Hace 3 semanas –días más, días menos– vi un letrero sobre una de las bancas afuera del Edificio Carolino que decía “Quito dolores” y pensé que si te sentabas junto al vato del letrero te daría un mezcal, pues creí que eran “dolores del corazón”, de los amorosos.
Conforme pasaron los días, unos cuantos poblanos tímidos se le fueron acercando y sentándose en la banca-consultorio. El quitadolores, audífonos en oído no hacía más que ponerles sus manos sobre el pechito y cabeza.
Algo debió pasar, que el rumano (esa dicen que es su nacionalidad) de la noche a la mañana se hizo de una fila gigantesca en la pared del Hotel Colonial.
Hoy por la mañana, a eso de las 9, la fila se había cambiado de pared y se había posado sobre la del Carolino. Supongo que los del hotel se molestaron que hicieran fila y sin consumir alimentos o intención de hospedarse. O quizá que estorbaran el lugar donde Francisco I. Madero dio un célebre discurso.
El caso es que cerca de 100 personas, ancianos, niños en sillas de ruedas, mujeres con celular en la mano, hombres con gorra hacen fila para que, a través del ejercicio curativo de las manos (pechito y cabeza) sus dolores encuentren cura.
El niño Fidencio se volvió poblano… el pescado de San Rafael se volvió balcánico, la viralización le aumentó la clientela. Las redes sociales a todo lo que da. En Puebla vamos a tener trendin’ topic para rato con este señor. Quizá hoy por la noche en TV Azteca lo veamos diciendo “mi intención es sanar al mundo de este calor que atrae los dolores del mundo”.
¿Por qué en Puebla? se estarán preguntando algunos. La respuesta sería: por qué no. Aquí ha caído ceniza, Porfirio Díaz se escapó por una tubería expuesta, la lucha libre se da en los barrios, hay huehues, sismos, ríos entubados y la ciudad no se acaba.
No somos la capital del país, pero la diversión nunca se acaba.
(Imagen de portadilla tomada de las redes sociales)