
Cultura /Justicia /Mundo | Poesía | 2.JUL.2025
La distopía perfecta / Tania B. Luna

Lo que ocurre en Palestina no es una “situación compleja con muchas capas”, como repiten con diplomacia sin alma los que se lavan las manos
Tengo 23 años. No vengo del mundo académico ni del periodismo. No creí que una voz joven y disonante tuviera valor… hasta que alguien me pidió publicar algo que escribí desde la urgencia de decir lo que muchos prefieren callar. No busco dar respuestas, sino incomodar con preguntas. Tania B. Luna
La distopía perfecta
Por Tania B. Luna
Yo soy joven e ignorante.
No hay mucho que pueda hacer.
Por eso uso mi voz,
porque es lo único que tengo.
Por eso, cuando veo la injusticia, no me callo.
Y tengo mucho que decir.
“El pueblo que pidió al mundo nunca olvidar… está repitiendo la tragedia con otra cara.”
Lo que ocurre en Palestina no es una “situación compleja con muchas capas”,
como repiten con diplomacia sin alma
los que se lavan las manos.
No, es deshumanización con branding.
Es violencia institucionalizada maquillada de legitimidad narrativa.
Es la miseria transmitida en HD mientras el resto del mundo hace scroll.
No te quedes mirando solo los eventos, observa la estructura.
La forma en que la narrativa se distorsiona, se vende, se exporta, se convierte en espectáculo… y cómo la tragedia se vuelve contenido.
Estamos viendo una tragedia que no solo se ignora: se monetiza.
La distopía no llegó.
Se volvió rutina.
Llegó cuando el horror se volvió cotidiano y la indignación se convirtió en estética.
Es el infierno que hemos construido, que hemos permitido.
Panem no es una metáfora lejana.
Está en cada influencer privilegiado que hace un haul de Zara mientras una bomba cae en pantalla dividida.
Víctimas que mendigan “likes” para sobrevivir y un algoritmo decide qué merece existir.
Black Mirror ya no es ciencia ficción.
Es documental.
Y la línea entre la realidad y la ficción no se borró. Se comercializó.
La humanidad imagina primero…
y luego corre como idiota a convertir la advertencia en realidad, en modelo de negocio.
Entonces, no, no hemos superado el horror del pasado.
Lo hemos rediseñado.
Y lo vendemos, con packaging de noticiero, con estética de tendencia, con hashtag de temporada.
La pregunta no es si vamos a repetir los errores, sino:
¿cuántas veces más vamos a ver el horror antes de volvernos inmunes al dolor que causa?
La conciencia social no es una moda.
Es un deber moral.
¿Qué hacer?
Informarse, pensar, cuestionar ya hace un cambio en una sociedad tan distorsionada.
Nombremos las cosas, porque lo que no se nombra no existe.
Y lo que no existe… se permite.
Si no estamos dispuestos a incomodarnos ahora,
si no estamos listos para mirar de frente el dolor ajeno,
el mundo nos va a incomodar después.
Con sangre.
Con censura.
Y con fuego.