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18 Septiembre 2024, Puebla, México.

Mario Marín, retazos del mal poder en Puebla / Sergio Mastretta

Justicia /Gobierno | Crónica | 11.AGO.2024

Mario Marín, retazos del mal poder en Puebla / Sergio Mastretta

Reflexiones tras la liberación del exgobernador de Puebla

La jueza Angélica del Carmen Ortuño Suárez ha liberado a Mario Marín Torres con el argumento de que el delito del que se le acusa no merece prisión preventiva. Justo cuando se esperaba sentencia y confirmación de la pena de cárcel. Unos días antes, también ha sido liberado el expolicía Adolfo Karam, involucrado en el mismo proceso que se le sigue al exgobernador. Es inevitable entonces pensar en la realidad de los poderes fácticos en México. A lo largo de estos años he seguido la pista de este personaje, ejemplo fiel del mal poder que ha gobernado al estado de Puebla en los años que tengo de vida, que ronda ya las siete décadas. He escogido para no dejar pasar este acontecimiento algunos retazos:

 

Reflexiones tras su detención en febrero de 2001

+ Mario Marín Torres y Javier López Zavala no son una anomalía. Son la expresión de quien se sabe impune en extremo.

+ ¿En qué momento un político poblano pierde la cabeza en el culto de su personalidad? Tal vez en el momento en el que más se parecen entre sí políticos tan disímbolos: en un mitin, en una comilona, en la efervescencia de la masa.

+ Es tan burdo el ejercicio criminal del poder que siempre será difícil explicarlo. De vez en cuando alguno de quienes lo personifican termina en la cárcel. Y cuando ocurre, generalmente se debe más a la consecuencia de una reyerta entre pares. Lo normal es que continúen muy tranquilos con sus vidas.

 

Los pasos de Mario (1987-2020)

 

A los 18 años se afilia al Partido Revolucionario Institucional (PRI) (1972); Secretario Particular del alcalde Guillermo Pacheco Pulido (1987-1989); Subsecretario A de Gobierno con Mariano Piña Olaya (1989-1992); Subsecretario B de Gobierno con Manuel Bartlett (1992-1995); Secretario de Gobernación con Manuel Bartlett (1995-1997); presidente del Comité Directivo Estatal del PRI (1997); candidato del PRI a la alcaldía de la ciudad de Puebla (1997-98); presidente municipal de Puebla (1999-2001) tras una elección con denuncias de fraude; candidato del PRI a la gubernatura de Puebla, logra derrotar al alfil del gobernador Melquiades Moales (2002-2003), gobernador del estado de Puebla (2005-2010), suceso Gober Precioso, involucrado con una red de pederastas en Cancún junto con el empresario Kamel Nacif, somete a tortura y cárcel a la periodista Lidia Cacho (marzo 2006); sobrevive a la demanda popular de renuncia al ser respaldado por el presidente Felipe Calderón; es exonerado por Suprema Corte de Justicia de la Nación (noviembre de 2007); es acusado por estupro de una joven de 17 años en 1999, cuando era presidente municipal (junio de 2009); su candidato a la gobernatura Javier López Zavala es derrotado por el expriista Rafael Moreno Valle en la elección del 2010; a pesar de las acusaciones de corrupción de su gobierno, Moreno Valle decide lo salva de cualquier proceso penal; por su “trayectoria, liderazgo y lealtad” hacia el PRI recibe un reconocimiento por el Comité Directivo Estatal de ese partido (julio de 2015); detenido por su responsabilidad en el delito de tortura en agravio de la periodista Lydia Cacho (febrero de 2021).

 

De norte a sur se oye un clamor

 

1998: Domingo 7 de noviembre, elecciones municipales; la historia se le viene encima al gobernador Bartlett, pues una vez más se le cae el sistema, ahora en la ciudad de Puebla; a las diez de la noche no hay resultados, ni a la medianoche, ni al día siguiente. Crisis política y riesgo de elección impugnada por PAN y PRD. Mitin en el zócalo el 14 de noviembre: Felipe Calderón Hinojosa, presidente nacional del PAN, rompe el acuerdo con los perredistas que impulsaron al sorprendente candidato futbolero Emilio Maurer, probable triunfador si el cómputo no hubiera estado en manos de la maquinaria priista. El PAN se hace a un lado y no hay impugnación del proceso electoral. El PRI gana en los medios. Salvado por el PAN, el antiguo burócrata de Gobernación escucha en las tertulias con sus amigos: "De norte a sur se oye un clamor, Mario Marín Gobernador”.

 

De dónde viene

 

¿De dónde viene Marín? ¿De dónde Melquíades Morales? De dos pueblitos, en su tiempo aldeas, para pasar por la vía de la carrera universitaria a la militancia del PRI y a los oficios recónditos de las secretarías particulares. ¿De dónde viene Manuel Bartlett? ¿De dónde Mariano Piña Olaya? De los escritorios profundos de Gobernación, de las bancas antiguas de la escuela de un presidente. En esos dos extremos, la burocracia local y la imposición federal, la sociedad poblana ha derivado entre la parálisis por sus crisis políticas y la medianía del estancamiento económico, pero siempre sometida a los rigores, las intrigas y los discursos de su clase política. Pero en el más puro estilo de los pasillos de Bucareli --el espionaje telefónico filtrado a la prensa--, se ha desatado nuevamente el reclamo de la masa al poder, representado por un hombre que en los últimos años supo mover los hilos rancios del culto a la personalidad.

Mario Marín nació en 1951, como uno de los once hijos de una familia que en los índices de la SEDESOL caería sin duda en la categoría de marginación extrema. No caen muy seguido las tormentas en Natívitas Cuautempan, en plena Mixteca Baja, en el centro sur del estado de Puebla, pero de ese pueblito –y a la manera del exgobernador Melquiades Morales-- salió a pie para ir a estudiar a Puebla; también estudió Leyes, y por supuesto en la UAP, pero ya en los años setenta. Lo apadrinó otro santón de la política priista, el actual presidente del Tribunal Superior de Justicia, Guillermo Pacheco Pulido, a principios de los ochenta, quien como Magistrado lo contrató de tinterillo en el Tribunal, y ya como presidente municipal, en 1987, se lo llevó como secretario particular. De ahí todo fue escalar desde las oficinas municipales a las estatales, siempre en Gobernación. Piña Olaya y Bartlett, los dos extranjeros, pelearon sus guerras contra los santones locales, y se apoyaron en políticos de segunda línea, que no dudaron en jugar los dados de los gobernadores. Como subsecretario primero, y como secretario después, Marín cumplió con el cometido de toda Secretaría de Gobernación de la era priista: amañar las elecciones y aplicar la fuerza donde la política lo requiriera. Con el encarcelamiento de campesinos contrarios a la perforación de pozos de agua potable para la ciudad de Puebla, en la región de los pueblos de Cholula, o en la represión de movimientos populares como el de la 28 de Octubre en 1995, por ejemplo, Marín se ganó a pulso su alineamiento con el gobernador Bartlett, y por supuesto la candidatura para la presidencia municipal en 1998. Jugó sus cartas como alcalde, no hubo freno en el uso de los recursos públicos para impulsar su imagen, y a pesar de la derrota del PRI en las elecciones municipales del 2001, arrebató a Melquiades el control de la estructura del partido en el estado, tendió sus puentes hacia las amistades y los recursos de personas como Kamel Nacif y brincó al carro madracista que lo llevó a la gubernatura en el 2004. Atrás quedaron sus lazos con Manuel Bartlett. Sus partidarios más cercanos llegaron a verlo como el Secretario de Gobernación de la restauración priista en el 2006, y por qué no, futuro presidente de la república. Marín, efigie, esculpió su propio culto. Y su propia caricatura.

 

 

El culto a golpe de pala

 

15 de febrero 2001. El culto a golpe de pala. La figura, en el pedestal de la imagen, no se fragmenta. En la era electrónica, el aparato ya no necesita de las masas. Mejor aún, el milagro de la comunicación: las masas ya no necesitan de los actos públicos. Quebrará el sistema, pero se sostendrán los líderes.

En el auditorio de la Reforma los escenarios cambian pero son los mismos. Hace justo un mes Melquiades Morales acaparaba las miradas y los aplausos para confirmar que es el poder presente. Hoy es la fiesta de Mario Marín, y pocas veces la liturgia del Informe reproduce los viejos tiempos. Pero no todos: afuera, en la explanada, no hay masas ni porras ni pancartas. No hay acarreo. Y, a juzgar por el video, no es que el bolsillo que esculpe el monolito de la personalidad del futuro ronde la insolvencia o se rija por pruritos republicanos y austeros. ¿Qué ocurre? Si hoy el viejo sistema se reproduce a la perfección dentro del auditorio, ¿por qué no están las sufridas masas para cantar que sigo siendo el rey y aquí están los altavoces para confirmarlo?

Ayer no hubo masas ni porras en la explanada del auditorio de la reforma. Ayer, y apenas entiendo, Mario Marín no acarreó colonos o ambulantes, no necesitó de combis o microbuseros para el oficio del Informe. Los jerarcas llegaron en suburbans. Una mayoría de burócratas ceñida al empleo llenó la galería y cumplió de corifeo en el rito antiguo de los hombres que se esculpen a sí mismos: orgullosos, solitarios, militantes, se modelan para el poder.

Para la historia nuestra, la de ayer marca el día segundo en la construcción de un culto a la personalidad. Hace un año, en el primer informe, Mario Marín dijo: “Es el principio, yo soy el hombre...”. Inició entonces, sin remilgos, ya no en las cenas con la cofradía, sino desde su cargo público, la carrera al trono de nuestro pequeño reino.

Ayer se miraba Mario de nuevo en video. Lo miraba Melquiades. Hace mucho que uno y otro se miran a sí mismos, son su espejo, los separa un escritorio. Imagino su monólogo:

“El hombre político siembra futuro para llegar al poder. Parte de abajo, caravanea, es su sombra la que mira desde arriba. Esculpe su personalidad en la grilla en corto, en el templete, en la imagen electrónica. En todo momento es ahijado y padrino, aplaudidor y, poco a poco, el aplaudido, el hombre que salió del escritorio oscuro para mirar desde tribuna con el rostro del que salva a las masas, el poseedor del futuro”.

Escribo estas frases para el monologo moderno de un político cruzado en el estante del sistema, alentado por los moribundos dinosaurios en el sueño de la Restauración. Dice el italiano Norberto Bobbio que la tarea del hombre de cultura es sembrar dudas, no recoger certezas. Y lo dice siempre ilusionado por entender la relación entre los intelectuales y el poder, pero con la sabiduría de un viejo que ha visto demasiadas equivocaciones como para creer en la salvación por los iluminados.

Ayer de tantas certezas electrónicas, de tanta liturgia megalómana, este poder arcaico que domina Puebla se deshizo en dudas, se desmintió en proezas. Nos presentó a su nuevo sí mismo. De Mario Marín ayer guardo dos imágenes: en el video, lo miro paleando tierra a la manera de los grandes e infernales líderes europeos en los años treinta; Mario palea y los fotógrafos lo movilizan al futuro, el suyo es un espíritu que se piensa para las masas que lo admiran porque con él el mundo dejará de ser una desgracia. Y si besa niños y da banderazos de salida a corredores esforzados es porque él bendice y encausa destinos.

La otra imagen, terminado el video, se encierra en la entrega del viejo aparato al informante municipal: Mario Marín apenas parado tras la mesa pétrea de Melquiades Morales y Pacheco Pulido, es por un instante el futuro de la cúspide en ese monumento gris a la jerarquía mayor de la burocracia que ha gobernado Puebla desde hace cincuenta años. Entre los santones de la política priista hay uno nuevo, todavía más santón, más joven, mestizo y fiero, para decirles a todos que él es el renacimiento.

 

Tiempos desfondados en el PRI

 

23 de febrero de 2004. Lo que ya ocurrió ahora mismo ocurrirá. Los tiempos en el PRI son tan difusos como los ojos de sus políticos que se disputan el poder: qué miran, cómo miran, a quién miran, para qué miran... Los ojos sí perfilan estados de ánimo, pero en una asamblea como la del viernes no se sostienen en un punto preciso, y ese desatino es extremo cuando al final los reporteros acribillan en montón a los personajes. Ninguno de ellos logrará penetrar en el pensamiento simple del precandidato: ya gané y todo esto es un artificio; estoy jodido y todavía tengo que hacerle al teatro.

Germán Sierra y Mario Marín se han sentado juntos, y codo con codo viven este meneo de verbos priístas en un instante, el de la decisión, que ya dura meses, pero no se paran al mismo tiempo. Germán mira a su derecha; Mario a su izquierda. Los reporteros acosan primero al senador. Marín no responde de arranque a quienes lo encaran con las grabadoras, como si considerara incorrecto que los dos respondan lo mismo –como lo harán--, en una réplica: hay que esperar los términos de la convocatoria. Yo quedo entre las dos peloteras de grabadoras y sólo confirmo que sus ojos miran pero sus miradas están en otro tiempo que igual contiene la quiebra y la dicha que acompañan ganador y al derrotado en una pelea que ya terminó pero que todavía no se ha dado.

Porque hay una mecánica en la asamblea del viernes: nos reunimos –piensan todos y cada uno de los prisitas que han acudido, los amos y los vasallos para decidir lo que ya está decidido pero que todavía no se decide.

Y hay unas maneras, las viejas y muy respetadas formas –que son el fondo-- del mundo priísta: estamos aquí para acordar lo que ya todos sabemos que han acordado los que todavía no acuerdan lo que hoy acordaremos.

Y por supuesto están los impulsos: sí, todo esto que ya se acordó por los que todavía no acuerdan es un acuerdo por mi candidatura.

 

Dos ex gobernadores Melquiades Morales y su alumno Mario Marín en el evento  del PRI - Al Minuto

 

Ruptura

 

En su ascenso, Melquiades Morales provoca este gobernador, el segundo al hilo proveniente de las dinámicas de poder local frente a la nacional, y produce una nueva ruptura de la estructura del poder priista tras su elección. Marín Torres traslada a Casa Puebla el equipo con el que ha gobernado la ciudad. Desplaza a los cuadros de Melquiades Morales y coloca a Javier García Ramírez en el control de la obra pública y a Javier López Zavala en la operación política. Este último será el alfil de Marín en el 2010. Aquel viene desde la administración municipal de Pacheco Pulido cuando es director de la recolección de la basura en la ciudad --operación que por cierto realiza con maquinaria de su propiedad en tiraderos a cielo abierto en las barrancas aledañas al estadio Cuauhtémoc--; tiene a su cargo la oficina de Desarrollo Urbano en la administración de Marín entre 1999 y 2001 y maneja a discreción la obra pública estatal entre 2005 y el 2010; es el principal blanco de denuncias por corrupción en el gobierno de Moreno Valle y, perseguido, hasta la fecha se mantiene prófugo de la justicia.

 

 

El Precioso es el héroe de la película

 

En el 2005, cuando arranca el gobierno de Mario Marín, ya los dos fideicomisos, el de Angelópolis y el de San Francisco, llevan 15 años de operación. No hay mayor referencia de ellos en su programa de gobierno. Sin mucho por vender, aparentemente mira hacia otro lado. Mario Marín va poco a poco, al contrario de Melquiades, quien anuncia desde los ochenta sus miras largas, o de Bartlett, quien llega a Puebla como salida corta a quien ha jugado en ligas mayores. Pero desconcierta igual que este último por su andar contradictorio: va del sigilo conspiratorio al balcón del lucimiento, camina como quien pide permiso y llega para gritar voy por la mía. Desde los refugios de la Secretaría de Gobernación y el Tribunal Superior de Justicia ha trabajado a sus bases, así que no ha necesitado de los peldaños de elección popular sino hasta que gana la presidencia municipal. Ahí ya afila un equipo y un proyecto con sus condiscípulos Mario Montero y Valentín Meneses y cófrades como Javier García Ramírez. Y se entrena en las turbiedades del SOAPAP, en la oscuridad de los giros negros y en los pavimentos, banquetas y guarniciones del quehacer municipal. Sus informes anuales rompen todas las fronteras poblanas en torno al culto de la personalidad –cumple con rigor en la fotografía del político con la pala que trabaja codo a codo con el pueblo--, y atiende todas las recomendaciones de profesionales de la imagen –se quita con el photoshop a media campaña electoral el lunar que carga de nacimiento entre ceja y ceja, ya después el cirujano lo hará sobre su cara--, y gasta en publicidad como nunca lo ha hecho un ayuntamiento. Ahí da cuenta de que es un hombre de extremos, como el de llegar a inmortalizarse en un cuadro en el llamado Salón de Protocolos en el edificio municipal, con un grupo de funcionarios atentos y alertas a lo que les dicen los planos de una obra pública. En la alegoría, la ciudad es territorio de adiestramiento para el futuro y cerco jurídico y temporal que lo maniata. Y la gubernatura será el territorio de conquista tras años de sometimiento a los jerarcas y santones a los que ha servido, y la frontera que se cruza para confirmar que es su hora entre los poderosos, sus socios, sus iguales. Político de altura, lo presumen sus allegados, es el verdadero tiempo de sus planes, y no se cierran en Puebla sus miras.

 

Masa

 

26 de marzo, nueva marcha y nueva masa, un mes después, con todo lo que ha ocurrido desde entonces: un probable pacto de sobrevivencia entre Marín y el gobierno federal, con la creación de una fiscalía antipederastia inaugurada por los funcionarios foxistas Medina Mora y Yunes; el gobernador en el clandestinaje –ni siquiera puede rendir homenaje a su santón Juárez--, intenta recomponer el amasiato con la prensa y los empresarios constructores del sexenio; la crispación del candidato Madrazo ante la desazón priista en Puebla; la oposición panista en el más burdo oportunismo regala senadurías a los aliados priistas de la maestra Elba Esther; las redes de Andrés Manuel crecen como piezas fundamentales en el movimiento antimarinista. 

Mediodía en el zócalo. No son cuarenta mil pero sí rebasan los diez mil.  No hace frío, pero va a llover. Los gritos y las consignas son mucho más airados –hay uno extremo: “¡Maldito el cerro que te parió, Marín, come nopales!”. Es la personalidad partida, la injuria racista contra el déspota. No puede haber otro tono frente a tal indefensión pública. En la memoria las frases de dos hombres acostumbrados al delirio que los ha esculpido a imagen y semejanza: “Mi góber precioso…”, flota en los altoparlantes, y la multitud responde a carcajadas como aldabonazos que conspiran contra el extremo grotesco del poder. “Aquí te tengo una botella bellísima…”, cantonea Kamel por la espesura de los fresnos y los pensamientos de todos los marchistas. “Ya le di su coscorrón a esa vieja cabrona…”, confirma el gobernador a la masa ante los paredones de Catedral. La grabación ilegal no cuenta para la ley mexicana. El estado de derecho no cuenta para los mexicanos. Dos frases entre tantas en mi cabeza. Por un momento pienso que las voces de estos dos hombres –roncas, altivas, léperas en la altisonancia de los que todo lo pueden y ni por asomo se permiten pensar en que alguien lo ponga en duda-- las hemos amasado todos en nuestra incapacidad histórica para construir contrapesos democráticos, en nuestra debilidad para desatar los amarres de esa urdimbre criminal en la política: no hay una reforma electoral en el estado que garantice procesos electorales transparentes, partidos democráticos y legislaturas independientes del ejecutivo; las contralorías, las gubernamentales y la del Congreso, obedecen al gobernador; los medios de comunicación escritos y electrónicos sobreviven de las contrataciones del gobierno; y la procuración de justicia y los tribunales… tan sólo hay que escuchar las grabaciones.

Pero la voz de Flor Coca lo corta, es sólida, compensa todos los interrogantes que ha hecho Alicia: “Esta marcha ha sido convocada por el Frente Cívico Poblano…”.

Sí, la masa se organiza como última defensa ante la ausencia de Estado de Derecho. No ha podido ser de otra forma en la historia de Puebla.

 

Son mis jueces, papá…

 

Viernes 18 de julio de 2008, 3 de la tarde, los juzgados civiles han cerrado y se van de vacaciones quince días. Estamos en la entrada principal del llamado Parque del Arte en la ciudad de Puebla, una extensión de 12.7 hectáreas en el corazón de Angelópolis, el proyecto de desarrollo urbano para el sur-poniente de la ciudad imaginado por Manuel Bartlett como gobernador en 1993, rescatada en su uso de suelo como área verde tras diez años de abandono gubernamental por la asociación civil Patronato Puebla Verde, que lo custodia y administra desde el mes de agosto del 2004 por convenio con el gobernador Melquiades Morales Flores, a través de la figura de un fideicomiso. “Se trata de la joya de la corona”, han dicho los funcionarios del gobierno marinista. 11 hectáreas de lo único que para ellos quda por vender en el territorio de la Reserva Atlixcáyotl-Quetzalcóatl expropieda por los gobiernos de Piña Olaya y Manuel Bartlett Díaz. Y la quieren para sí. 

Dulce Pastelín --así se llama, y no hay lugar para realismos mágicos--, quien se ostenta como representante legal tanto del Fideicomiso de la Reserva Atlixcáyotl-Quetzalcóatl como del fiduciario Bancomer –en clara violación de la ley sobre funcionarios públicos--, y sin importarle que está de por medio un juicio de amparo ante un juez federal, reclama el parque acompañada de un diligenciario del Juzgado Séptimo de lo Civil y una veintena de policías, todos de jurisdicción estatal, hay que decir. Afirman que la juez séptima ha ordenado un embargo precautorio del parque porque Puebla Verde no garantiza su buena conservación. Después se sabrá que el Fideicomiso de la Reserva Atlixcáyotl-Quetzalzóatl ha puesto una demanda desde el 18 de junio pasado, sin que se haya notificado en forma alguna a la organización civil, y que han depositado ocho millones de pesos en efectivo como fianza exigida por la juez. El diligenciario presenta una orden sin firma que lee el abogado de Puebla Verde, que de inmediato aduce que están cometiendo un delito y que deben abandonar el lugar. El diligenciario, efectivamente, se retira. Dulce Pastelín se cuelga del celular, desde el que le giran instrucciones. Decide retirarse sin más explicaciones, pero regresa dos horas después, ya cerca de las 6 de la tarde, sin el diligenciario y sin orden alguna, pero acompañada por un contingente de más de setenta hombres armados con armas largas y chalecos antibalas, ni más ni menos, para romper cadenas y candados y tomar por la fuerza el parque. Una docena de reporteros atestigua que la funcionaria y los policías no presentan orden judicial firmada por un juez ni nada que se le parezca. Alcanzan a decir los asaltantes que los llamaron porque había disturbios en el Parque del Arte. Los representantes de Puebla Verde, así como los jardineros y vigilantes del parque, no oponen resistencia alguna, como no sea la de señalar la arbitrariedad de la fuerza pública.

Los reporteros denuncian la presencia de una policía especial --la llaman “guardia privada del gobernador” --, con sus autos y sus trajes y sus celulares negros en un tercer plano para los fotógrafos, paseándose contra la barda de piedra del fraccionamiento que el arquitecto/constructor/nieto de gobernadores/exsecretario de estado Federico Bautista, desarrolló ahí mismo frente al parque cuando era funcionario del gobierno de Melquiades Morales, con la fuerza suficiente para cambiar el uso del suelo de vivienda de interés social a residencial a los dos predios que compró con todo el conocimiento de causa del asegurado éxito inmobiliario por venir en los años siguientes, que ya pasaron, y que empiezan a ser recordados como los de los más brutales en la historia de especulación inmobiliaria en Puebla.

 “Guardia privada”, dicen los reporteros… Algo así como el estado mayor de esta especie de reino estatal en la que vivimos los poblanos.

 

 

No son una anomalía

 

Me ayuda entones pensar en todo este como un proceso histórico. Los políticos que hoy conforman nuestra clase política provienen de una inercia cuyo movimiento aún no termina, el de la ciudadanización de los órganos electorales, el hecho más importante relevante en el arduo camino hacia la democratización de la sociedad mexicana. Mario Marín Torres y Javier López Zavala, en la estela de los viejos santones de la política poblana, son producto de la recomposición de una hegemonía autoritaria que en el control y manipulación de los procesos electorales soporta su existencia. Ellos se explican en dinámicas como la desideologización de la operación electoral, la profesionalización y la calidad mercenaria de los cuadros operadores de la ingeniería electoral al servicio del mejor postor.

 

Mario Marín Torres y Javier López Zavala no son una anomalía dije al principio. Son la expresión de quien se sabe impune en extremo. Y tal lo han sido los exponentes de los grupos de poder fáctico que controla los procesos políticos en México.

Y si no, habrá que preguntárselo a la jueza Angélica del Carmen Ortuño Suárez.

A manera de interrogante final, esta fotografía. El pasado nos condena. ¿Cuanta vigencia adquiere esta frase para el gobernador electo Alejandro Armenta?