diciembre 15, 2025, Puebla, México

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A la opinión pública / Juan Carlos Canales

Diario de trabajo, 15 de Dic., 13.00 Hs

I


Por más que lo intento, es imposible sustraerse a la vida pública local y, mucho menos, mantenerse en un nivel de debate que no sea la ironía y la burla –el sarcasmo es nuestro principal recurso para salvarnos de las tragedias nacionales–. Pero la situación política que vive Puebla, no permite más. Nunca como en el último año, nuestra vida común había caído tan bajo, al grado que solo puedo calificarla de “ubesca” (la idea de Allfred Jarry de que el poder mientras más se agranda en más simiesco se convierte), o propia de una representación de Artaud, con sus clowns.


Ahora resulta que al gobernador Armenta no solo le cae bien Rodolfo Ruiz, también lo considera un “guerrero” (el recurso al sustantivo lo dice todo de los paradigmas en los que se mueve el ejecutivo poblano: ¡“War games”! Y la activación de la carpeta de investigación corre independiente de él, como seguramente también es el caso de la FGR y María Amparo Casar.


Aún no logro distinguir si el comportamiento del gobernador es producto del bajo nivel de preparación de nuestra clase política, por más doctorados que posea, del más burdo cinismo, o de plano, de un problema mucho más grave de orden mental, que puede notarse en el permanente estado de excitación que vive, o de la mezcla de ambos. Lo digo en serio. Otra cosa es la obvia carencia de un programa rector que ordene su proyecto de gobierno, y de ahí, que no tenga otro recurso que el de la ocurrencia. Lo único cierto es que Puebla ha entrado en una peligrosa deriva que convertirá al estado y la ciudad en un infierno, entre el vertiginoso aumento de la violencia del crimen organizado, la corrupción y la persecución política. Lo que estamos viviendo es una crisis institucional sistémica que se refleja tanto en los casos descritos, como en lo que está ocurriendo en el “Batán”, o en el reclusorio de San Miguel. Con el gobierno de Alejandro Armenta ha revivido una parte importante de la clase política del marinismo, convirtiéndola en la columna de su gobierno.


Como me lo advirtió ayer un amigo, mi posición ante el gobernador Alejandro Armenta y, en general, con lo que ocurre en Puebla, como parte de la cultura patrimonial dominante, me pone en peligro de sufrir, con cualquier pretexto –un asalto, una riña callejera, la fabricación de algún delito, etc.- -un atentado a mi persona o propiedad. Por eso, ante este escenario hago responsable al gobernador del Estado de Puebla, Alejandro Armenta, y a su equipo, del destino que pueda correr personalmente, así como el de mi familia. El vínculo entre política y crimen organizado nos hace más vulnerables a todos. Sin embargo, cada día me convenzo más de que la resistencia es lo único que nos queda para mantener a flote lo que aún podemos salvar del país y del estado.


II


Desde un principio, cuestioné la construcción del MIB, apoyándome en la opinión argumentada de especialistas en la materia, como Montserrat Galí. Sin embargo, el anuncio del gobernador para modificar el destino del inmueble, no solo busca un efecto populista y demagógico. Lo peor es que refleja una ignorancia supina, rayana en la imbecilidad. Nos guste o no estamos hablando de una obra de arte, diseñada y construida por uno de los grandes arquitectos contemporáneos, específicamente, para ser un museo; supongo, además, que bajo el amparo de leyes nacionales e internacionales. Trastocar ese destino, en el ámbito local, no será difícil por las condiciones en que opera el Congreso de Puebla, pero su modificación arquitectónica para funcionar como universidad de las bellas artes traerá consecuencias imprevisibles, amén de que la propuesta no descansa en el más elemental estudio que garantice su viabilidad, salvo el cálculo de la ganancia económica que la obra arroje. Se trata, a todas luces, de una más de las ocurrencias con las que se levanta todos los días el gobernador poblano para distraer de los graves problemas que su mandato ha precipitado sobre la entidad. Eso, no lo podremos detener. Pero si tuviéramos un poder legislativo que cumpliera con su mandato, la historia sería otra, limitando el decisionismo del ejecutivo en esta y otras tantas acciones. La democracia, según Guillermo O’ Donnell tiene como uno de sus ejes, limitar el decisionismo político Juan Carlos Canales F.