personal de lo sagrado, cabe preguntar [...] ¿cómo podemos expresar en preposiciones y conceptos racionales aquello que se muestra? (Ferreira, 2009, p. 110).
Villoro reconoce en la experiencia vivida y documentada objetivamente un filón gnoseológico donde la subjetividad refiere a cierto conocimiento personal subjetivo, el cual mienta dos tipos de conocimientos: el racional comprobable y el personal subjetivo que
[...] se basa en experiencias directas, comprobables por los sujetos que compartan, además, disposiciones afectivas comunes (Villoro, 2006, p. 63).
El verbo “conocer” incluye al conocimiento personal por ser parte de una experiencia sucedida en la realidad, sea intersubjetiva o esporádica (Villoro, 1982, pp. 236-244). Enunciados que mientan lo Sagrado o la totalidad basados en el conocimiento personal, –inverificables en la realidad por su imposibilidad lógico-racional–, poseen propiedades y funciones distintas al conocimiento cotidiano, científico o inmediato; por el contrario, expresan funciones cognitivas diferentes respecto a la interpretación de la realidad bajo un parámetro de totalidad (Villoro, 2006, p. 78). La valoración del conocimiento personal reconoce su intersubjetividad y le dota de objetividad instrumental:
Su justificación podría ser semejante a la de otros enunciados interpretativos menos generales, que se emplean en otros campos (Villoro, 2006, p. 78).
Estos enunciados pueden conceptualizar un evento histórico, por medio de la generación de crónicas de época, lo que “permite comprender sus productos específicos y conectar entre sí sus diversas manifestaciones.” (Villoro, 2006, p. 78).
Así mismo, como en un juicio ético, donde el comportamiento apela a la interpretación moral; en la valoración artística, la interpretación estética permite apreciar la obra y su contexto:
En la medida en que un comportamiento particular queda iluminado por una interpretación moral [...], ese comportamiento “confirma” la interpretación moral. [...] De parecida manera, [...] una interpretación artística nos orienta para ver una nueva cualidad en una obra de arte [...], esa interpretación se vuelve más iluminadora y, por ende, más aceptable (Villoro, 2006. p. 78).
En el conocimiento estético las creencias, actitudes e ideales en conjunto interactúan en la interpretación de la realidad:
En ambos casos, [...] la probabilidad de la interpretación aumenta, para quien la acepta, al comprobar su capacidad para hacer comprensibles los hechos y revelar nuevas cualidades en ellos (Villoro, 2006, pp. 79).
Villoro puntualiza la intencionalidad del uso del conocimiento estético, sea en su manifestación personal o bajo parámetros objetivos:
El aspecto autobiográfico de la pregunta no interesa aquí; importa el problema que plantea: ¿qué puede hacer la razón con una experiencia de ese tipo? (Villoro, 2006, p. 85).
La valoración del conocimiento por sí mismo se fundamenta en la eficacia de sus resultados, los cuales son consecuencia de la reflexión llevada a la práctica de tal conocimiento:
El conocimiento de lo valioso orienta nuestro comportamiento, al otorgarle un sentido. [...] En analogía con los enunciados descriptivos, [...] una garantía de la validez de un enunciado valorativo es el éxito de la acción guiada por él (Villoro, 2006, p. 81).
Finalmente, podemos resumir que el valor intrínseco que tal conocimiento contiene, esto es, su valor pragmático; adicional al valor del contenido que el conocimiento estético puede proveer, dota de sentido a nuestros comportamientos y nos guía conforme a lo resultados que obtenemos cotidianamente.
CONCLUSIÓN
En la experiencia mística, los elementos estereoscópico-sensibles captan una presencia: la totalidad de lo Sagrado. En ella, hay un proceso de sublimación desde la trascendencia hacia la experiencia personal, estética y subjetiva. Igualmente, en lo místico, –la percepción del Todo–, surge el conocimiento personal estético dotador de sentido holístico (referente a la totalidad) y ético (al buscar su sentido) a la experiencia mística en su conjunto.
La experiencia estética es despersonalizadora. El Yo absorbido por un estado de pasividad y receptibilidad total –experiencia contemplativa– obedece a un sentimiento de apertura del ego para que la totalidad lo absorba en su inconmensurabilidad. Igualmente, la experiencia personal como vivencia del tránsito entre lo material a lo suprasensorial, está demarcada por una predisposición abierta ante lo Sagrado.
La visión holística del mundo, producto de tales experiencias, evidencia la consideración estética/mística que ofrece diversas funciones y propiedades que el conocimiento en cuanto tal obtiene.
Gracias a la experiencia de la apertura mística, la existencia subjetiva refiere directamente a la totalidad, dotándola de sentido. Tal conocimiento revalora lo Sagrado como totalidad, creando una relación analógica entre lo estético y lo místico, donde la razón instrumental dota de sentido teleológico al uso que se puede dar del conocimiento surgido por tales experiencias.
Tal experiencia abre ese saber incierto, –pero vivido–, donde “valor y realidad” se unen con el fin de
[...] orientar nuestra comprensión del todo, invitarnos a una nueva forma de vida, [...] Formula un reto a una interpretación global de la existencia (Villoro, 2006, p. 84).
Desde esta perspectiva, concluimos que el conocimiento estético permite el acceso a una percepción del mundo desde una revaloración del conocimiento mismo, donde las posibilidades para comprender la realidad son potenciadas para apreciar la vida con relación a lo Sagrado/totalidad, gracias al valor formativo que tal conocimiento genera como guía hacia una mejor comprensión de la realidad circundante..
REFERENCIAS
Ferreira J (2009). La Mística en Villoro. Devenires X, 20: 93-121.
Ferreira J (2008). La vía mística en Villoro. Recuperado de: http://bibliotecavirtual.dgb.umich.mx:8083/xmlui/handle/DGB_UMICH/46.
Villoro L (2006). Vislumbres de lo otro. Ensayos de filosofía de la religión. México: Colegio Nacional / Editorial Verdehalago.
Villoro L (1982). Creer, saber, conocer. México: Siglo XXI.
Zamora F (2010). Imagen epistémica, imagen gnóstica. Eikasia. Revista de Filosofía V (33):101-141.