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28 Marzo 2024, Puebla, México.

   El triste destino del bergantín “Guerrero”

Cultura | Ficción | 8.AGO.2021

El triste destino del bergantín “Guerrero”

Un cuento de Oscar E. Hernández López para conmemorar el 200° aniversario de la Armada de México

 

Un cuento de Oscar E. Hernández López para conmemorar el 200° aniversario de la Armada de México

 Como decía Rius: deas monos y textos del autor.

Las primeras luces del amanecer se reflejaban en las tranquilas aguas de la bahía de Nueva York. Aquella mañana, un flamante bergantín pintado de negro con la bandera mexicana izada a toda asta se deslizaba sobre el mar abandonando el puerto e internándose en el Océano Atlántico con rumbo al sur. Era uno de los últimos días del mes de abril de 1824 y, para fines de mayo, debería reunirse en Veracruz con el resto de la escuadrilla que se encargaría de defender la soberanía de la nueva nación vigilando el litoral del Golfo de México.

            Ese bergantín estaba equipado con 22 cañones y había sido construido en el astillero Henry Eckford de la Armada de los Estados Unidos, llevaba por nombre “Guerrero” y el mando lo ejercía del recién nombrado Comodoro David Porter.

            Al declararse la independencia de México, el poder ejecutivo recayó en la Junta Provisional Gubernativa que eligió como presidente a Iturbide y lo declaró Generalísimo Almirante, título que le otorgaba el mando de las fuerzas de tierra y mar. Muy pronto, el 4 de octubre de 1821 se crearon cuatro ministerios, uno de ellos fue el de Guerra y Marina lo que significó el nacimiento de la Armada de México recayendo el nombramiento de ministro sobre Antonio de Medina Miranda, antiguo oficial de la marina española.

            Los primeros años del México independiente se caracterizaron por las luchas internas que llevaron a la abdicación del emperador Agustín de Iturbide quien dejó el poder ejecutivo en manos del triunvirato formado por Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo y Guadalupe Victoria. El último reducto español se resistía a reconocer la independencia de la Nueva España que ahora se llamaba México se había atrincherado en San Juan de Ulúa por lo que el gobierno necesitaba crear una fuerza marina para combatir a esa resistencia y expulsarla definitivamente del País.

Reunidos en el gran salón de Palacio Nacional, el Supremo Gobierno, así se hacía llamar el triunvirato gobernante, en compañía del secretario de Guerra y Marina acordaban las estrategias para ejercer la soberanía en todo el País.

―¡General, necesitamos buques y armas para acabar con la resistencia en San Juan de Ulúa y echar de aquí a esos malditos gachupines!  ―la voz de Guadalupe Victoria, sonaba enérgica, pero también denotaba un dejo de preocupación―. ¡El General Lemaur amenaza con continuar los bombardeos sobre Veracruz y no hemos podido derrotarlo combatiendo desde tierra!

―Señor secretario, encárguese de la adquisición de todo lo necesario para acabar con Lemaur y sus soldados. ―Secundó Nicolás Bravo.

―El ministro Mariano Michelena partirá para Inglaterra con el fin gestionar la compra de tres buques de guerra. ―Respondió el General Joaquín Herrera, nuevo secretario de Guerra y Marina―. Pero antes necesitaremos su reconocimiento como nación independiente de España.

La marina mexicana no contaba con buques y mucho menos con personal marino incluyendo comandantes. El ministro plenipotenciario de Estados Unidos en México, Joel Poinsett, no dejaba escapar oportunidad para intervenir en asuntos de la competencia exclusiva de los mexicanos.

―General Victoria, tengo el gusto de presentar ante su excelencia al Capitán de Navío David Porter, experimentado marino que ha prestado invaluables servicios a mi país, es el oficial de quien le hablé y que podría ser de gran ayuda para su proyecto marítimo nacional.

Porter, chocando los tacones y ofreciendo un saludo militar agregó:

―Excelencia, estoy al tanto de sus planes ―bajó la mano con la que había saludado y continuó―, estoy dispuesto a hacerme cargo de la defensa y vigilancia del litoral mexicano de Golfo de México.

Diez días después, habiendo formalizado su renuncia como Capitán de la marina de Estados Unidos, Porter asumió la comandancia de la escuadra mexicana. Una de sus primeras acciones como Comodoro de la naciente Armada de México, fue la de traer un bergantín de Estados Unidos que zarparía de Nueva York con tripulación incluida.

La tripulación del Guerrero constaba de 60 marineros de diversas nacionalidades, había estadounidenses, ingleses, irlandeses y suecos. Aunque la tripulación no estaba completa, sí era suficiente como para llevar al bergantín a Veracruz. Porter había contratado a la tripulación en Nueva York, la mayoría de ellos eran inmigrantes que, al no encontrar un trabajo que cubriera sus expectativas, habían aceptado un contrato que prometía una paga aceptable y una vida acorde con su espíritu aventurero.

Kacper Kowalski limpiaba la cubierta del Guerrero, vestía pantalones guangos, amarrados a la cintura con un grueso mecate de algodón que alguna vez fue blanco y una gorra tejida de estambre azul, su fuerte musculatura cubierta de sudor mostraba una tonalidad cobriza causada por el exceso de exposición al sol, sus pies descalzos mostraban la blancura original de su piel.

 

El sol brillaba en el cenit. Kowalski interrumpió su faena cuando escucho la voz del sueco Asbjörn Karlsson que desde su puesto de vigía en la cofa del barco gritó a todo pulmón:

―¡Veeraaacruuuz!…   ¡Veraaacruuuuz a la vistaaaaaa!

 

Porter reunió a su tripulación en cubierta, Veracruz no se parecía a Nueva York y era preciso tomar algunas medidas debido a la situación particular por la que atravesaba el puerto mexicano.

―¡Prohibido deambular por la ciudad, y mucho menos pasar la noche en el puerto, solo podrán bajar del barco quienes cuenten con mi salvoconducto y con el estricto control del vigilante en turno! ―Porter cuidaba con esmero exagerado la salud de su tripulación―. ¡Los moscos que transmiten la fiebre amarilla no respetan a nadie, la disentería tampoco, no tomen agua ni coman en la calle!

Las enfermedades tropicales se habían convertido en una tremenda epidemia, las víctimas que cobraba eran mayoritariamente extranjeros y mexicanos del altiplano que bajaban a Veracruz.

­            ―¡Cieślak y Lundgren, ustedes organicen la guardia, será relevada cada 24 horas, elijan 6 marinos para cada día, Cieślak, comienzas tú, de inmediato! ―Con estas órdenes, la tripulación del Guerrero iniciaba su nueva vida en territorio mexicano.

Además de contar con el bergantín Guerrero, la escuadrilla estaba integrada por la fragata Libertad, los bergantines Bravo, Hermón, Victoria y un viejo buque llamado Asia y que fue rebautizado como Congreso Mexicano, pero ya estaba bastante deteriorado como para utilizarlo en combate, el uso que a Porter se le ocurrió darle fue el de convertirlo en barco-prisión.

David Porter, que se preparaba para combatir en el mar, mandó calafatear los cascos de todos los buques de la escuadrilla, y ante la falta de personal mexicano preparado para los mandos marinos, puso al frente del bergantín Guerrero a su sobrino David Henry Porter y nombro como oficiales a Carlos E. Hawkins, a Alejandro Thompson y a sus propios hijos David Dixon y Thomas.

El Comodoro Porter era un militar celoso del cumplimiento de las leyes, adaptó las que él conocía y las aplicó rigurosamente, implantó una férrea disciplina e instituyó la instrucción militar para sus marineros. La estricta disciplina impuesta, pronto le causó problemas.

―¡Comodoro Porter, hay denuncias del uso indiscriminado que hace del rebenque para disciplinar a su gente, los azota con demasiada crueldad! ―el reclamo del coronel Pedro Landero llevaba una dosis de indignación―. ¡Le recuerdo que aquí no hay esclavos!  ¡La constitución prohíbe los castigos físicos!

―¿Y cómo carajos quiere que imponga orden y obediencia? ―respondió indignado el Comodoro―. ¿Acaso quiere que los corrija a besos?

El reclamo de Landero había irritado al Comodoro Porter, era cierto que había ordenado el azote de dos soldados del batallón de marina, el Capitán Miguel de Medina se había negado a cumplir la orden y había denunciado a Porter.

―¡En mis barcos mando yo, y la ordenanza vigente me lo permite! ―continuó furioso Porter―. ¡Y a ese capitancito llorón, mándenlo a un internado para señoritas… y a ver si no acusa a las monjas por obligar a las niñas a rezar de rodillas!

El conflicto trascendió a otros niveles. el General Rincón, arrestó al Capitán Miguel de Medina y para suavizar las cosas llegó a un acuerdo con Porter, Rincón relevó a la guardia de la fragata Libertad con la tropa de su batallón y envió presos a algunos oficiales que habían apoyado los reclamos contra su jefe, de esta manera, rápidamente se restableció el orden.

La guerra de México contra los españoles acantonados en San Juan de Ulúa con la esperanza de reconquistar las tierras del Anáhuac se había extendido hasta 1826 cuando por fin se logró la expulsión de los últimos soldados ibéricos, pero las rencillas continuaban en el mar.  México, en su defensa, hostilizaba a los buques españoles que navegaban por el Caribe con rumbo a La Habana atacando con la escuadrilla del comodoro David Porter.

España había establecido en Cuba su base de operaciones marítimas y pretendía tomar el control de la entrada del comercio internacional al golfo de México, y desde luego, de la entrada a Veracruz; la armada española era un obstáculo para el comercio y la soberanía marítima nacional. La misión de Porter era controlar la zona del Caribe, y para cumplir con esa difícil misión eligió el mejor lugar posible para establecer su base de aprovisionamiento y, a la vez, vigilar la navegación por el Caribe. Aprovechando su origen estadounidense, el lugar elegido fue Cayo Hueso que, por añadidura, apartaba a sus marineros de las insalubres condiciones de Veracruz. La escuadrilla de Porter zarpó del principal puerto mexicano del Golfo en diciembre de 1826, la fragata Libertad iba armada con 40 cañones, los bergantines Hermón y Bravo contaban con 18 cañones cada uno y el buque Victoria estaba equipado con 20.

Cayo Hueso era la ciudad más austral que formaba parte del archipiélago de los Cayos de Florida ubicada a 233 km al norte de Cuba. Le pusieron ese nombre porque la isla estaba llena de huesos de los antiguos habitantes, había sido un cementerio y también había sido refugio de piratas, puerto de pescadores, mercado de comerciantes y playas atractivas para buscadores de tesoros. Fue territorio español hasta que, en 1821 mediante el Tratado de la Florida, Cayo Hueso paso a ser dominio de los Estados Unidos; por la importancia geopolítica de la zona la marina de este país construyó un fuerte y los marinos que acostumbraban cruzar sus aguas le llamaban el “Gibraltar del Golfo de México”. La base que usaba el Comodoro Porter había sido abandonada por la Armada de los Estados Unidos cuando construyó su nueva base a Pensacola.

 

 

Aquella calurosa tarde de verano, Porter estaba sentado en un rincón del bar “La Langosta Bucanera”, disfrutaba su bebida favorita, acostumbraba tomar absenta, bebida que había llegado de Europa y se había vuelto muy popular entre marineros, piratas y bohemios. Porter vestía pantalón blanco y camisa azul marino a rayas.

Extrajo cuidadosamente de la bolsa delantera derecha del pantalón un pequeño saco de cuero lleno de monedas y lo colocó sobre la mesa. Minutos más tarde se acercó el camarero, era de aspecto rudo, cabello rizado y el rostro quemado por el sol, lucía barba arreglada con un bigotillo enchinado en sus extremos, llevaba ropa limpia y bien planchada y un delantal de lona gris. Colocó otro vaso con absenta sobre la mesa, un pequeño plato con terrones de azúcar, una cucharilla con un orificio y una jarra de agua. El cliente había solicitado la receta francesa, el camarero recogió disimuladamente el pequeño saco e inclinándose sobre la mesa, acercándose al Comodoro Porter, en voz baja susurró:

―Mañana antes del amanecer arribará un barco español, a las 5.30 aproximadamente, navega sin escolta.

            Las finanzas nacionales de México eran bastante malas por lo que no era posible hacer erogaciones para hostigar a los buques españoles, entonces el gobierno mexicano confió al Comodoro Porter la expedición de patentes de corso.

―¡Eeeeeyyyyyy, túuuu, el del rincón, yoo sée quién ereessss! ―Un marinero ya borracho por tanto alcohol barato ingerido, señalaba a Porter, quien, saboreando su absenta levantó los ojos y no se inmutó.

―¡No molestes al Capitán! ―reaccionó de inmediato uno de sus acompañantes―. Con solo dar un grito esta cantina se llena de soldados, yo no quiero líos.

―!Pppssss siiii nnnnooo estoy hhhaaciiiendooo llioooo¡   Naaadaa mmáas  saaaludoo aaa mmiiii  ccaapiitttáaaann. ―Y tratando de hacer un saludo militar el marinero borracho, casi cae al suelo, lo que no sucedió gracias a que sus compañeros lo tenían bien sujetado.

―¡Usted perdone, mi Capitán ―dijo el otro acompañante―. No sabe lo que dice, ya está muy borracho, ahora nos lo llevamos.

Los dos acompañantes pasaron cada uno de los brazos del borracho por sus cuellos para facilitar su transportación y a un metro de la puerta, el borracho volteó y alzando la voz a nivel de grito se despidió:

―¡Aaadiioooosss  Caaaapiiittáaannn!  -hiippp- Saaluuudooos  alll Caaappiitttáaan  Hooppnnneerrrr,   elll ddeee  LLaaaa Moolleesttaadooraaa, yyooo esstuuuvvveee enn eessse bbuuuqueeee aallláaa eennn llasss agguaass deelll Mmeeediii  -hiippp-  tteerrráaanneooo.

Porter hizo un ademán alzando su vaso en señal de brindis.

La Molestadora había sido un buque que, con la Patente de corso del 19 de febrero de 1827, al mando del Capitán Carlos C. Hopner, había logrado muy buenos resultados, los rumores hablaban de que sus incursiones habían llegado hasta el mar Mediterráneo. Gracias a sus informantes, no fue difícil para Porter capturar barcos españoles e incorporar, algunos a su escuadrilla, otros fueron destruidos y otros más fueron enviados a Veracruz. En poco tiempo los barcos de Porter capturaron 24 buques mercantes españoles, entre los buques capturados se contaban un barco emblemático de Cádiz: el Hércules Gaditano.

―¡Señor Gobernador, los mexicanos están acabando con nuestra flota, urge fortalecer nuestra armada o acabarán por conquistar toda Cuba comenzando por La Habana! ―Ángel Laborde, Capitán de Navío y comandante del apostadero de este puerto exigía al gobernador Vives los fondos necesarios para hacer frente a la ofensiva de la escuadra de Porter.

―¡Disponga de los fondos que necesite! ―respondió el gobernador―. Repare y haga a la mar cuanto buque sea posible, no se detenga por cuestión de fondos.

Laborde se mostraba bastante molesto por la audacia de los barcos mexicanos que causaban grandes pérdidas al comercio español, la escuadra de La Habana se veía obligada a combatir no solamente a los buques de México, Colombia también aplicaba la misma receta de corso contra Cuba. Ángel Laborde hizo reparar sus barcos e inmediatamente salió a combatir a los buques mexicanos que navegaban en aguas cubanas, la potencia de la flota española era superior a la mexicana, contaba con más buques y mejor armados, la escuadra de Porter prefirió dirigirse a Cayo Hueso. Al utilizar este puerto como base y refugio de su escuadrilla, Porter estaba involucrando en el conflicto a los Estados Unidos, por esta razón, el ministro español envío una enérgica protesta al presidente John Quincy Adams quien, para suavizar la tensión, mandó buques a Cayo Hueso en plan de observación dejando ver cierta simpatía por su país vecino sin declarar abiertamente su favoritismo, el cual, era evidente. Tal simpatía era consecuencia de la recientemente publicada Doctrina Monroe la que, sin hacerlo explicito, incluía a la valiosa isla caribeña.

La escuadra española que comandaba Laborde había intentado bloquear la retirada de la escuadrilla mexicana en los cayos, pero no contaba con que Porter conocía muy bien esa zona, había perseguido piratas por todas las entradas y salidas de los canales, ya lo hacía sin consultar mapas lo que representaba una ventaja sobre el enemigo.

Porter y su flotilla habían regresado a Veracruz por un mandato del gobierno mexicano que había decidido abandonar las aguas cubanas. Por esas fechas, la efervescencia política alcanzaba nuevamente niveles de violencia, España no acababa de renunciar a perder el vasto territorio mexicano por lo que, hacia finales de 1827, los bergantines Hermon, Bravo y Guerrero fueron nuevamente enviados a incursionar en aguas cubanas, el Guerrero, por ser el buque que se encontraba en mejores condiciones fue alistado con la tripulación más competente, continuaba bajo el mando del Capitán David Henry Porter.

―¡Enemigo a la vista¡  ¡Buque enemigo a babor!  ―el vigía brincaba sobre la cofa pensando que así sus gritos se escucharían con mayor fuerza,

            Eran dos goletas españolas, la Marte y la Amelia, conformaban la escolta de 25 barcos mercantes que navegaban hacia la Habana.

―¡Giro a 75 grados a babor¡ ―ordenó Henry Porter―. ¡A toda vela!

La persecución de la escuadra mexicana provocó la dispersión del enemigo, los disparos del bergantín Guerrero fueron certeros, hicieron blanco y en poco tiempo las dos goletas de guerra españolas fueron abatidas, la persecución siguió hasta el puerto de Banes, las naves españolas perseguidas se refugiaron en las cercanías del puerto de Mariel.

La comandancia de la Habana, al ser notificada del suceso envió a la fragata Lealtad a combatir al bergantín Guerrero, la nave española contaba con 54 cañones y su tripulación constaba de 300 hombres, el Guerrero, contaba únicamente en 194 marineros. El Capitán David Henry Porter, al percatarse de la superioridad del enemigo ,trató de evadirla y regresar a puerto seguro.

―¡A toda vela, 120 grados a estribor¡―ordenaba el Capitán―. ¡Rápido, rumbo a Cayo Hueso!

La huida no se logró, la fragata Lealtad utilizaba sus 24 cañones colocados a babor, los cañones se alternaban para disparar de tal manera que el fuego era continuo, el Guerrero contestaba disparando sus cañones, pero su armamento era muy inferior en número y potencia, aun así trataba de responder y colocarse a la altura del enemigo, era una misión imposible.

 

 

―¡Perforaron el casco a babor! ― gritó un marinero.

―¡Hay fuego en la bodega! ―gritó otro.

―¡Perforaron el casco a babor! ― gritó un marinero.

―¡Hay fuego en la bodega! ―gritó otro.

Tras una hora de combate, el Capitán Porter vio que su buque sucumbía al feroz castigo español, el casco ya se encontraba en muy malas condiciones, las bajas eran enormes, ya solamente quedaban 40 tripulantes en condiciones de pelear. Ante lo desastroso de la situación, convocó a una reunión con sus oficiales.

        ―¡La derrota es inevitable! ―dijo el comandante con voz quebrada y gran nostalgia―. Vamos a rendirnos para salvar las vidas que sea posible.

Esperaba la respuesta de sus oficiales cuando una bala de cañón disparada desde la fragata Lealtad lo golpeó y arrastró al mar cayendo al agua sin vida.

El bergantín Guerrero se rindió, de inmediato fue abordado, el saqueo no se hizo esperar, lo que quedó del heroico bergantín fue remolcado con su tripulación en calidad de prisioneros.

Parecía un día de feria cuando la fragata Lealtad con su trofeo arribó a La Habana. Era el día 13 de febrero de 1828, a pesar de que era miércoles, cientos de curiosos se aglomeraban en el muelle y no paraban de aplaudir.  Los españoles repararon el buque capturado el cual entró al servicio naval español bajo una nueva denominación, ahora llevaba el humillante nombre de El Cautivo.

El Comodoro David Porter ordenó a los oficiales de la marina mexicana portar, como señal de luto, un crespón negro en el brazo izquierdo, el luto duró treinta días.