diciembre 4, 2025, Puebla, México

diciembre 4, 2025, Puebla, México

Una marcha en un país polarizado / Sergio Mastretta

Asisto a una marcha de un país polarizado. La avenida Reforma hacia el zócalo de la ciudad de Puebla. Llevo más de cuarenta años cubriendo movilizaciones sociales como la que hoy ha traído a una masa en la que la llamada Generación Z se diluye entre una mayoría de personas adultas. Y ese es el mayor interrogante que me mueve este día: el nuestro es un país en el que la principal causa de muerte entre los jóvenes es el asesinato, ¿qué país entonces es el que contemplan aquellos que han nacido apenas en estos primeros años del siglo?

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He visto, como digo, muchas marchas en los 45 años que tengo de cubrir como reportero la vida pública de mi ciudad. La más lejana, aquella que llevó a una muy dolida ciudadanía a denunciar el fraude con la que el gobernador Jiménez Morales encabezó la maquinaria que le arrebató a Ricardo Villa Escalera el triunfo en la elección por la alcandía en 1983. Era un tiempo en los que el ejército directamente participaba en el robo de las casillas. Vinieron otras: los obreros de Volkswagen en los ochenta y principios de los noventa; los universitarios y sus eternas pugnas por el rumbo de la educación pública; las innumerables e inextinguibles marchas de la organización 28 de Octubre, bien metida en el estómago pobre de la ciudad; la gesta que con Gabriel Hinojosa Rivero la clase media llegó a derrotar a Manuel Bartlett en 1995; el fraude electoral que impuso a Mario Marín en 1998 y que lamentablemente los panistas se rehusaron a impugnar; la rebelión en febrero de 2006 contra el grotezco Gober Precioso, derrotada por la cuerda salvadora que encontró Mario Marín en el presidente Felipe Calderón Hinojosa; la rebelión, también derrotada, contra el autoritarismo pendenciero de Rafael Moreno Valle en el 2014; el repudio al ataque a balazos de las urnas por pandilleros pagados por el régimen en las elecciones del 2018. Puedo recordar muchas más, pero ahora tengo en mente esta nueva marcha multitudinaria que ha tomado el zócalo poblano este sábado 15 de noviembre de 2025.

Una cola larga de personas espera turno para el cajero del Banco de Bienestar. El organillero decide esperar a que pase el estruendo de la manifestación.

A lo largo de la caminata los gritos rebotan, como siempre, contra las casonas. Viva Carlos Manzo. Fuera Morena. Fue el narcoestado es lo que más se escucha. ¿En qué medida sintentizan los ánimos de muchas personas en el pais? Reflexiono en ello mientras acompaño a los marchistas. Las imagenes que se guardan en video ayudan para ofrecer una idea cercana al ánimo que sostiene a las personas que han asistido a esta marcha.

Es un hecho que la llamada Generación Z no forma un bloque propio. Los jóvenes se confunden entre una mayoría de personas adultas. Contra lo que me esperaba, no veo que el perfil de los marchistas sea el de una manifestación panista. No me valen mucho ahora las calificaciones de clase. Simplemente veo que han asistido muchas mujeres y hombres y que, en un hecho que confirmo por el griterío, están seriamente descontentas.

Pienso al mismo tiempo en la intentona de la presidenta Claudia Sheimbaun de minimizar esta marcha. La ha descalificado como una marcha manipulada por la derecha. ¿Por qué no asume el sentimiento mayoritario de que el país sí está convulso en el abismo de la violencia impune? ¿Por qué no sumarse desde las instituciones de gobierno a enfrentar colectivamente el cáncer que se ha llevado la vida de más de 200 mil personas en los últimos veinte años? Especulo también sobre la distancia que existe entre el movimiento que llevó a Morena a plantar en el 2018 a López Obrador y lo que es este tinglado de corrientes políticas que en Puebla ha llevado a la resurrección del priismo en sucecivos momentos encabezados por Moreno Valle, Barbosa y hoy Armenta. ¿El enojo que percibo ahora en el grito de “fuera Morena” logrará formar una fuerza política capaz de quitarle el poder en la elección del 2027?

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Pronto me doy cuenta de que esta es una manifestacion que no tiene propiamente una cabeza, es decir, un grupo que se hace de una tarirma única y domina con sus arengas a los asistentes. En el zócalo la marcha se parte en tres. Unos, los que iban a la cabeza de los marchistas, se dirigen a un pequeño templete que se ha montado al pie de la fuente de San Miguel y que sin esperar al conjunto se arranca con una mujer discursante que a gritos regaña por inconcientes a los que traen y no traen sombrero; otros, la gran mayoría de los asistentes, se mantienen sobre la avenida para dividirse finalmente en dos: un grupo que parte por la antigua Maximino (hoy avenida Palafox) hacia la iglesia de la Compañía con destino, según escucho, de la Casa Aguayo en la 14 Oriente –que terminará, como me enteraré después, en una gresca con la policía–; y otro que se planta frente al Palacio Municipal y dispone su propio equipo de sonido en el alivio de la sombra de los laureles.

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Yo me concentro por unos minutos en este último grupo. No tiene más templete que el que ofrece el desnivel de la plancha del zócalo contra la calle frente a Palacio. Gracias a la sombra de los laureles la mayoría de los presentes nos apretujamos contra un honbre que micrófono en mano llama a entonar el himno nacional. Presenta después a los que tomarán la palabra: primero alguien de la Generación Z, luego un agricultor y una mujer a nombre de los desaparecidos que nos recordará el infierno acapulqueño. Ninguno de los oradores tiene nombre. Pero los une el encono que les provoca el régimen.

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Por el celular sigo los acontecimientos en la ciudad de México, con el zafarrancho en las barricadas frente a Palacio Nacional. Se me ocurre un frase extrema: ¿cuántos preludios de guerra civil tenemos a la vista? Regreso para contemplar a mis vecinos aglomerados que ahora mismo culpan al gobierno de todos los males. De un lado la presidenta que intenta tapar el sol del descontento con la argucia de una ultraderecha manipuladora. Del otro, efectivamente, un ánimo opositor al régimen que no deberia espantar a nadie que sostenga se vive en una democracia. En medio, lo que más encuentro en esta marcha, la desazón que sufre una mayoría ciudadana atosigada por la violencia. Recupero todos estos años de marchas en la avenida Reforma, y corroboro que ninguna me ha dejado el sabor que me deja esta: el sentimiento de que la vida pública afronta el riesgo de una total ruptura.

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Regreso a casa por el mismo sendero de la avenida Reforma hacia el Metrobús en la 11 Sur. La vida transcurre con la parsimonia del vals Viva mi desgracia que entona el organillero frente a la oficina del Banco del Bienestar y que me recuerda a ese ícono unificador de nombre Pedro Infante.

Tus palabras fueron falsas… En la vida un desengaño no se olvidará ni ya nunca más se podrá curar el daño que nos hizo con su mal… Viva mi desgracia, pues ya que no me quieres tú…