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9 Mayo 2024, Puebla, México.

Cuenta, inventa, escribe, entre toses y fatigas, mientras puedas / Crónica de José Luis Pandal

Cultura | Crónica | 23.JUN.2021

Cuenta, inventa, escribe, entre toses y fatigas, mientras puedas / Crónica de José Luis Pandal

Té de hojas de higo...

 

Anoche vino a acompañarme mi mamá. Traía unas hojas de la higuera que todos sus hijos conocimos porque, dijo, me ha oído toser sin parar.

- ¿Te acuerdas como tosía mi papá? El té de hojas de higo no le quitaba la tos, pero lo reconfortaba, decía, y le hacía acordarse de su pueblo, de su madre y de su juventud sin achaques.

Claro que me acuerdo de mi abuelito Pepe tosiendo hasta desfallecer, sentado en su sillón 'reposet', entonces tan elegante y poco común, apoyado en su bastón, inclinado hacia el frente, arrojando las flemas que lo ahogaban en aquella escupidera de latón -siempre limpia y bruñida porque María, su amor, la lavaba y cambiaba muchas veces al día- y recuerdo que mi abuelita llegaba con un frasco de alcohol para que lo inhalara y ayudara a combatir la sensación angustiante de la falta de ese aire que no alcanzaba a respirar.

No se si las hojas de higo, el alcohol alcanforado, el eucalipto, el té de gordolobo, la cebolla partida al lado de la cama cuando duermes, o el anís, sirvan para aliviar en algo los carraspeos y otras afecciones de pulmones que ya no funcionan, pero desde luego estimulan la memoria y profundizan la nostalgia.

Anoche estuve escuchando con mi mamá los viejos valses que tanto le gustaban: Alejandra, Sobre las olas, Dios nunca muere -leí en alguna parte que la letra de esta composición musical de Macedonio Alcalá, interpretada por Pedro Infante, la escribió Vicente Garrido, no se si sea cierto-, Viva mi desgracia, Cuando escuches este vals -que mis papás bailaron el día de su boda ¡y yo el día de la mía 29 años después!, siempre fui romántico, nostálgico y anacrónico- y Ojos de juventud, entre otros.

Le decía a mi madre que no recordaba si mi abuelo se pasó muchos años o pocos meses sentado, sin poder hacer más, prisionero de la fatiga e imposibilitado para hacer pequeños esfuerzos, acciones antes cotidianas que ni siquiera se pensaban sino que se hacían y ya.

Le decía que no sabía si tenía sentido vivir así, cuando lo razonable es que tu circunstancia vaya a peor.

- Tu abuelo estaba rodeado de amor, del de sus hijas e hijos, del de sus nietas y nietos y tenía a su Juanito y a su Pepelí escuchando sus historias, repetidas y adicionadas con nuevos sucesos de épocas distintas. Eso le daba sentido a su vida, tanto que hoy lo recuerdas y tu amor por él crece y sigue vivo en tu memoria.

Tú tienes el don de la palabra, el talento para la literatura, no puedes refugiarte en lo que tu hija llama 'el síndrome del impostor' para justificar no seguir escribiendo -"es que me falta oficio, desconozco las reglas y la técnica básica"-, aún entre toses y ahogos, porque le debes a tu hija e hijo, a tu nieta y nietos, a tu nuera y a tu hermana lectora, a tus amigas y amigos, a tanta gente que te ha hecho el favor de leer lo que has escrito durante muchos años, el empeño de seguir contando historias, para que tu voz - de la que queda poco, sí, pero aún se escucha- perdure en el tiempo.

Cuenta, inventa, escribe, entre toses y fatigas, mientras puedas. 
Ese es el sentido de tu vida.

Cuando iba a comentar estos argumentos con mi mamá, me vino un acceso de tos incontrolable, ella se fue y yo desperté.